Cuando se tiene, el dinero sirve para cambiar un
producto por otro convirtiendo su valor en ese dinero disponible.
Pero cuando no se tiene dinero, nos encontramos con
una gran ventaja dentro del sistema: se puede pedir a quien lo tiene guardado y
dispuesto a prestárselo a quien lo necesita.
Así, desde que se tiene noticias de que existe el
dinero, el que lo necesitaba y no lo tenía se acercaba a los prestamistas que
subsisten desde hace siglos gracias a la práctica de la usura y si le ofrecía
las suficientes garantías se lo prestaban cobrándoles un interés.
Las ingentes masas de capitales que se proveen desde
el ahorro, complementado por los excedentes de las grandes corporaciones que
prefieren tener una parte de sus activos en inversiones financieras, no se
poseen ni gestionan para dejarlas paradas sino para ser prestadas a quienes
tienen posibles para devolverlo y mejor si ponen en garantía aquello en lo que
van a invertir. Por ello, todo el sistema está dirigido desde una visión
financiera de la economía: el sistema tiene el dinero y solamente es preciso
que haya personas o entidades que estén dispuestas a endeudarse y a pagar el
interés correspondiente.
Dispuestas a trabajar y a no tener descanso en su
actividad vital.
Para asegurar la viabilidad y permanencia en el
tiempo, el sistema financiero, que culturalmente ya nos ha mostrado las
bondades del ahorro, por otro lado como si fuera un favor social que hace,
potencia desmesuradamente su otra cara: el
endeudamiento.
Trato de
explicarlo:
Está verificado que para una parte de la población
resulta muy complicado tener una meta de ahorrar ordenada y periódicamente hasta llegar a tener el total del valor del
producto que se desea adquirir, por eso el sistema ha planificado la manera de
facilitarle la compra y hacer realidad sus deseos de inmediato. Un variado
abanico de fórmulas financieras adelanta el total del valor de compra y a
partir de ese momento el deudor ya puede empezar a ahorrar para devolverlo con
un orden y periodo establecido.
Esto tiene una pequeña carga de intereses, dependiendo
de la solvencia que tiene el cliente, pero que en los últimos años muchas
veces, en teoría, era mucho menor que lo que suponía la subida del producto en
el tiempo en el que estaba ahorrando para poder comprarlo con la cartera en la
mano.
El caso de los inmuebles es muy claro:
El deterioro padecido por algunos ahorradores de
pérdida de su poder adquisitivo cuando se trataba por ejemplo de comprar una
casa en la que vivir era patente. Aunque ahorrara durante un tiempo resultaba
que subía el precio de las casas mucho más que lo que había ahorrado en ese
tiempo. Mejor si hubiera comprado la casa antes de empezar a ahorrar porque
nunca alcanzaba a comprarla salvo que se entrampara. Así que a los siguientes compradores
esta realidad les hizo ver las cosas de otra manera: más vale comprar ahora a
cualquier precio e hipotecar, que mañana será una ganga.
Si el sistema se ha diseñado para conseguir plusvalías
del ahorro de una parte de la población, también está pensado para sacarlas de
quienes se endeudan. Es la forma en la que por tenencia de activos de pasivos
consigue márgenes de toda la población para sostenerse.
Ahora ya pueden trabajar si quieren.
El chiringuito está bien montado para que ganen los
listos.
El endeudamiento significa ahorrar con antelación.
Como ahorrar significa acumular trabajo, quien se ha endeudado, lo que en realidad ha hecho es comprometerse a trabajar mucho y sin descanso en el futuro. Digamos dos o tres veces más que lo que necesita para satisfacer sus necesidades más elementales. Digamos con gran normalidad que con el endeudamiento se ha convenido un contrato de esclavitud por unos cuantos lustros.
Como ahorrar significa acumular trabajo, quien se ha endeudado, lo que en realidad ha hecho es comprometerse a trabajar mucho y sin descanso en el futuro. Digamos dos o tres veces más que lo que necesita para satisfacer sus necesidades más elementales. Digamos con gran normalidad que con el endeudamiento se ha convenido un contrato de esclavitud por unos cuantos lustros.
El crédito ha sido el trampolín con el que el sistema
financiero ha prometido subir en volandas a la ciudadanía más resuelta a la
clase media en una engañifa que se ha tornado en trágica. Adelantando el dinero
de sus necesidades le facilita tener en sus manos todos sus sueños y después ya
los pagará si puede.
Siempre ha sido así y siempre se ha salido de la
trampa.
El endeudamiento hay que cuestionarlo en su conjunto
porque es la llave maestra con la que el sistema tiene atada a la sociedad con
un nudo corredizo que cuanto más se tira más aprieta. A plazo corto hay que
enfrentarse radicalmente a los acreedores y poner en cuestión: el volumen de la
deuda y las condiciones de pago. Si no se modifican estos dos aspectos
importantes, es increíble cambiar las condiciones injustas e inviables que ha
promovido el sistema.
La sociedad tiene tanto y tanto trabajo comprometido
para hacer frente al pago de la deuda que tiene en la actualidad que nada más
que para pagarla hay que trabajar mucho más que lo que hace unas décadas se
trabajaba para vivir.
Este futuro inmediato no es justo ni posible.
Hay otro aspecto del ahorro: los préstamos
hipotecarios para la compra de la primera vivienda. Fueron tiempos en los que
las decisiones de los que se endeudaban las tomaban metidos en un callejón sin
salida. La práctica consistía en que en lugar de guardar el dinero hasta tener parte suficiente para comprar el bien,
comprarlo a crédito y adquirir un compromiso de estar ahorrando una cantidad
fija al mes durante un determinado número de años.
Al final resultó que el callejón era la entrada a la
servidumbre.
Es el endeudamiento que produce el sufrimiento más
visible en estos años con unos síntomas que todos podemos comprobar atónitos y
sin remedio y cuya deuda tiene unos condicionantes a saber:
· Deuda superior al valor real del bien.
· El propio sistema financiero tasó muy por encima su
precio.
· El sistema institucional aprovechó vía tasas e
impuestos.
· La economía general tuvo una época de esplendor.
· Muchos sectores aprovecharon esos altos precios.
· Hubo quien vendió diez veces por encima de lo que
compró.
· A medio plazo va a resultar imposible pagar ninguna
hipoteca.
· Es más importante este ajuste que ningún otro posible.
· Hay que hacer real el derecho a una vivienda digna.
No puede ser que: por la aplicación radical de las
leyes y esa incapacidad para cambiarlas por parte de los gestores antes de que
los acontecimientos las superaran trágicamente, la realidad para muchas
personas que han querido tener su propia vivienda se ha convertido en una
partida de Monopoli en la que la suerte
o la mala suerte te permite tener tres pisos y dos hoteles o verte en la calle
abandonando la partida.
Esta manera de proceder tiene una grave
contraindicación y es que si alguien toma prestado un dinero lo ha de devolver
en el plazo convenido y con un interés determinado. Sin embargo hay ocasiones
en las que no se ha calculado bien el trabajo necesario para devolverlo o el
trabajo ha disminuido o incluso desaparecido, entonces esa condición no se
cumple por parte del deudor, más que nada: porque no se tiene trabajo con qué
pagar.
Aquí nos encontramos con la contradicción más
importante.
La obligación de devolver su dinero a quien te ha
prestado.
La conveniencia de prestar dinero a quien te lo puede
devolver.
Para salvaguardar sus derechos de cobro o subsanar los
riesgos de impago la selección del cliente, la comercialización de crédito se
hace con los diferentes productos que ofrecen las nuevas fórmulas y estrategias
empresariales financieras. En redes paralelas se ofrece a menor solvencia:
mayor interés, tanto ordinarios como si se producen descubiertos. Es muy común
encontrarse liquidaciones de interés por encima del cuarenta por ciento T.A.E.
Porque en la actualidad las condiciones han cambiado y
cuando se ha tratado de que el dinero no perdiera su valor en beneficio del que
tenía dinero y se ha controlado la inflación y también se ha contenido el
precio del trabajo resulta que pagar es más difícil.
Toda la estrategia está pensada en contra del deudor.
Y el deudor ha caído en la trampa como el animal que
huye.
Antes, quedaba la sensación de que las deudas casi se
pagaban solas puesto que la pérdida de valor del dinero con la inflación
conseguía que las cantidades adeudadas si bien no menguaban en términos
absolutos, sí que se reducían en términos relativos.
Pero en la cima, quien pide dinero prestado, aunque tenga
voluntad de devolverlo, también tiene la voluntad de esquivar su pago si
cambian sus condiciones o en todo caso devolverlo con un nuevo crédito.
Así actúa el propio sistema.
Nunca devuelve el dinero a los ahorradores.
Y si lo devuelve a algún ahorrador es con el dinero de
otro.