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martes, 21 de abril de 2015

Esta obra.


Yo no he descubierto ni he propuesto nada nuevo.
Estoy acabando este último capítulo y todavía no sé bien de qué estoy tratando en esta obra porque lo cierto es que nunca me ha gustado hablar de trabajo, porque siempre he procurado no trabajar, aunque me haya pasado la vida trabajando. Lo que tenemos que hacer después de haber leído y reflexionado lo que corresponde a esta obra debe ser un acto de contrición y de arrepentimiento sin tener ninguna especie de atrición por no haber irritado a dios y no haber sorteado su maldición. De esto tratan estas páginas: no trabajar de la manera en lo hacemos alimentado un sistema que santifica a dios y nos devora como personas.
Han sido muchos los autores que a lo largo de la historia han tratado del trabajo y de la irracionalidad del trabajo tal y como se concibe en esta civilización. Soñadores que también demostraron cómo desde esta organización social que asentaba su devenir en cien creencias falsas trancadas en la tradición, y en la que las inteligencias que la dirigen, que saben de su falsedad sin rubor las dan por verdaderas. Inteligencias que no es que quieran mentir al pueblo sino que no les importa que vivan engañados y si entre medio sacan provecho para qué decir verdad.
También esos autores clásicos podían imaginar y concebir otras civilizaciones diferentes pero sabían que era harto difícil implantarlas. Habían de cambiar muchas conciencias de muchas gentes que estaban tan acostumbradas a vivir en medio de la mentira y: ni unas a unas, ni todas a la vez, iban a poder enfrentarse con la verdad.
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En el año 1516 Tomás Moro ya demostraba la estupidez de las sociedades modernas de entonces haciendo tanto trabajo inútil. Esa es una de las características, entre otras muchas, que hacen que su UTOPIA tenga todavía rigor pasado tanto tiempo. El canciller tras una reflexiones sobre los estados y las sociedades de aquella época, que luego muy pocos pensadores han tenido valor para repetirlas, diseña una sociedad en la que el trabajo es la base fundamental pero desde la concepción de un trabajo estrictamente necesario y compartido. Sociedades aquellas, que como en las actuales: campesinos, artesanos y siervos, vivían a merced de la nobleza y de los mercaderes que sometían a la población a una miseria crónica. Aquellos poderes feudales también las condenaban a un trabajo para el que ka población tenía que hacer tanto esfuerzo como fuera posible mientras tuviera fuerzas en el cuerpo.
No ha cambiado tanto desde entonces y han pasado cinco siglos.
Un extracto de esta obra aparece al inicio a modo de preámbulo.
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También en el año 1932 decía Bertrand Rusell en su ELOGIO DE LA OCIOSIDAD y volvía a reincidir en la necesidad para la sociedad de trabajar menos y hacer más por la felicidad de la humanidad y por la satisfacción de los ciudadanos. En este pequeño texto cuyo extracto servirá de epigrama a esta obra se aboga porque sea en la propia sociedad y desde el ocio individual la mejor manera de socializar las relaciones humanas. Aquella crítica escrita hace ochenta y tantos años está todavía en vigor aun cuando el mundo navegaba en medio de infinidad de conflictos: sociales, políticos,  económico y bélicos, que luego se dilucidaron en una serie de guerras y revoluciones que enfrentaron a dos visiones de mundo diferentes que el filósofo dibujó.
En realidad ha sido la base de esta obra que ya voy acabando.
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Entre medio de estos dos autores y en la actualidad han sido muchos los escritores que también han procurado en sus obras por el camino de trabajar menos y por romper la cadena que obliga a cantidades ingentes de personas a tener que trabajar más de lo necesario sin que además sean capaces de satisfacer las necesidades primarias de una parte importante de la humanidad. Algunos autores he leído en su momento y a ninguno de ellos he repasado para escribir estas páginas porque para escribirlas es creído más oportuno leer y repasar la realidad que nos rodea. Aunque lo he intentado en estas páginas es difícil de llegar a explicar las causas por las que estas propuestas tan positivas y necesarias para la población no hayan calado y que no se hayan desmantelado las fuerzas de los que animan y obligan al trabajo. Yo creo que la falta de productividad en el quehacer diario viene dada en gran medida y es consecuencia del hábito de entender el trabajo como e vender horas de vidas en la que hay que estar sudando en el tajo aunque no se haga nada. Es consecuencia del propio sistema que redunda en que hay que trabajar y trabajar mucho aunque nadie sepa para qué.
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Antes de acabar quiero dejar una advertencia para quien acabe la lectura de estas cavilaciones mías, que he procurado que a nadie se le hagan pesadas pese a la dificultad y lo escabroso de la cuestiones con las que se pelean, y en esta últimas líneas trataré de exponer con sencillez, pero sin complejos ni falsas imágenes destinadas a quedar bien con nadie: el entorno económico en el que nos movemos, la realidad de la escasez en la que naufragamos y una propuesta alternativa clara y contundente y estas tres advertencias.
·         Se puede caer en la tentación de pensar que: una obra de este tipo, en la que se hacen apuestas y propuestas que se salen de lo que se entiende políticamente viable y correcto, no tienen implementación en estos tiempos en los que hay que producir riquezas para salir de pobres.
·         Se puede pensar que unas páginas que no pueden tener más virtud que la de ser deseos infantiles, no son dignas de ser una hoja de ruta que pudiera servir para asentar un cambio social y que para ese cambio es preciso un proceso mayoritario y revolucionario.
·         Se puede concluir que esta serie de reflexiones en las que se hacen propuestas utópicas, deseos comunes idealizados, y lugares inaccesibles por los que nunca se ha practicado, es imposible que se hagan realidad y que se puedan llevar a la práctica de una forma masiva.
Se concluiría en un grave error porque esta obra no pretende un cambio de sistema a corto plazo solamente se conforma con cambiar alguna conciencia que vaya abriendo un camino que ya es inexorable.
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Vivimos en una democracia en la que dicen que gobiernan las mayorías. No es cierto las mayoría que se conforman son minoría de la población incluso cuando dicen que tiene mayoría absoluta lo cierto es que su votos de estas mayoría representan solamente una cuarta parte de la población. Bien y estas mayoría son las que gobiernan arrasando con todo y haciendo cosas que ni ellos mismo harían. Y lo peor es que no respetan las minorías aunque las minorías sigan su andar. Una propuesta de este tipo es imposible que se implante con forma de ley de ningún gobierno pero creo que una parte de la población ya la estamos practicando y no es necesaria ninguna ley para que poco a poco la practiquemos una mayoría que en este caso no será absoluta pero que espero que sea silenciosa y que procure vida propia a las personas.
 
El sistema no se derrumbará con una huelga general que gane un pulso político y revolucionario al límite de las posibilidades sociales y humanas, seguro, pero sin embargo creo que si esta forma de entender la vida y la actividad económica que puede llegar a representar no trabajar más que lo necesario para vivir, se propaga poco a poco, es la manera en la que el sistema llegará a perder sentido y perderá fuerza poco a poco.
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La crisis está demostrando de modo concluyente que la organización más autosuficiente las poblaciones modernas aun con recursos muy limitados en un considerable bienestar con solo una pequeña parte de la capacidad de trabajo del mundo entero. Si la salida de la crisis se hubiera buscado reduciendo a cuatro las horas de trabajo y organizado para que los servicios básicos de atención mutua entre la población que no consumen otros factores que la mano de obra todo hubiera ido bien. Y sin embargo la prueba más cruenta de la crisis es que muchos jóvenes que se buscan la vida durante algunos meses picando de aquí y de allá para no tener que sacar dinero de su bolsillo, saben cual es su papel y su situación y nada pueden hacer por remediarla.
·   ¿Tienen ellos la obligación de trabajar para pagar la pensión y asistir a sus abuelos...?
·   ¿Para la prejubilación de sus padres es necesario que ellos aporte a la actividad económica su trabajo...?
O lo que es peor que emigren y se vaya a cotizar otras jubilaciones.
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En esta últimas líneas quiero dejar quiero dejar tres ideas básicas y radicales que me parecen importantes a dar por buenas y retener  en nuestra manera de pensar y actuar.
·   Quien impone un trabajo extra es el mayor enemigo de los trabajadores y de la dignidad del trabajo y hoy todo el sistema se basa, en que unos trabajadores imponen un trabajo extra al resto.
·   Debiera estar prohibido que un hombre pudiera contratar para trabajar a otro hombre: comprar trozos de vida para que haga ese trabajo que le corresponde solamente a él. Esta situación es un estado de la esclavitud que todavía se permite porque todavía no se ha abolido.
·   Diseñar una sociedad en la que se facilite que a quien tenga dinero no le sirva para comprar la vida de los hombres.
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sábado, 11 de abril de 2015

Mi ocio, mi pereza y mi diligencia.


Desde hace años me voy dando cuenta ahora de que no hubiera sido necesario trabajar como trabajé siendo niño. Ahora de mayor me duele haber tenido que trabajar tanto y de entregar ese trozo de mi vida.
He trabajado cuando todavía no sabía hacer valer mi trabajo.
Luego he trabajado lo que he querido.
Y he procurado sacar tiempo para mis cosas.
Hoy desde mi experiencia observo mi entorno y la sociedad y llené estas páginas profusa y hondamente sobre esta cuestión controvertida.
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El otro día un amigo que está leyendo esta obra a trozos, para darme ánimos y consejo y seguramente que para provocarme un poco, me hizo una pregunta que me dejó un tanto noqueado:
- ¿Tú ya vives como predicas…?

Le contesté que en la medida en la que soy consciente y lo tengo claro procuro vivir como digo. Le fui dando respuesta a las cuestiones económicas que se plantean en la obra y que pensé que eran a las que se refería él con su pregunta inquisitoria. Cuestiones como el desapego al dinero o al ahorro. Luego con la defensa de mi trabajo a ultranza y no trabajar donde no disfruto y el trabajo altruista que en el fondo predico.
Pero me paró y me dijo que no era eso lo que me preguntaba.
Él se refería a que me paso el día trabajando y es imposible vivir trabajando porque en el resto de las horas no queda tiempo para todo.
-    ¿De dónde sacas el tiempo libre que dices?
No le contesté.
Mi amigo no ha leído esta parte final y aquí leerá algún día en su tiempo libre lo que hecho en mi tiempo libre que aunque haya sido tan escaso me precio de enmarcarlo y reivindicarlo.
Después de la pregunta que quedara grabada, hice memoria de las cosas que me ha apetecido hacer en estos años y que he hecho. Algunas personas ya somos un tanto mayores y si nos paramos a repasar el recorrido de la vida la verdad es que nos ha dado tiempo para hacer muchas cosas incluso muchas que no nos han gustado y muchas que ya nos parecía haberlas olvidado. En este acto de repaso me ha llevado a sentarme a escribir ahora de un tirón: una relación de todo lo que he hecho con mucho esfuerzo, sin pensar en el dinero que gastaba o dejaba de ganar y que me ha servido para tener un crecimiento personal que considero autodidacta y tremendo y para encontrar más satisfacciones y frustraciones de la que se pueden tener con las mercancías de todo tipo que te ofrece el mercado de productos y servicios.
Ahora le contesto.
Ya he contado en un capítulo anterior como hube de empezar a trabajar desde adolescente, y sin embargo: aun teniendo pocos ratos de ocio porque el deber de trabajar me lo impedía, en aquellos lejanos años, seguramente de una manera totalmente intuitiva, ocupaba en leer y aprender esos pocos ratos en los que no estaba en el taller trabajando y en los que todavía me quedaban ganas. Desde mi entender adolescente y responsable primero estudié aquello entendía necesario para el trabajo y para lo que el deber de trabajar me exigía: materias que tuvieran que ver con los menesteres con los que me tenía que ganar la vida: máquinas y dibujo y cosas referentes al mundo del hierro. Formarse para trabajar.  Enseguida empecé a estudiar cosas del todo inútiles y siguiendo esos mismo cánones empecé a leer todo lo que caía en mis manos aunque las más de las veces no entendiera lo que leía y acaso lo malinterpretara. Más tarde me dio por estudiar a mi manera: Derecho, Economía y Filosofía ayudado por amigos con estudios y más cosas totalmente estúpidas. Mientras tanto me iba aficionando a la música y a la pintura. Me dio por pintar un poco y hacer cosas que parecían arte, sobretodo porque era muy consciente de que: por mucho que me ilusionara, de todo aquello nunca iba a poder comer. En aquellos tiempos, algunas horas vespertinas a la semana las dedicaba a participar en asociaciones e iniciativas políticas. Asistía a todas las reuniones a las que me llamaban. Pronto me tocó hilvanar algunas ideas con palabras y escribir otras y de una u otra manera defender ya entonces aquello con lo que nadie estaba de acuerdo. Cuestión de inteligencias. Y seguía trabajando y después de un corte vital y necesario en mi vida todo cambió. A partir de entonces fui cambiando de trabajo cada cierto tiempo. Nunca me ha dado miedo cambiar de trabajo. Normalmente cambiaba cuando detectaba falta de aprecio y comprensión a mi trabajo: un día me daba cuenta de repente de que mi equilibrio vital no lo tenía en su punto correcto y como mejor podía provocaba el cambio y me iba con mi música a otra parte. Mientras tanto y seguía estudiando y leyendo y haciendo cosas tan inútiles como ayudar de manera altruista a todo aquel que me lo pidiera aun sabiendo que en el mejor de los casos no siquiera me lo iba a agradecer. Con el tiempo volví a pintar de otra manera y ya dejé de estudiar materias en torno a mi trabajo que empezaba a ser la gestión de empresas. ¡Qué aburrimiento…! Fue entonces: de empresa en empresa, cuando llegaba a un punto en el que no sabía qué hacer para solucionar cualquier problema me inventada maneras de hacer en la gestión empresarial con las que construí un saber hacer muy eficiente. Maneras que antes nunca había hecho nadie y que por lo tanto no se podían estudiar en los libros. Así encontré la manera de ganarme la vida. Con treinta y cinco años como una necesidad que seguramente nacía en mi propia adolescencia me puse a escribir páginas a mano alzada toda clase de contenidos que a veces acabaron siendo libros de cierta consistencia. En aquellos ratos en los que me dejaba libre mi trabajo, fue manchando papeles con propuestas sociales, proyectos y análisis de la realidad social y política y sobre aquellos temas del entorno en el que me movía.
Yo creo que casi todo lo que he hecho en mi vida ha sido en mis ratos de ocio, en mis ratos de pereza, porque en los ratos trabajar no he hecho otra cosa que trabajar muy duro y ganarme lo que me pagaban: algunas veces era bastante y la mayoría de las veces poco.
Dentro de lo que he podido hacer en mi trabajo he procurado que la gente trabajara lo menos posible y he tratado de erradicar era teoría de que una por una meter horas. He tratado por todos los medios que cada puesto de trabajo tuviera un mínimo de gestión propia para que nadie tuviera que gestionar el trabajo de nadie ni el puesto de trabajo de nadie. He tratado de arrancar esa costumbre que de tener muchas personas en el control de la actividad y en aparato burocrático de las empresas.
Por otro lado a muchas personas que he conocido y que muchas veces se han acercado a mí a pedirme consejo en sus pequeñas aficiones o hobbies a todas la he aminado a que no desistieran en su empeño. Creo en las personas que tienen entre manos alguna cosa que les gusta y les emociona y les ayuda a sacar lo que llevan dentro, aunque parezcan una tontería, si ellas se apasionan y lo viven sin más trascendencia que pasárselo bien con lo que hacen son dignas de se animadas. También a las personas que vinieron a pedirme consejo o auxilio ante cualquier proyecto vital para ellas con el que pensaran en ganarse la vida, su eran cosas que estaban dentro de mis conocimientos siempre tuve palabras de verdad con las que pudiera saber a qué atenerse.
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He vivido en este SIGLO XXI que camina y las postrimerías del anterior y aunque en este tiempo se ha conformado un nuevo sistema siempre he deambulado entre crisis y crisis. En torno al trabajo, la explotación ha cambiado y el nuevo sistema lo hace de una forma más sutil y transversal, en teoría menos violenta que el anterior, y ahora en su declive explota con más fuerza que nunca ningún otro había explotado y extorsionado. Me resulta increíble que permanentemente se encuentren nuevos proyectos para que hoy haya trabajo presente e innecesario y que mañana falte sin que ningún trabajo pueda sacrificarse a la producción futura. También he vivido la lucha que entre las personas en distintos niveles, es esa lucha de siempre de los unos contra los otros: los unos para que trabajen, los otros para quedar quietos.
Hace años en los que aún siendo jornalero no participo en esa lucha.
También compruebo cada día que las inteligencias sociales no discurren en tratar de alimentar la pereza y la ociosidad de la población y llenarla de contenidos humanos, y sin embargo, sigo convencido de que con la puesta en valor de nuestro derecho a la pereza diligente, es como hemos de darle la vuelta a este sistema y a esta civilización.
¡Vale ya de trabajar…! ¡Vamos a tratar de vivir nuestra vida…!
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Esta mañana a un amigo le he preguntado si había leído un libro que le había dado hace unas semana. Me ha dicho que no que había tenido mucho trabajo y que no había tenido tiempo para leer ni una página. Para demostrar que me estaba diciendo la verdad me ha hecho una relación de todas las cosas que había tenido que hacer en estas semanas y cuando ha terminado le he dicho: ¡Pero ya te das cuenta que más de la mitad de las cosas que me has dicho no sirven para nada y que mejor hubieras estado leyendo un libro…!
Se ha quedado cortado.
- ¿Qué cosas…?
- La mitad de las que me has dicho.
- Se ha quedado pensando.
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martes, 7 de abril de 2015

El derecho a la pereza


Contra el pecado de pereza la virtud de diligencia.
Es difícil en estos tiempos de crisis que desde los medios de comunicación y adoctrinamiento no haya alguien que recuerde aquello de la cigarra perezosa y de la hormiga laboriosa.
Esta es la base filosófica sobre la que se soporta el sistema.
Nadie cae en la cuenta de que en realidad, en esta fábula atribuida a Esopo, como en la vida misma, son las  hormigas quienes cargan con todos los trabajos y muchos de ellos son más grandes que ellas mismas, y de las pobres hormigas, una pisada de cualquier otro animal acaba con sus vidas sin haber probado las semillas de la recreación alegre de las que se alimenta la cigarra mientras permanece con vida.
 
 
Cuando era un joven intrépido compré un libro en la librería General de Zaragoza que se titulaba: El derecho a la pereza de Paul Lafargue. Una obra que estaba escrita a finales del siglo XIX. Hace un rato he visto el libro en la estantería mirándome con desconfianza como si pudiera pensar que lo estuviera plagiando en estas páginas. No le he hecho caso para que no influya en esta sarta de ideas que hasta el momento he construido aunque le he advertido que muy pocas cosas han cambiado en este siglo que tiene de vida.
Recuerdo que en esta obra revolucionaria se hablaba del consumo inalcanzable que se ofrecía el sistema como la zanahoria en el palo, que era una de las estrategias del capitalismo para espolear a la clase trabajadora en su condición de consumidora y productora, y en ese ir y venir salir ganando los gestores del sistema. Sobresaltaba la capacidad de producción de la reciente revolución industrial que desde su propio crecimiento incluso era capaz de amortizar muchos puestos de trabajo y defendía para bien del género humano la posibilidad de que las personas hubieran de trabajar solamente tres horas. Explicaba Paul Lafargue en la obra que para que las personas fueran esencialmente productoras, es decir trabajadores, se habían inventado a lo largo de la historia cientos de trabajos inútiles, creando necesidades ficticias y mercados absurdos con los que inventar nuevos trabajos ficticios con los que tener trabajando a la parte más indefensa de la sociedad.
También hablaba aquel hombre hace más de cien años, y suena como su fuera ayer, de la utilización del ocio para crear espacios y aficiones con lo que conformar la vida humana y en ellos encontrar la felicidad que se nos aparece inalcanzable a la humanidad entre los surcos de la vida. También me impresionó el derecho a la pereza rebosante de diligencia que se plasmaba en la obra, contrapuesto a la idea de perseguir el consumo como fuente de satisfacción humana.
Igual que escandaliza ahora, esta idea perturbó en aquellos tiempos revolucionarios a las inteligencias bien pensantes porque se le escapaba entre las neuronas sin llegar a entender nada. Todo su contenido estaba dirigido contra la línea de flotación del ideario burgués desde cuyo manual social estaban convencidos de que quien no sirve más que para trabajar no sabría cómo emplear tanto tiempo libre trabajando solamente tres horas al día. No podía imaginar aquellas inteligencias que los proletarios en lugar de sudor y cansancio, de apatía y aburrimiento y de esos miedos a los jornales bajos, el paro y la carestía de la vida, que recorría sus vidas de parte a parte y que los castraba y domaba, iban a preocuparse de ellos mismos y a sus vidas… y a procurar ser felices.
La obra me impresionó en aquellos años sin entender su vigencia.
Y ahora compruebo que incluso es vigente cuarenta años después.
Y queda en el fondo que yo no he inventado ni descubierto nada.
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Esta obra que ya estoy acabando puede ser una representación de aquella para estos tiempos en los que el derecho a la pereza, ese derecho a no hacer nada o a hacer cada cual lo que le de la gana, se ha convertido en un derecho ejercido desde la quiebra de la propia voluntad, la impotencia y la desesperación, de una parte importante de la población desorientada que vive dominada por su complejo de pereza, que ve el día a día y su futuro sin ninguna luz en el horizonte y que viaja personalmente a la deriva porque nada de lo que emprende tiene éxito.
Unos tiempos que han sobrevenido después de que las generaciones anteriores hubieran conocido y quizás protagonizado revoluciones en beneficio de los trabajadores. Estrategias políticas empeñadas en la construcción de un socialismo real donde otros amos siguieron explotando a quienes tenían la fuerza de trabajo y de igual manera que los anteriores haciéndoles trabajar sin sentido. Estos movimientos políticos también basados en ganarse el pan con el sudor de su frente y el derecho a sudar acabaron convirtiendo al trabajo en la pala que abrió su tumba por no querer reconocer a la humanidad el derecho a la pereza y desde esa pereza cada cual encontrarse consigo. No llegaron las alternativas que quisieron romper la historia y más hacer habitable y sociable el mundo en el que vivían, romper con la maldición divina del libro de los judíos y volvieron la historia del pecado y del castigo. No respetaron el derecho de la población a que en contribuyendo a la subsistencia general pudiera hacer lo que le viniera en gana siempre y cuando no faltara qué comer a nadie.
En el devenir de más de estos más de cien años se han sucedido tiempos de paz y de guerras y de dictaduras más o menos reconocibles. Gobernados por los perdedores pusilánimes de las guerras o por quienes dejaron morir la dictadura en la cama, en este tiempo se ha tratado de quemar las herencias políticas y sociales recibidas y toda la estrategia social se fue soportando en el trabajo. Habiendo trabajo todo funcionaba en medio de una cierta bonanza en la que pudieron controlar los ajustes hasta mantener un sistema social coherente con algunos resultados sociales. Pero en este acaecer toda la actividad humana se ha transformado en trabajo remunerado y esa misma condición pervierte el sistema, porque el sistema se derrumba con la falta de trabajo: con el paro y la miseria que se expande entre las clases sociales más bajas al margen del derecho a la pereza.
Sin duda el mundo capitalista y propietario de los medios de producción se ha reconvertido y ha cambiado y ha implementado sin darnos cuenta un nuevo sistema en el que no está protegido nada más que el dinero y solamente a quien tiene dinero parece le beneficia con el derecho a la pereza en el más amplio de su sentido, porque son las única personas que además curiosamente utilizan su derecho a la pereza, su no obligación de trabajar para atender las obligaciones de mantenimiento de la subsistencia del común: en engordar sus bolsas de dinero.
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Aunque sin duda no se puede dar a corto plazo procurar un cambio del sistema en su conjunto, desde ese derecho a trabajar en lo que queramos, unas de las primeras necesidades que hemos de atender es necesario colocarnos en disposición de rechaza el consumo por el consumo y luego la de tratar de reconvertir la pereza de la población en diligencia personal. Hemos de aprender a construirnos individualmente para cambiar el sistema colectivamente. En la medida en la que el trabajo exigido sin producir el agotamiento que en definitiva anula el derecho a la pereza, bastará para hacer del tiempo libre y del tiempo de ocio algo deseable de vivir y de compartir.
Nos quedan muy pocas oportunidades de hacer nada. En la red del sistema se han cerrado todos los espacios y todos los caminos para ejercer el derecho a la pereza. Está dispuesto que hemos de trabajar hasta el límite soportable y en el momento de disfrutar del tiempo libre y organizar nuestra pereza no lo podemos ejercer sino con diversiones pasivas en las que estamos como decorados o espectadores.
La única clase que tiene derecho a la pereza, es decir: esa parte de la sociedad que por sus circunstancias económicas no tiene la obligación de trabajar para vivir, puesto que su cuota parte del trabajo se la hacen otra parte, aquella clase social que vive de sus rentas o de las plusvalías del trabajo de quienes culturalmente se conforman con que sus hijos vayan a la escuela y en todo caso si se forman en algo que se formen para trabajar, su educación y su impregnación cultural estaba enfocada a vivir en el ocio y a preocuparse de actividades que socialmente no sirve de nada, salvo para dar brillo a una sociedad hipócrita. Esta holganza es admirada y justificada sin importar que parasiten la sociedad.
Sin embargo quiero también defender que: quien quiera trabajar que trabaje. Cuando alguien que ya dispone de lo suficiente para vivir o que más que trabajar para vivir y vive para trabajar y ocupa otros trabajos en cualquier actividad con la que parece que no dar valor a su trabajo y que lo regala o que lo cobra a un precio conveniente, si se critica esta conducta por ser socialmente perjudicial porque lleva a quitar un puesto de trabajo para otras personas que viven de hacer ese trabajo yo no estoy de acuerdo porque si así fuera bastaría con que no trabajáramos nadie para que no nos faltara un trabajo a nadie y esta contradicción tan fragante no haría sino confirmar todo lo que se propone en esta obra. 
Sobre todo, si se puede llegar a conseguir trabajar lo necesario para vivir, en el futuro habrá felicidad y alegría de vivir. Aquellas personas que optaran por estar con los demás sin hacer nada más que estar también tendrían un poco más rato para labrar y sembrar relaciones en la sociedad intercambiando vida y también les asistirá el derecho a vivir.
Vivir con dignidad y envuelto en la pereza resulta muy barato.

viernes, 27 de febrero de 2015

El ocio

Hemos visto en los inicios de esta obra que en esta civilización judeo-cristiana que determina nuestras vidas y conciencias nos ha condenado a una parte importante de la humanidad, a trabajar con la excusa de redimir un pecado y también en las civilizaciones orientales el trabajo se entiendo como una manera de realizarse las personas.
Enfrentarse al sistema y en menoscabo de esta civilización cuyo uno de sus puntales básicos es el trabajo es imprescindible que además del tiempo de descanso se conquiste un tiempo de ocio para que en ese tiempo en el que no se tiene nada más que hacer que lo que dicte la propia voluntad.
El trabajo es valioso porque puede satisfacer nuestras obligaciones de subsistencia y nuestras necesidades materiales y  no porque el trabajo sea bueno en sí mismo y mucho menos significando el cumplimiento de una condena que se ha interiorizados en nuestras conciencias si no que con la organización racional del trabajo sería posible generar tiempo de ocio sin perjuicio del buen desarrollo económico con el que poder cumplir con las obligaciones y necesidades humanas.
El ocio de todos, no el ocio de unos pocos.
El tiempo de ocio es esencial para las personas.
    Cultivar el ocio es el futuro de la humanidad.
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De la calidad del ocio que se cultive dependerá la calidad del futuro.
En la medida en que estas afirmaciones son ciertas en el mundo moderno, es una condena de nuestra civilización que desde la educación medrosa que se cultiva en las familias, desde la educación sometida de la escuelas, desde la transmisión de las necesidades en fomento del consumo que impone el sistema económico, no se potencie el tiempo de ocio como un derecho por las posibilidades que ofrece a las persona reforzar sus capacidades y competencias desde los gustos que potencian su actividad y que generan sus ilusiones y esperanzas vitales.
El tiempo de ocio es aquel que utilizan las personas para dedicarlas a sí mismas principalmente a cultivar su propia identidad y eficacia, en su provecho y en de su entorno familiar o social sin pensar en su rentabilidad. Ese tiempo indeterminado en el que tenemos fuerzas y voluntad para hacer y podemos hacer lo que nos dé la gana aunque no sirva para nada más que nuestra satisfacción personal.
Casi siempre se confunde los tiempos de ocio y los de descanso.
Para no equivocar este mensaje alternativo no podemos entender el tiempo de ocio como aquellos espacios temporales normalizados que tenemos en la actividad laboral para descansar y expansionarnos: unas horas tras la jornada laboral, periodos diarios semanales o unas semanas para vacaciones al cabo de cada año. Tiempos que no dejan de ser espacios con los que cubrir las necesidades de descanso y al que habríamos de llamar de tiempo libre.
El tiempo libre y de descanso, en estos tiempos es más amplio que lo que ha sido nunca en la historia donde resultaba escandalosa la idea de que los trabajadores pudieran disponer de tiempo en el que holgar. Trabajar y solo trabajar, salvo por las inclemencias y las estaciones, se traducía de una visión de la vida humana que ha acarreado durante siglos, que desde la infancia para todas las personas sanas la jornada normal de trabajo fuera de sol a sol. No obstante, en la actualidad el tiempo libre y de descanso es muchas veces es tan escaso y tan intempestivo que no permite un tiempo de ocio: salvo de una forma un tanto compulsiva y exenta de racionalidad. El sistema ha confundido en su beneficio los tiempos de ocio y los de descanso  de tal manera que tratando de introducir el ocio en el descanso, el ocio ya no tiene capacidad de ser activo. En esta confusión ha procurado nada más que un banal entretenimiento o un estrés que sustituyen al descanso. Esta confusión de unos tiempos con otros supone que se han convertido en un nuevo nicho mercado que sirve al sistema económico y social,  capaz de crear nuevos trabajos ficticios y que además en último extremo vuelve a ser una nueva forma de control social y de pastoreo.
En esa educación en la que han de trabajar tanto para que mañana tengan trabajo tampoco le deja a la infancia mucho tiempo de ocio que también se torna en obligación. Es bastante extraño, que mientras los padres desean una educación para sus hijos que ha de servir para encontrar trabajo de mayores hacen que de niños trabajen tanto que no les dejan tiempo para civilizarse. De todos los padres se ha llegado a conseguir que en realidad les disguste el ocio incluso para sus hijos y han convertido el tiempo de ocio de la infancia en tiempo de trabajo y de obligación. Incluso si en el divertimento en la ocupación del tiempo libre en la relación con sus compañeros en sus recreos el niño juega al fútbol automáticamente los padres inician la ensoñación según la cual el niño acabara ganándose la vida de futbolista.
De  los jóvenes que tienen aficiones personales que no sirven para ganarse la vida en el día de mañana pensamos que están perdiendo el tiempo y si bien los hemos criado entre algodones la realidad es que los hemos dejado indefensos y sin recursos ante una sociedad futura de ocio activo y constructivo que además le aboca a la apatía y la decadencia. Jóvenes a los que les hacemos representar el papel de que sea los aprendices de lo que nosotros no aprendimos y de que adquieran las experiencias que a nosotros no nos han servido para nada, si acaso para hacernos peores personas. Esta realidad la podemos constatar, pero históricamente: al hombre se le ha educado y se le ha inducido a que aproveche su tiempo para que el día de mañana saque algo de provecho.
Tampoco a los jóvenes les permitimos que trabajen su ocio.
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     La población que trabaja está muy concienciada de que ha de dedicar una parte importante de su vida a trabajar para comer y que además si puede trabajar un poco más mejor comerá e incluso podrá ahorrar. También una parte importante tiene asumido que un tiempo de ocio para sí misma no se lo puede permitir y disfrutar, más si cabe: cuando en realidad tiene que trabajar.
Todos es un producto de la civilización y de la educación.
Cada vez que pretendo explicar que las personas hemos de disfrutar de más tiempo de ocio todas me dicen que estos tiempos no son como los de antes y que la gente se entretiene con cualquier cosa y que cuanto menos esfuerzo le requiera el entretenimiento más le satisface. Para contrarrestar mis ideas me argumentan que si no fuera más que por la estricta necesidad nadie querría trabajar, y que mejor que trabaje, que si no la gran mayoría se convertirían en seres amorfos a los que además no quedaría más remedio que dignificamos en su decadencia. Dicen que nadie hará el esfuerzo de tener un ocio que construya su persona.
No estoy de acuerdo nadie se niega a hacer lo que le desea hacer.
Desde niños nos educan en el ocio pasivo y el entorno cultural y social fomenta los divertimentos basados en las fiestas populares de contenido absurdo cuya única calidad es que son tradicionales y gratuitas y en los espectáculos de masas: deportivos y festivos con los que tratamos de suplantar la sensaciones de satisfacción que tiene la sociedad de la realidad del bienestar social existente.
El sistema entiende que ha de tener el ocio en su oferta social y cierra el círculo para satisfacer las necesidades sociales. Para ello produce un ocio con el que poder ocupar los tiempos de descanso y esparcimiento en grandes cantidades y a muy bajo coste sobre todo de manos de la televisión, el futbol y los grandes acontecimientos que hace que la población receptora indiferente disfrute del ocio de una manera pasiva pero que en el fondo las insensibiliza y embrutece y si acaso le mueve: aquellos sentimientos aquellas pasiones que al mismo tiempo el sistema les ha promovido.
Sin una cantidad considerable de tiempo de ocio, entendido como ese tiempo que cada persona se dedica a sí misma, el género humano se ve privado de muchas de las mejores cosas que le proporciona la vida: alimentar su propia existencia. Ya no hay razón para que el grueso de la gente haya de tener rescindido esos tiempos propios por causa de un trabajo que exige muchos trozos de vida y de descanso.
Ahora que ya no es necesario, solamente una profunda estulticia social, nos llevará a seguir insistiendo en trabajar más de lo necesario para vivir y atendernos unas personas a las otras y entre todas mantener en entorno en el que vivimos. Resultará definitivamente estúpido si en el mundo en el que vivimos con el futuro que nos espera y se presiente, en el que los planteamientos del trabajo que se tienen: no se sostienen, que no se contrapongan los tiempos de ocio a los tiempos de trabajo.
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 La falta de tiempos de ocio nos ha idiotizado en la medida en la que no participamos en los asuntos del común en los aconteceres políticos. Es la principal consecuencia que ha tenido la escasez del tiempo de tiempo para participar en la organización social, y en nuestra ausencia, nos han convencido de que tenemos tanto que trabajar y descansar que que no nos queda un rato para preguntar ¿a qué viene tanto trabajo...?
 La forma más rebelde de desactivar el trabajo y activar los espacios de ocio es dedicarse permanentemente a labores altruistas en nuestro entorno sin más interés que la satisfacción personal y la de crear medios y ambientes más humanos a nuestro alcance.
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miércoles, 28 de enero de 2015

El P.I.B. y las exportaciones.

Al parecer todo lo expuesto en los capítulos anteriores se cae por su propio peso porque en su argumentación no se tienen en cuenta dos elementos esenciales, hasta el momento ni siquiera se han nombrado, y que la inteligencia del sistema les ofrece la mayor importancia.
* El Producto interior bruto y el crecimiento exigible de su total, que dicen garantiza que se cree y genere riqueza y puestos de trabajo. Un P.I.B. del que los expertos economista dirán que se derrumbaría en el intento que se plantea y que arrastraría consigo el bienestar social.
* La exportación de bienes y servicios y la elemental y necesaria competitividad para en consecuencia vender al exterior los productos con los que equilibrar la balanza de pagos, y produciendo brutamente, no tener necesidad de importar lo producido en otros lugares.
Para soportar las ideas que se plasman en esta obra en sus aspectos económicos, que en principio creo que no son lo más importante de esta opción vital para las personas, serían precisas otras que trataran sobre la cuestión y explicaran los puntales requeridos. En esta esbozaré algunas refutaciones para que quien quiera profundizar que profundice.
El P.I.B.
Este es el dato básico para entender y relacionar de manera sencilla la realidad de cualquier organización económica a pequeña o gran escala. Es el total que cualquier economía de una población es capaz de facturar en un periodo concreto y generalmente se refiere a un año.
     En este montante general se incluyen la suma de todas las actividades económicas, una parte importante de ellas inútiles socialmente.
Es tan importante este dato que en realidad no calibra: el bienestar y la satisfacción social de la sociedad que produce y consume.
Aunque existen muchos interrogantes de cómo se calcula este dato, es sabido que contiene muchos aspectos de ineficiencia del sistema que no se debieran incluir y que sin embargo incluyen su valor en positivo. Sería preciso racionalizar este total, que generalmente es un objetivo al alza y procurar sus partidas con otra estructura y otro equilibrio.
Todo se calcula y se objetiva en el sistema en relación a este índice:
·        El crecimiento.
Que siempre se dice sostenido.
Para el sistema todo depende del crecimiento económico al infinito, aunque se sabe que es imposible y que la realidad es que: en bien de la humanidad, tiene que ha de bajar una proporción muy importante.
·        El endeudamiento:
El índice de deuda con relación al P.I.B marca unos límites de hasta dónde puede adquirir créditos el común y gastar más que lo que ingresa si las circunstancias o los ajustes lo determinan. Este índice es muy elástico según para quien se endeuda y de que quien tiene la capacidad de emitir moneda que luego lo soluciona a cuenta de devaluarla.
Los derechos de los acreedores son anteriores a todos los demás.
·        El déficit de los gastos del Estado:
Diferencia entre ingresos y gastos públicos.
Proveer los ingresos en función el coste de las necesidades o  velar por gastar menos de lo que se ingresa y cuando por las circunstancias que fueran se gastara más de lo que hay, determinar hasta qué límites.
Cubrir unos derechos y/o necesidades sociales o guardar otros.
Pero lo importante de este P.I.B. no se comenta ni especifica:
·         La participación de la fuerza del trabajo que en definitiva es la herramienta que producen el resto de las facturas y que sin ella las otras producciones no son posibles y el P.I.B. resultaría ser igual a cero.
·         La participación del Estado en el total del producto interior y que lo administra principalmente para mantener un sistema basado en su propia pervivencia y en el trabajo que esclaviza a quien trabaja.
·         La participación de las rentas de capital e inmobiliarias a cuyos intereses están subordinadas todas las estrategias de las inteligencias financieras y que son las que penetran en el discernimiento económico.
·         La parte de esta factura que es innecesaria, que solamente sirve para el mantenimiento de otras rentas y otros intereses que no son los sociales y que supone una carga para la población.
·         Las partes de este P.I.B. que quedan o quedarán abandonadas, que en su momento fueron contabilizadas. Inversiones que se hicieron pensando que serían aprovechadas para las generaciones posteriores de las que sin embargo no sabíamos que es lo que iban a necesitar.
Las importaciones y las exportaciones.
Vivimos en un mercado global en el que se puede comprar lo que se quiera, donde se quiera, sin límites de ninguna clase. Esta virtualidad es un síntoma del progreso económico de las últimas décadas.
Esos dicen los modernos.
Se ponen en el centro de la discusión estos flujos de productos en un espacio concreto, en aras de un mundo abierto en el que existe una libertad selectiva de tránsito de las personas pero que sin embargo hay una suelta plena para los bienes y bienes y servicios. Estos dos aspectos económicos son la base sobre las que se soportan los argumentos para bajar el valor del trabajo en beneficio de una hipotética competitividad.
Si hacemos un pequeño cuadro de lo que suponen estos aspectos en la contabilidad nacional y la trascendencia que tienen socialmente, veremos que es una gran mentira soportada en otras tantas falsedades que se muestran con una lente de un solo foco.
Datos Instituto Nacional de estadística provisionales año 2012.
Producto interior bruto a precio de mercado...       1.063.000.000.-
Total de importaciones de bienes y servicios...         330.251.000.-
Total de exportaciones de bienes y servicios...         321.819.000.-
     Estos son los datos que generalmente se ofrecen y sobre los cuales se reflexiona y planifica para convencer a la población de que hay que trabajar más por menos para abrir definitivamente nuestros productos al mercado exterior. Dentro del sistema, los sabios que dictaminan sobre la realidad, cuando hay más exportaciones que importaciones dicen que las cosas van bien y por el contrario las cosas van mal.

Estos datos significativamente en bruto nunca se trasladan al papel para su reflexión y análisis de la siguiente manera:
·        Importaciones de bienes que no se tienen entre los recursos propios y que hay que demandar mientras no haya alternativas.
·        Exportación de recursos que se tienen de manera natural y con experiencia adquirida durante años a los apenas afecta la competencia.
·        Margen de ahorro de los productos que se compran fuera y se pudieran producir en el interior con un poco de desarrollo productivo.
      Los sabios economista nunca dicen que por suerte no se puede comprar felicidad en ninguno de esos puntos en los que se puede comprar cualquier otra cosa, por la sencilla razón de que no la hay más lugar en que comprarla que en nuestra propia organización social. Tampoco cuentan que con esos flujos de producto de aquí para allá también se acarrean las circunstancias que los rodean y afectan directamente a regreso social y a una parte de su población sumida en la pobreza. La competencia real que se mantiene con lugares de los que procede una parte de esas importaciones, tienen el siguiente entorno:
-   Condiciones laborales esclavistas.
-   Escaso salario personal y ningún salario social.
-   Horas de trabajo limitadas por la perpetuidad.
-   Legislación laboral propia del siglo XIX.
-   Relación: tiempo, salario y productividad que resulta siniestra.
 
Hay otro aspecto de las importaciones y exportaciones que con una cierta cadencia cíclica entran a formar parte de una realidad económica de los espacios económicos concretos y nacionales que se han superar con la organización de trabajo. No trasiegan bienes y servicios.
Acarrean personas y enmascaran la realidad cambiando de nombre:
-          Inmigración: llegan tratando de encontrar un puesto de trabajo.
-          Emigración: van a otros lugares en los que poder trabajar.
Los ciclos económicos, atalaya desde las que directamente se regula el poder de la fuerza del trabajo y cuyas escalas ponen límites a su valor, durante unos periodos convierten a las economía en receptores de mano de obra y en otros en lo que se da la vuelta a la situación desecha una parte de esa fuerza de trabajo y conmina a los jóvenes a salir fuera a buscar trabajo. En estos tiempos se vuelve a utilizar una nueva mezcla de estas dos visiones de la economía: exportar e importar mano de obra. Para evitar males mayores, las voces de sistema se dedican a animar el trasiego forzoso de personas de un lugar a otros escapando de la miseria y buscando trabajo como si se tratara de una aventura que merece la pena vivir. Al parecer la humanidad le tiene tanto miedo al hambre que siempre busca la subsistencia por el camino más difícil.
Pronto volveremos a hacer canciones a las gentes que buscando el pan se fueron y soñaremos con que un día volverán a su tierra.
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lunes, 19 de enero de 2015

Otra realidad del trabajo

La rotación de las personas en los trabajos y de diferentes trabajos entre distintas personas daría un enriquecimiento interior a las personas y una eficiencia al trabajo que ahora mismo es inimaginable. Además esta opción resultaría ser un buen modo de dar disposición y solvencia con las que tener mejores condiciones para defender su trabajo a las personas que han de trabajar. Sin embargo, es una siembra imposible: nadie puede hacer germinar una semilla que no tiene y cuando los trabajadores se aferran a su puesto de trabajo limitan sus capacidades y entre el aburrimiento y la abulia quedan estériles.
       En la vorágine espantosa de este mundo, en la conciencia social se sigue considerando un bien la conquista de la estabilidad en el trabajo. Con esta inmovilidad al parecer es la única manera de que se pueda vislumbrar y planificar un futuro: un trabajo para toda la vida. No hay cosa peor que defender el puesto de trabajo tan indefinido que incluso el trabajador quiere dejar en heredad a alguno de sus descendientes. Este es el sueño y el recurso de los timoratos, con miedo abrasador a perder el trabajo y con los que las empresas o instituciones con tintes paternalistas quieren comprar la vida entera de sus trabajadores.
       El otro día entre en las oficinas centrales de la Caja Agrícola.
      Hacía treinta años que no entraba en aquella casa y entonces lo hacía a menudo. Puerta principal, a la izquierda en cuatro pasos un mostrador, tras el mostrador la misma mujer que hace treinta años. Entonces joven y ahora mayor, tan mayor que me ha alcanzado y ya es de mi ti tiempo. Yo no veo más que a una mujer en una madriguera a la que ha ido a protegerse durante toda su vida laboral porque allí se siente segura y mejor que nadie sabe qué hacer. Un trabajo altamente cualificado. Una mujer que ha conocido: la centralita telefónica, el telégrafo, el fax y el correo electrónico y que en su potro de tortura no ha sentido más dolor que cuando le cambiaban la silla.
      En el interior del alma proletaria subsiste esa ideología burguesa por la que no se puede rechazar la mano que te da de comer y el menestral ha de estar allí donde dios disponga y la mano te mande. Una manera de entender la vida laboral que perjudica muy gravemente a quien ha de trabajar y que lleva a perder su vida a trozos a quienes no les importa perderla porque para nada les vale.
       La realidad viendo el trabajo desde otra perspectiva, es que desde esa estrategia falaz e ineficiente del trabajo para toda la vida se han abierto unas diferencias tan enormes entre quienes tienen trabajo para toda la vida y quienes no lo tienen. Porque esta misma circunstancia se extrapola entre quienes están trabajando en un sector o en otro, entre los que tienen una edad u otra y tiene sus consecuencias. Por lo tanto entre quienes trabajan hay una lucha solapada con quienes no trabajan y han de llegar a un acuerdo en el que se repartan el trabajo y sus rentas, con independencia de cómo actúen el resto de los factores económicos.
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Si miro la realidad económica desde una perspectiva de los últimos cuarenta años que es de los que tengo referencia propia, compruebo que pesar de que el sistema está inventando productos nuevos cada día a la vez que descubre nuevas necesidades, los bienes y servicios básicos que se producían entonces es muy parecido a los que se producen ahora.
       La producción tiene en la actualidad mayor volumen y complejidad, pero en realidad y desde la observación de los productos y servicios importantes: los de atención a las necesidades humanas, con el paso del tiempo son prácticamente los mismos.
       No obstante el mundo no ha podido ni necesitado duplicar ese número de productos y servicios importantes e imprescindibles, y sin embargo, ha llevado a la población a trabajar el doble de lo que trabajaba antes de estos tiempos nuevos. Los hombres siguen trabajando ocho horas y las mujeres, como un trofeo en su batalla por la igualdad las han de trabajar también si quieren tener una autonomía financiera.
       Pero también trabajan mucho más que el doble las cantidades ingentes de población de países a los que consideramos en vías de desarrollo que han pasado de justamente de procurar su subsistencia a producir para el resto del mundo sin más razón que incrementar el poder y las riquezas de sus clases dirigentes y mal seguir subsistiendo.
       Y teniendo que trabajar tanto por ahora nada se ha solucionado.
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Hemos de observar la realidad desde el hecho que desde el mundo empresarial tampoco llega la solución a los problemas de mundo del trabajo ni de quienes necesitan trabajar para supervivir. Solamente crean trabajo en aquellos lugares el los que puede mover capital con arreglo a sus condiciones y hacer valer su capacidad de gestión e implantar un saber hacer que nada tiene que ver con mejorar la productividad real.
       Las cantidades de dinero que disponen: los bancos centrales, las grandes trasnacionales, y la industria financiera con la grandes fortunas, los fondos de inversión, unido a los ahorros de sus cómplices infiltrados en la sociedad, son tan ingentes e incalculables que salvo excepciones, es imposible que las personas corrientes, con proyectos normales, sean capaces de emprender o colaborar en ganarse la vida de una manera racional sustentando su existencia en el trabajo.
       Los empresarios cuando por razones que no tienen nada que ver con el mundo de trabajo se ven incapaces de hacer sus inversiones en los lugares donde han acumulado su capital, con la aquiescencia el orgullo y el apoyo de los gobiernos ve van a hacer esas inversiones, a promover los grandes proyectos de creación de puesto de trabajo, a crear riqueza, a otros países en los que la mano de obra es más barata.
      Entonces se habla de expansión y diversificación.
      Aunque en realidad se le ha de llamar deslocalización.
      Productividad es incrementar y abaratar los costes de mano de obra.
      Difícil es soñar con un puesto de trabajo digno y para toda la vida.
      Mientras tanto en este estado de cosas desde los departamentos de recursos humanos piensan cómo cebar la ambición del trabajador que no es otra que ganar más dinero con su esfuerzo más sostenido en el mismo tiempo. Aunque hace casi un siglo que Estajanovich ideó la herramienta para dar una nueva dimensión al trabajo, en estos tiempos las primas de producción para quien trabajar con mayor tensión de la requerida con normalidad son las que además fijan in-crecendo los objetivos de la cantidad de trabajo a realizar. Trabajadores que en plenas facultades para trabajar en perfectas condiciones y en virtud de su derecho y ambición, no son capaces de llegar a ver que a medio plazo cuánto más esfuerzos hacen en el trabajo menos valor tiene para quien le paga. No obstante exigen al resto de sus compañeros, los demás trabajadores, que como ellos hagan la cuota parte de trabajo que les corresponde para ver reconocido su mismo derecho ante quien paga, sin darse cuenta que cada  día son más los que están mirando y contado y controlando lo que hacen y que son los mismos que mañana les dejaran sin trabajo.
       Y sin embargo la gran mayoría de los productos y servicios que consumimos la población, se hacen muy cerca de nuestras casas y de nuestras vidas y se pueden resolver a pequeña escala. Actividades en las que nada tienen que ver los flujos mundiales ni el valor de la moneda.
                                                                                           
Es trabajo de unos, recíproco con el trabajo de quienes están cerca.
-  Asistencia sanitaria.
-  Cultura y enseñanza.
-  Escuelas y universidades. 
-  Cultura, ocio y entretenimiento.
-  Servicios y mantenimiento.
-  Comercio, alimentación.
 

Datos de Instituto Nacional de Estadística a 31/12/2011.
 
Total salarios por cuenta ajena
      508.620
 100.00%
Salarios Administración
142.962
28,11%
 Salarios Comercios.
120.605
23.71%
Salarios Industria y Energía
103.405
20,33%
Salarios Servicios,
45.711
8,99%
Salarios Construcción.
42.356
8,33%
Salarios Culturales y Ocio
26.805
5,27%
Salarios financieros
22.066
4,34%
Salarios Agricultura.
En millones de euros.
 4.700
0,92%
 
 
    En un somero repaso a estas estadísticas hay cosas a tener en cuenta:
- Mucho más del 80%  de los trabajos se prestan en actividad interna, a la que no le afecta su relación y/o dependencia con el exterior.
- En torno al 25% de los salarios correspondería a trabajos inútiles.
- Resulta muy curioso las escasas rentas que genera el sector de la Agricultura y de la Ganadería que crece año a año durante todo el siglo sin llegar a alcanzar el 1% de los salarios. Más si cabe sabiendo que los 727.900 trabajadores tienen con una renta media anual de 6.464 euros.
- Las rentas salariales del sector de la construcción suponen un total de 1.378.800 trabajadores a los que les procura una renta anual de 30.700.- euros. Cinco veces las de la Agricultura y de la Ganadería.
- En el sector financiero y de seguros, que parece que no existiera en el ambiente, supone una parte importante de la actividad laboral.
Ninguna de estas circunstancias es casual ni inocente.