En el año 1984 leí una obra que no recuerdo cómo llegó
a mis manos ni quién la puso para que la leyera y así provocarme un rato. Entonces
me urgía mi denuedo por comerme la vida a dentelladas. Quizás llego cuando
todavía era demasiado joven para entender ciertas cosas del mundo que me
rodeaba y que me prometía cualquier cosa que me imaginara. Era por aquel tiempo
cuando me preparaba para entrar a trabajar en una gran empresa y dar un cambio
a mi vida.
La obra en cuestión es: El principio de Peter
El autor era un americano llamado Laurence J. Peter.
Escribo de memoria lo que quedó en mi cabeza de aquel
principio y que se resume: En las organizaciones
humanas cada cual asciende hasta alcanzar su grado de incompetencia. El autor determina que esta es la causa por
la que sin remedio casi todo funciona bastante mal: social y económicamente, porque
al correr de tiempo todo está dirigido por incompetentes. Aunque tenía otras
variables este principio sencillo quedó gravado así en mi saber y me ha servido
para rotos y descosidos.
Lo cierto es que algunos de los argumentos, las
descripciones, las conclusiones a las que llega este autor en esta obra me
impactaron y en estos años las he utilizado para analizar el mundo que me rodeaba
tanto en su lado público como privado, empresarial o cotidiano. También este
principio lo he tenido en cuenta para
analizar a muchas de las personas y de las responsabilidades que me he
encontrado en las diferentes empresas y organizaciones sociales por las que he
pasado. Reconozco que he podido comprobar que en muchos casos el Principio de Peter
se cumple a rajatabla y los ejemplos en los que se refleja son un derroche de
trabajo y una gran insatisfacción para quien está obligado a trabajar.
Estaba editada la obra el año 1957. El mismo año en el
que yo nací.
Ahora me doy perfecta cuenta que para cuando yo llegué
al mundo este autor ya sabía más de la vida y las relaciones humanas que lo que
yo he conseguido aprender hasta a fecha. Entre otras, esta obra junto con Utopía
de Tomás Moro de la que un extracto aparece al inicio de esta obra y Bertrand
Russell en su Elogio a la ociosidad que se resumen las páginas finales
son los tres pilares que soportar esta obra.
Posiblemente, en el fondo esta sea de las causas por
las que a lo largo de mi vida nunca he estado más de cinco años trabajando en
la misma empresa, ni en idénticas tareas, ni con iguales responsabilidades.
Por el temor a alcanzar mi propio grado de incompetencia.
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Ejemplos de ineficiencia producida por el paso del
tiempo.
- Estoy tratando de sacar adelante una empresa que
tiene más de treinta años de historia y en la que todos los trabajadores son
los mismos que empezaron entonces. Aunque ellos dicen que ha cambiado mucho su
manera de trabajar y que tratan de mejorar cada día y así se demuestra en la
aceptación del producto en el mercado, en realidad siguen trabajando de la
misma forma y con la misma filosofía de trabajo y de producto que cuando
empezaron. Lo cierto que a día de hoy, los índices de calidad y productividad
son muy bajos en medio de un alto nivel de esfuerzo y dedicación de quienes
aportan su trabajo directo. Si no soy capaz de cambiar de arriba a bajo cada
uno de los hábitos aprehendidos y adquiridos la empresa no es viable.
- En estos días según se cuenta en los medios de
comunicación se están concatenando varios errores policiales que son
incomprensibles y capaces de abochornar en cualquier profesión. Estructura
jerárquica y disciplinada en la que quien es policía es policía para toda la
vida. Sin duda para ocultar el grado de incompetencia que han alcanzado a la
vez aseguran que a pesar de estos errores cometidos esta seguridad nacional
pedestre es la mejor inteligencia científica del crimen de Europa y que sus
profesionales están siendo solicitados desde el MOSAD israelita.
- Llevo veinte años visitando como paciente a la endocrinóloga
que tengo asignada en el sistema de sanidad público. Una persona sin tacha pero
que conforme pasan los años trasmite su hartazgo con el trabajo que realiza. En
las últimas ya casi ni me reconoce, ni me escucha. A veces pienso que no tiene
más interés y preocupación que saber porqué todavía no me he muerto con la
glicosilada tan alta durante tantos años.
La desidia en el trabajo que se hace, la apatía y
falta de decisión para hacer cosas nuevas, la displicencia y el aburrimiento
porque el mismo trabajo ya no tiene ningún incentivo personal, la complacencia
de dejar que se haga lo que se quiera aunque sea un inconveniente, con el paso
de tiempo se filtran en las personas y en las organizaciones hasta
inutilizarlas por completo y demandar más trabajo para nada.
Son los
defectos de las empresas y actividades sin movilidad.
Lo cierto es que en
la actualidad de las sociedades, la dinámica que toman las necesidades sociales
y económicas: reales y ficticias, son tan dispares y cambiantes, y es de
preveer libremente de cómo sea el estado de cosas existente que lo seguirá
siendo en el futuro porque seguramente tiene muchos aspectos positivos para el
disfrute y el desarrollo de la humanidad y porque así ha sido siempre y mejor
si lo sigue siendo.
* Los proyectos, los
productos cada día tienen una vida más corta y efímera. Algunas tareas y
profesiones tienen fecha de caducidad. Lo cierto es que en casi todas las
ocasiones, se necesita que la persona que trabaje sea lo menos profesional
posible, porque es la mejor manera de aprender la nueva profesión sometida a
instrucciones y procedimientos.
* Las profesiones,
los oficios cada día van cambiando en su técnica. Si se quiere aprender y hay
voluntad de aprender y ganas de enseñar las cosas cuesta relativamente poco
aprenderlas. Está demostrado que a la par que van adquiriendo conocimientos y
experiencias válidas en las tareas laborales, se facilita el aprendizaje de
cosas nuevas y diferentes.
* En la actualidad, al saber hacer de las cosas, la
inteligencia se aporta en grandes cantidades con: mecanismos, tecnología,
informática, más que la labor estricta de quien está haciendo el trabajo. Si se
observa el entorno de cualquier tarea, el desarrollo humano está carente de
cualquier utilización de la inteligencia y todavía peor: la distribución, la
organización del trabajo y en general de las tareas que se entremezclan parece
como si se quisiera evitar utilizar cualquier ápice de inteligencia.
* Por muy bien que
crean que las hacen, no hay tarea más difícil que hacer por cambiar los hábitos
y defectos en aquellas personas que hacen las tareas de una manera determinada
durante muchos años seguidos.
* Los hábitos y
costumbres más difíciles de arrancar son aquellas que están diseñadas por el
trabajador para ocupar el tiempo de trabajo y hacer ineludible las prestaciones
que realizan y justificar su empleo.
Las técnicas
modernas de producción y organización de la producción han hecho posible
reducir la cantidad de trabajo para realizar cualquier tarea y las capacidades
humana necesarias que se requieren. Estas técnicas ayudan a la rotación en el
trabajo con significantes mejoras en la productividad. También para esto sirven
los adelantos para que todos sepamos y podamos hacer de todo.
Las empresas entendidas
como el punto en el que nacen los productos y servicios no tiene porqué ser el
fin último de las personas. Las empresas también mueren y el peor destino que
se puede programar en la vida laboral y vital de una persona es que vaya unida
a la vida de la empresa en la que trabaja o viendo como su casa sacrifica los
puestos de trabajo como si fueran una máquina o una herramienta amortizada.
En otras ocasiones se abarata el despido desde la
perspectiva de activar la economía abriendo oportunidades y mejores condiciones
a nuevas contrataciones. El sistema trata de quitar importancia a la fuerza de
trabajo y no permite que el puesto de trabajo sea un valor para quien trabaja. El
despido barato, el despido libre, entendido siempre desde una posición de
ventaja para la empresa, desde el complejo de inferioridad que tiene quien ha
de trabajar para comer y se tiene que agarrar al puesto de trabajo como a un
clavo ardiendo, logra que no llegue a comprender que el arma del despido la
tiene él mismo en su voluntad.
Mejor solución sería abandonar el puesto de trabajo:
· Cuando el trabajo ya no te ofrece más que dinero,
· Cuando se va tragando tu vidas sin más pago que el
sueldo,
· Cuando se aguarda con desespero la hora de dar de mano.
· Cuando la felicidad se transforma en insatisfacción.
La proyección del
trabajo personal nunca debiera de pasar de cinco años, cualquiera que fuera el
trabajo y por muy técnico que pudiera ser. Es un tiempo suficiente para que
cualquier persona, cada cual dentro de sus capacidades, pueda: aprender, desarrollar,
ser eficiente y marchar.
Se inician tiempos de aprender y se acaban las
condenas perpetuas.
Intentamos imaginarnos qué pasaría si cada trabajo, si
cada contrato de trabajo en una determinada empresa o administración, cada
puesto de trabajo para una persona concreta en cada momento, cada compromiso en
cualquier organización, tuviera una duración máxima de cinco años.
* Todo mejoraría para el mundo del trabajo y para
quien trabaja.
* La riqueza personal crecería a un ritmo impagable
* La construcción de la personas mejoraría
evidentemente.
* En todos los aspectos el valor del trabajo crecería.
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