martes, 21 de abril de 2015

Esta obra.


Yo no he descubierto ni he propuesto nada nuevo.
Estoy acabando este último capítulo y todavía no sé bien de qué estoy tratando en esta obra porque lo cierto es que nunca me ha gustado hablar de trabajo, porque siempre he procurado no trabajar, aunque me haya pasado la vida trabajando. Lo que tenemos que hacer después de haber leído y reflexionado lo que corresponde a esta obra debe ser un acto de contrición y de arrepentimiento sin tener ninguna especie de atrición por no haber irritado a dios y no haber sorteado su maldición. De esto tratan estas páginas: no trabajar de la manera en lo hacemos alimentado un sistema que santifica a dios y nos devora como personas.
Han sido muchos los autores que a lo largo de la historia han tratado del trabajo y de la irracionalidad del trabajo tal y como se concibe en esta civilización. Soñadores que también demostraron cómo desde esta organización social que asentaba su devenir en cien creencias falsas trancadas en la tradición, y en la que las inteligencias que la dirigen, que saben de su falsedad sin rubor las dan por verdaderas. Inteligencias que no es que quieran mentir al pueblo sino que no les importa que vivan engañados y si entre medio sacan provecho para qué decir verdad.
También esos autores clásicos podían imaginar y concebir otras civilizaciones diferentes pero sabían que era harto difícil implantarlas. Habían de cambiar muchas conciencias de muchas gentes que estaban tan acostumbradas a vivir en medio de la mentira y: ni unas a unas, ni todas a la vez, iban a poder enfrentarse con la verdad.
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En el año 1516 Tomás Moro ya demostraba la estupidez de las sociedades modernas de entonces haciendo tanto trabajo inútil. Esa es una de las características, entre otras muchas, que hacen que su UTOPIA tenga todavía rigor pasado tanto tiempo. El canciller tras una reflexiones sobre los estados y las sociedades de aquella época, que luego muy pocos pensadores han tenido valor para repetirlas, diseña una sociedad en la que el trabajo es la base fundamental pero desde la concepción de un trabajo estrictamente necesario y compartido. Sociedades aquellas, que como en las actuales: campesinos, artesanos y siervos, vivían a merced de la nobleza y de los mercaderes que sometían a la población a una miseria crónica. Aquellos poderes feudales también las condenaban a un trabajo para el que ka población tenía que hacer tanto esfuerzo como fuera posible mientras tuviera fuerzas en el cuerpo.
No ha cambiado tanto desde entonces y han pasado cinco siglos.
Un extracto de esta obra aparece al inicio a modo de preámbulo.
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También en el año 1932 decía Bertrand Rusell en su ELOGIO DE LA OCIOSIDAD y volvía a reincidir en la necesidad para la sociedad de trabajar menos y hacer más por la felicidad de la humanidad y por la satisfacción de los ciudadanos. En este pequeño texto cuyo extracto servirá de epigrama a esta obra se aboga porque sea en la propia sociedad y desde el ocio individual la mejor manera de socializar las relaciones humanas. Aquella crítica escrita hace ochenta y tantos años está todavía en vigor aun cuando el mundo navegaba en medio de infinidad de conflictos: sociales, políticos,  económico y bélicos, que luego se dilucidaron en una serie de guerras y revoluciones que enfrentaron a dos visiones de mundo diferentes que el filósofo dibujó.
En realidad ha sido la base de esta obra que ya voy acabando.
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Entre medio de estos dos autores y en la actualidad han sido muchos los escritores que también han procurado en sus obras por el camino de trabajar menos y por romper la cadena que obliga a cantidades ingentes de personas a tener que trabajar más de lo necesario sin que además sean capaces de satisfacer las necesidades primarias de una parte importante de la humanidad. Algunos autores he leído en su momento y a ninguno de ellos he repasado para escribir estas páginas porque para escribirlas es creído más oportuno leer y repasar la realidad que nos rodea. Aunque lo he intentado en estas páginas es difícil de llegar a explicar las causas por las que estas propuestas tan positivas y necesarias para la población no hayan calado y que no se hayan desmantelado las fuerzas de los que animan y obligan al trabajo. Yo creo que la falta de productividad en el quehacer diario viene dada en gran medida y es consecuencia del hábito de entender el trabajo como e vender horas de vidas en la que hay que estar sudando en el tajo aunque no se haga nada. Es consecuencia del propio sistema que redunda en que hay que trabajar y trabajar mucho aunque nadie sepa para qué.
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Antes de acabar quiero dejar una advertencia para quien acabe la lectura de estas cavilaciones mías, que he procurado que a nadie se le hagan pesadas pese a la dificultad y lo escabroso de la cuestiones con las que se pelean, y en esta últimas líneas trataré de exponer con sencillez, pero sin complejos ni falsas imágenes destinadas a quedar bien con nadie: el entorno económico en el que nos movemos, la realidad de la escasez en la que naufragamos y una propuesta alternativa clara y contundente y estas tres advertencias.
·         Se puede caer en la tentación de pensar que: una obra de este tipo, en la que se hacen apuestas y propuestas que se salen de lo que se entiende políticamente viable y correcto, no tienen implementación en estos tiempos en los que hay que producir riquezas para salir de pobres.
·         Se puede pensar que unas páginas que no pueden tener más virtud que la de ser deseos infantiles, no son dignas de ser una hoja de ruta que pudiera servir para asentar un cambio social y que para ese cambio es preciso un proceso mayoritario y revolucionario.
·         Se puede concluir que esta serie de reflexiones en las que se hacen propuestas utópicas, deseos comunes idealizados, y lugares inaccesibles por los que nunca se ha practicado, es imposible que se hagan realidad y que se puedan llevar a la práctica de una forma masiva.
Se concluiría en un grave error porque esta obra no pretende un cambio de sistema a corto plazo solamente se conforma con cambiar alguna conciencia que vaya abriendo un camino que ya es inexorable.
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Vivimos en una democracia en la que dicen que gobiernan las mayorías. No es cierto las mayoría que se conforman son minoría de la población incluso cuando dicen que tiene mayoría absoluta lo cierto es que su votos de estas mayoría representan solamente una cuarta parte de la población. Bien y estas mayoría son las que gobiernan arrasando con todo y haciendo cosas que ni ellos mismo harían. Y lo peor es que no respetan las minorías aunque las minorías sigan su andar. Una propuesta de este tipo es imposible que se implante con forma de ley de ningún gobierno pero creo que una parte de la población ya la estamos practicando y no es necesaria ninguna ley para que poco a poco la practiquemos una mayoría que en este caso no será absoluta pero que espero que sea silenciosa y que procure vida propia a las personas.
 
El sistema no se derrumbará con una huelga general que gane un pulso político y revolucionario al límite de las posibilidades sociales y humanas, seguro, pero sin embargo creo que si esta forma de entender la vida y la actividad económica que puede llegar a representar no trabajar más que lo necesario para vivir, se propaga poco a poco, es la manera en la que el sistema llegará a perder sentido y perderá fuerza poco a poco.
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La crisis está demostrando de modo concluyente que la organización más autosuficiente las poblaciones modernas aun con recursos muy limitados en un considerable bienestar con solo una pequeña parte de la capacidad de trabajo del mundo entero. Si la salida de la crisis se hubiera buscado reduciendo a cuatro las horas de trabajo y organizado para que los servicios básicos de atención mutua entre la población que no consumen otros factores que la mano de obra todo hubiera ido bien. Y sin embargo la prueba más cruenta de la crisis es que muchos jóvenes que se buscan la vida durante algunos meses picando de aquí y de allá para no tener que sacar dinero de su bolsillo, saben cual es su papel y su situación y nada pueden hacer por remediarla.
·   ¿Tienen ellos la obligación de trabajar para pagar la pensión y asistir a sus abuelos...?
·   ¿Para la prejubilación de sus padres es necesario que ellos aporte a la actividad económica su trabajo...?
O lo que es peor que emigren y se vaya a cotizar otras jubilaciones.
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En esta últimas líneas quiero dejar quiero dejar tres ideas básicas y radicales que me parecen importantes a dar por buenas y retener  en nuestra manera de pensar y actuar.
·   Quien impone un trabajo extra es el mayor enemigo de los trabajadores y de la dignidad del trabajo y hoy todo el sistema se basa, en que unos trabajadores imponen un trabajo extra al resto.
·   Debiera estar prohibido que un hombre pudiera contratar para trabajar a otro hombre: comprar trozos de vida para que haga ese trabajo que le corresponde solamente a él. Esta situación es un estado de la esclavitud que todavía se permite porque todavía no se ha abolido.
·   Diseñar una sociedad en la que se facilite que a quien tenga dinero no le sirva para comprar la vida de los hombres.
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