lunes, 27 de enero de 2014

El consumo


   El verdadero motor de todo el sistema es el consumo.
      Resulta evidente que sería mejor que quien trabaja gaste el dinero aun cuando lo gaste en bebida o en espectáculos o en otras tantas cosas sin sentido que tienen tanto sentido para quien las gasta. Quizás si profundizamos un poco, el propósito social básico del trabajo radica en el consumo que unos hacemos para satisfacer nuestras necesidades de lo que producen otros.
       El consumo significa dar salida a los servicios producto del trabajo, que nos hacemos unas personas a otras y que de buen grado los aceptamos para dar satisfacción a nuestras necesidades. Las personas, racionalmente, tratamos de satisfacer aquellas necesidades reales sin demasiados aspavientos, sin embargo el sistema necesita que se consuman de aquellos servicios que se planifican y producen en las alturas a gran escala y con grandes florituras y engaños.
       El consumo es lo que propicia el trabajo y como ya hemos visto en páginas anteriores, con el trabajo todos los demás factores entran en movimiento y por lo tanto el consumo no tiene por sí mismo un componente absolutamente negativo. Quizás, en nombre del progreso se pensó demasiado en la producción y demasiado poco en el consumo, y como consumidores debiéramos exigir que se produjera lo que consumimos. Evitar que se produzca independientemente del consumo y después tratar de inducirlo en los hábitos sociales para poder decir que quien consume es el que tiene la libertad de elegir.
       Porque, aunque ocultas, existen grandes divergencias entre las necesidades sociales e individuales de la población con respecto a los objetivos de la producción de lo que se consume. Esta disparidad es lo que hace que a los hombres les resulte tan difícil pensar con claridad en un mundo donde el consumo se torne racional y más cuando la obtención de beneficios en la producción es el incentivo de la industria que nos dirige a consumir en función de sus intereses.
      Y de animar el consumo lo predican los unos y los otros.
      Los unos para que les compren y les quede dineros.
      Los otros por el derecho de tener para gastar.
      Pero el consumo tal como se ha dibujado desde el sistema también es otra religión en la que nadie se cuestiona sus principales dogmas. El primero de ellos: culo veo culo quiero y otros de la misma especie, que arrastran a las personas hasta el punto en el que se dan cuenta de que para consumir es necesario el dinero y que para conseguir el dinero es necesario trabajar.
       El mayor problema no es creer en dios sino que dios no existe.
       No existe si no se tiene dinero.
       Bendito consumo.
       Resulta evidente que quien trabaja pueda gastar lo que ha ganado en lo que más le apetezca. Sin duda que un mileurista trabaja porque tiene la convicción social de que un poco de dinero lo puede todo y puede gastar dieciocho céntimos de euro por minuto, en otro caso, no trabajaría por ese puñado de euros que le exprime la vida,

Nadie puede ser autosuficiente en sus necesidades aunque la suficiencia y necesidades de tan subjetivas como son, siempre ha sido imposible medirlas.
En estos tiempos en los que las autoridades acusan a la población de haber gastado, de haber consumido más de lo que permitían sus posibles en un afán por ser lo que no eran, aunque se lo merecen todo, de lo que se olvidan es que quien gastó, gastó lo que ganaba y lo que pensaba ganar en el futuro.                                                    
       Los gobernantes ya no recuerdan que sus súbditos al gastar cuando gastaron aunque fuera más de las cuenta, trasladaron su dinero a otros, que su gasto generó empleo entonces, y mientras estuvo consumiendo puso otro tanto como gasto en los bolsillos de los demás que felizmente lo ingresaron. Porque el consumo supone sacar tanto dinero como por otro camino va a entrar y siempre hay a quien beneficia.
      
       Yo soy amigo del consumo y siempre trato de consumir por todos aquellos lugares por los que paso. Creo que el movimiento se ha de procurar con el consumo que ha de ser en gran medida un consumo que lleve carga de trabajo, y más que de trabajo: de medio de vida, y en menor medida valor añadido de los otros factores.
       Soy de los que creen que hay que potenciar el consumo, pero el consumo de aquello que no gasta más que relaciones sociales, aquellas que además son unas relaciones que cuanto más son consumidas más satisfacciones trasladan.
       Es el consumo con el que se ha acabado en estos tiempos.
       Es muy posible que un nuevo sistema se pueda soportar también en el consumo, pero un consumo diferente al que proponen dentro del actual sistema quienes tienen necesidad de rentabilizar sus inversiones, conseguir interés de su capital, al consumo que se diseña desde las prioridades marcadas por entendidos que no son capaces de gobernar lo que desconocen y que solamente buscan mantener un estatus de poder absoluto sobre los ciudadanos.
       Porque hay muchas clases de consumo que en definitiva son las que determinan el alma de la sociedad en la que vivimos sea de una manera u otra. Una sociedad que se reconstruye en ocasiones con el consumo y que en todo caso se forja por manejar y cambiar.
       ·    El que se realiza en el entorno y en la calle, en las aceras, cerca de la gente y que al realizarlo aumenta las relaciones humanas porque hablamos y empatizamos con los demás:
       Sociedades, actividades populares, bares, cine y teatro. 
       ·    El que se realiza a gran escala una vez cada cierto tiempo y que además compromete la capacidad de consumo de tal manera que durante mucho tiempo no permite gastar en otras cosas pequeñas.
       Por ejemplo: con la compra de un coche se consume el noventa por ciento de lo que se tiene para consumir en los próximos cinco años de otros productos más livianos.
      Y hay dos conceptos de consumo.
      ·         El de las pequeñas cosas que se compran a gente cercana y que además aprecia la fidelidad y lo agradece con una sonrisa.
      ·         Y el de las ofertas de las grandes economías de escala en los que la apariencia de buen precio es más determinante en la compra que la necesidad real.
Hay dos modelos de consumo que vienen potenciados sobre todo por la diferenciación del producto, por las marcas y la publicidad:
      ·         Pequeños productores, comercio especializado.
      ·         Grandes superficies, cadenas, franquicias.
      Pero no me cabe duda de que el consumo que se va a producir en los próximos tiempos es el consumo de ocio.
      ·         Ocio popular en el entorno. Una manera de entender el entretenimiento y las relaciones que ayude a darle vida a la sociedad y que a menudo exija de la participación de quien lo disfruta.
      ·         El ocio que se amasa para las masas, que consigue entretener al ochenta por ciento de la población de una sociedad inerte. Los grandes espectáculos. Viajes y fiestas de contenido comercial.
 También el consumo tiene aspectos diferentes según sea el contenido determinante de lo que se consume.
       ·         De valor añadido humano de calidad.
       ·         Aprovechamiento de fuentes de la naturaleza.
       Si hubiéramos optado por un consumo con las primeras características de estos apartados, hubiéramos producido menos y consumido más que lo necesario. Y sin entrar en costes puesto que si entráramos sería de suponer que concedemos poca importancia al goce y a la felicidad sencilla y no juzgamos la producción por el placer que da al consumidor sino por su coste.
       Teniendo en cuenta la recesión económica que nos lleva y las nuevas circunstancias que se han creado, espero que a la población nos lleve a reflexionar sobre todos estos aspectos que tiene el consumo y que determinan los derroteros sociales. La población para seguir su andadura y valorando el bien común habrá de pensar que las necesidades se han de calibrar y sopesar mucho más que lo que se han sopesado y calibrado en las últimas décadas en las que nos han inducido a seguir caminos equivocados. Quizás se mirarán en las conductas y hábitos y en la manera de pensar de los llamados alternativos que tan denostados han sido en los últimos tiempos.
Pero la realidad, para qué nos vamos a llevar a un engaño que nos enloquezca y nos haga perder la perspectiva, es que la mayor cuota de consumo en la actualidad es el pago de intereses y amortización de las deudas de la población. Una  realidad que significa devolver trabajo, consumir trabajo del que se realizó hace tiempo y ya no queda para consumir trabajo del que se hace ahora.
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