lunes, 27 de mayo de 2013

El valor del trabajo

 
En capítulos anteriores he explicado esquemáticamente la división de las rentas de los factores que hacen posible la actividad económica en estos tiempos y su aplicación real en el mundo en el que vivimos.
El trabajo es uno de los factores que aparecen en los dos esbozos.
Si bien se necesitaría de muchas más explicaciones para entender su complejidad, espero sin embargo que sintéticamente, estos dos cuadros sean suficientes para entender que en el fondo, todos los factores pueden ser determinantes para esa actividad económica general que mueve el mundo, pero creo que es necesario dejar patente que el único factor que en realidad no solo es determinante sino imprescindible es el trabajo.
Sin el factor trabajo nada es posible.
·         Las inversiones necesitan del trabajo para que físicamente sirvan para algo y tengan un valor, porque en ellas se produce, y es en ellas donde tiene actividad económica.
Necesitan del trabajo para rentabilizarse y que no queden yermas.
Sin trabajo ni se levantan,  ni se ponen en marcha, ni se le da vida.
·         El capital necesita del trabajo que lo mantenga en movimiento y para que en ese rotar no pierda su valor en el mercado como lo pierde si se desactiva o decrece.
Este circular sirve para poder comprar las voluntades de cualquier otro de los factores que intervienen entre ellos: el trabajo.
·         Los gestores necesitan cantidades ingentes de trabajo en movimiento para adjudicarlo y gestionarlo porque en otro caso no podrían ordenar más que las nubes del cielo.
Las mayores labores de gestión se dedican a los recursos del trabajo.
·         El Estado necesita del trabajo para conformar su ser, con sus fuerzas de seguridad y su aparato burocrático, y para alimentarse con los impuestos que impone sobre las rentas salariales, aquí y allá en una actividad económica que activa solamente el trabajo.
El germen inicial del que nacieron el resto de los factores de renta fue el trabajo. Con el paso del tiempo y de las circunstancias y brotando alrededor de esa primera semilla se han ido acumulando en las manos de una pequeña parte de la sociedad todo el trabajo que se ha arrancado a la humanidad desde el origen de los siglos.
La total composición de todos los factores es trabajo acumulado.

Sin embargo hay dos realidades que los tiempos modernos han conseguido que se queden ocultas y que son:
·         Para la gran mayoría de los trabajos que se realizan por las personas física, manual o intelectualmente, no son necesarias ni inversiones, ni capital, ni nadie que los gestione, ni que el Estado los organice y controle.
·         Solamente con el trabajo se puede satisfacer la gran mayoría de las necesidades humanas de bienes y servicios. Debidamente organizados los podríamos prestar desde la base de la sociedad sin que nadie más haya de intervenir.
Con estas dos realidades debieran de trabajar la ingeniería social,
Sin embargo estos trabajos más sencillos y elementales son los que llevan tiempo tratando de convertirlos en mercancía si no los han convertido ya. Estas labores, tratan de sacrificarlas sustituyéndolas con otros empleos en los que sea necesario que intervengan en mayor medida los otros factores, ocupaciones en las que el factor trabajo quede marginal y sea de escasa capacidad.
Por eso, todos los demás factores que intervienen en la economía tratan por todos los medios de tener directa e indirectamente un control férreo sobre el factor trabajo. Deciden todo en cuanto lo que concierne a su necesidad económica, a su obligación desde el punto de vista social, a las leyes que le afectan, a sus condiciones de precio y a su logística y almacenamiento.
Son muchas las herramientas que utilizan las inteligencias del sistema para desde la realidad social más precaria enfrentar entre sí a quienes viven de vender su trabajo. Con sutileza y gran penetración se muestran situaciones antagónicas a las gentes que tratan de vender su trabajo que le hacen creerse enemigos entre ellos.
En cada una de estas estrategias de enfrentamiento, en la que cada cual puede estar en un momento determinando según sea su actitud ante el trabajo en uno de los frentes, los discursos del sistema que no saben del trabajo, tratan de demostrar la dificultad de generar empleo desde la iniciativa privada, y así, para recabar el apoyo de los unos o de los otros. De esta manera en la que las dificultades parecen insalvables por la necesidad de tener empleo los unos antes que los otros pueden tener a la mano de obra sometida bajo la bota de la incertidumbre en un sálvese quien pueda.
·         La oferta y demanda de trabajo.
·         Los empleados y los parados y los fijos discontinuos.
·         La división y la remuneración del trabajo.
·         Los cotizantes y los receptores de jubileos.
·         Los funcionarios y los privados.
·         Los de cuenta propia o por cuenta ajena.
Es igual, a todos ellos los desiguala el trabajo.
Y todos estos aspectos los enfrentan.
El factor trabajo basa su defensa en unas leyes que al final acaban siendo absolutamente perjudiciales para quienes trabajan y para los que no tienen trabajo. Unas leyes que no cuestionan el trabajo en sí mismo y que lo reconocen como un derecho pero que si a alguien  no se le respeta no tiene más consecuencias que la de estar parado.


La gran mayoría de la población no necesitamos más que el trabajo de las demás personas en la medida de sus capacidades para atender todas nuestras necesidades y no necesitaríamos de nada más que de nuestro trabajo para tener derecho a satisfacerlas.
Hay que comprender esta realidad en toda su extensión.
Los sindicatos no son capaces de ir más allá de lo que ellos llaman los derechos de los trabajadores. Hemos de dotar al trabajo de esa capacidad de organización de sí mismo como el factor determinante de la actividad económica, de la misma manera que el capital tienen sus bancos centrales para defender sus intereses, la tierra tiene el recurso de la propiedad privada para que nunca se ponga en cuestión sus derechos, y de la misma manera que los políticos tienen la democracia para dar legitimidad a sus chanchullos.
Estoy convencido y a partir de ahora voy a tratar de demostrar que si entre las gentes nos servimos y nos hacemos las cosas las unas a las otras atendiendo las necesidades básicas de todos, y si todas y cada una de las unidades sociales de trabajo que se pudieran habilitar excluyendo las labores ficticias y todas estas unidades se organizaran para hacer las cosas más imprescindibles para la vida, no necesitaremos más factor que el trabajo para poder vivir al nivel en el que todos nos confabuláramos solamente con nuestro trabajo.
Es la estrategia que hemos de adoptar.
Y quien quiera ir más allá que vaya si puede.
El trabajo lo es todo y todo lo que se hace, se hace tan solo con trabajo y haciendo cada cual nuestra cuota parte de trabajo nunca nos faltaría de nada y nos sobraría de casi todo.
Uno de los mayores problemas que se encuentra para dar valor al trabajo es que siempre se identifica al trabajo como un creador de riqueza que hay que explotarlo hasta la extenuación, y se presupone que esta virtud es antagónica a que el mismo trabajo pueda ser un creador de felicidad y de fuente de satisfacción de las personas.
Estas virtualidades no se consideran riquezas.
Nunca se discute que se ha organizado un mundo en el que la riqueza es solamente dinero y que la felicidad y la satisfacción de terceros siempre tiene que ser a través del dinero.
La riqueza solamente es dinero, bienes, poder.
La riqueza nunca se entiende a las cosas intangibles y si alguien hace algo por alguien aunque lo haga más grande no entra a formar parte de P.I.B. si no le han pagado un dinero
Porque la capacidad de esfuerzo y el espíritu de superación son dos virtudes humanas dignas, que se han de alentar y reconocer solamente como una preparación para el empleo o como un mérito al trabajo y a los retos que impone el trabajo. Estas virtudes si se tienen y practican  a nivel personal no merecen la pena.

Para poder imaginar lo importante que es el trabajo, siempre pongo un ejemplo tan sencillo como esclarecedor: si nadie fuera a trabajar a casa de los ricos: a limpiar sus posesiones, a hacer la comida que colman sus mesas, a cuidar de sus niños y de sus mayores, a hacer de amas de casa y de llaves… si nadie fuera a casa de los ricos a serviles de; jardinero, chofer o guardia de seguridad, en un instante se habían acabado los ricos y ya para nada les serviría todo su dinero.
Es el valor del trabajo de ese trabajo al que no se le da ningún valor.
Un enemigo menos.