viernes, 30 de agosto de 2013

El departamento de trabajo

       Ya hemos visto cómo la macroeconomía nacional contabiliza las rentas del trabajo como un centro autónomo en cuanto al valor económico de su aportación al sistema. Esta es la manera que tiene de imputar con cierta periodicidad todo lo relacionado con el mundo del trabajo en las cuentas públicas, sus ingresos y sus salidas, aunque hay que hacer constar que algunos de sus aspectos los ha privatizado y los ha llevado a la gestión de mutuas y sindicatos.
Actuar de esta manera, en la que se delimita un aspecto importante de la actividad economía y social, pudiera entenderse como una buena forma de administración desde centros de costes, aunque en realidad es una trampa que aísla al factor trabajo del resto de los continentes políticos, económicos, y sociales que conforman la administración del Estado para que no puedan exigir más de lo que les corresponde.
      Por ejemplo no están tan bien definidos y estancos, cuáles son los ingresos que van destinados a garantizar los costes de la seguridad del Estado o todo su aparato burocrático y así mismo, casi todos los demás conceptos de gastos y su correlación son sus ingresos correspondientes, van en un totum en los presupuestos del Estado.
      El sistema ha aislado el factor trabajo dentro del reparto de rentas con respecto al resto de los factores y así posibilita y refrenda que la relación del factor Trabajo con el Estado y la contabilidad pública sea estanca. Los trabajadores con las cotizaciones correspondientes a su remuneración, sostienen todas las cargas del conjunto de conceptos que se pueden entender como de trabajo.
Conceptos aplicados para los diferentes aspectos del trabajo.
      ·   Salarios.
      Es el principal de la remuneración del trabajo. Se aplica según el convenio correspondiente a la actividad y con criterios geográficos.
      Puede tener mejoras existiendo acuerdo con la empresa.
      ·   Pluses.
      Aparte de los que aparecen en los convenios por los conceptos más peregrinos que se pueda imaginar, existen otros determinados por objetivos concretos que muchas veces se pactan personalmente y en muchos casos se realiza el cobro en metálico para que no deje constancia a ningún efecto.
      ·   Cuotas sociales.
      Normalmente se desconocen los conceptos por los que se cotiza y la mayoría de cotizantes piensan que son las cuotas que le dan derecho a la asistencia sanitaria de la seguridad social, y sobre todo estas cotizaciones tienen en cuenta por lo que significan para su jubilación.
      Son cuotas de asunción de riesgos en común y de solidaridad.
      Para ver qué poco tienen de solidarias hay que fijarse en que por ejemplo: quienes trabajan para el Estado con estatuto de función pública y que tienen derecho a su puesto de trabajo hasta el día de su jubilación. Tampoco aportan su cuota parte para financiar los subsidios de desempleo, porque nunca van a perder su empleo, ni para la formación para el empleo porque ya vienen aprendidos de casa si aprobaron unas oposiciones, y tampoco para el fondo de garantía salarial puesto que se supone que el Estado nunca les va a dejar de pagar.
 
      ·   Indemnizaciones y despidos.
      Aquí es donde se establece la gran batalla cada vez que el sistema entra en crisis y tratan de hacer reformas laborales. Se trata de todas las formas posibles que cada reforma de la logística y el almacenamiento de la mano de obra sean menos traumáticos para el sistema.
      Este es un aspecto que yo nunca he entendido.
      Siempre he sido partidario del despido libre entre otras cosas porque de todos los sitios me he despedido libremente. Ahora bien, cada vez que me he despedido he tirado por la borda aquello que me hubiera correspondido si me hubieran despedido.
      Cuando en la empresa se establece por cualquier circunstancia tenga la razón o la sinrazón, que alguien que está trabajando: sobra, quien sobra haga lo que haga, saldrá despedido de una forma u otra.
      Sólo es cuestión de dinero.
      Más que nada porque ahora ya el despido es libre.
     En ese proceso en el que alguien inopinadamente se queda sin trabajo, quien más pierde es quien sabe que se va a la calle y que además del problema de quedarse sin trabajo y las circunstancias que eso conlleva, tiene que negociar y cobrar el precio de su despido.
      Me hubiera gustado, que en las relaciones laborales alguien hubiera planteado que el salario tuviera una línea más, en la que se remunerara cada mes, la cuota parte correspondiente al más que posible despido, y así, que a cada cual le despidieran cuando quisieran.
      Mientras  tanto se estaría cobrado esa parte de valor del trabajo.
      Mucho cambiarían las cosas en el mundo del trabajo.
     Así, quien no estuviera satisfecho con su trabajo, se despediría más fácilmente sin ponerse a pensar que despidiéndose pierde ningún derecho. Así se acabarían muchos dolores e insatisfacciones que hoy existen en el lado laboral de la mayoría de las empresas que conozco por parte de quien opta por aguantar y esperar a ver qué pasa.
      Para quien lleva mucho tiempo trabajando en el mismo sitio, la antigüedad es un valor que pierde al jubilarse. Le da una importancia que no tiene, en realidad: incluso más que a su propio trabajo.
      ·   Jubilaciones.
      Están afectadas por un grave error de cálculo al partir de la idea sobre la que se han sostenido hasta la actualidad, de que quienes están trabajando pagan a los que están jubilados. Se puede apreciar que en la actualidad quienes están jubilados hubieron de aportar para las anteriores generaciones en una proporción razonable, y sin embargo para que se jubilen ellos, quienes han de soportar sus pensiones mañana lo van a hacer en una proporción insostenible.
       La caridad pública, es aquella que paga una pequeña pensión, las llaman no contributivas porque no las financia el sistema, a aquellas personas que no tienen ninguna posibilidad de acceder a un trabajo o que a la edad de la jubilación han llegado sin una cotización suficiente como para poder tener derecho a una pensión digna.
      Son aquellos que trabajaron y nunca se tuvo en cuenta su trabajo.
      ·   Retenciones e impuestos.
      El sistema ha conseguido que desde esa remuneración del trabajo, quien cobra cada mes tenga una importante carga impositiva. En términos medios consigue que cada año sean tres meses de trabajo los que se queda directamente el Estado.
       Una manera muy engañosa de dar importancia al valor del trabajo no sólo ha sido someterlo a un salario para poderse sostener la vida de quien trabaja, sino que también están sujetos a los impuestos directos sobre las rentas fruto del trabajo con el que contribuir a sostener el común en el que vive.
       El salario limita el valor del trabajo.
       El impuesto obliga a un mínimo de aportación a quien trabaja.
       Esta forma de hacer en la que se utiliza a la empresa como recaudador de los impuestos y de las cotizaciones que afecta al factor trabajo en beneficio del Estado, es una función asumida por el mundo del trabajo y que tiene los parabienes de las confederaciones empresariales y obreras porque le garantiza al Estado la estabilidad que necesita para que los impuestos sobre el trabajo se puedan gravar de una manera sencilla e inmediata.
      A los unos y a los otros les devolverá el favor luego.
   
Desde otro punto de vista, de esta remuneración del trabajo hay dos aspectos que me llaman poderosamente la atención:
      ·         Las pagas extraordinarias.
      En primer lugar estas pagas no son extraordinarias porque no se pagan por encima de lo convenido sino que por razones que se me antojan inconfesables se van acumulando durante el año.
      Este es un aspecto muy importante del sistema.
      Con esta remuneración se presume de quienes trabajan no tener más capacidad que trabajar y que por lo tanto no tienen capacidad para administrar su dinero y se le ofrece un ente: la paga extraordinaria.
      Quien tiene personas contratadas, cada mes en lugar de pagar su salario completo, le guarda una sexta parte de su sueldo y se lo paga, como si fuera extraordinario, cuando vaya a tomar sus vacaciones de verano o para que pueda comprar regalos a los suyos en navidades.
       Es una manera muy sutil e inocente de ordenar y priorizar las necesidades de la población en dos momentos muy sagrados del calendario anual en los que es preciso direccionar el consumo.
       La Navidad y el 18 de Julio.
       Los trabajadores y los sindicatos lo aceptan con normalidad.
       ·      Y la paga de junio del Gobierno.
       Es la devolución que Hacienda hace de los impuestos pagados en demasía y a deseo por el propio trabajador con las retenciones que le ha hecho la empresa en su nómina.
.
.