viernes, 27 de febrero de 2015

El ocio

Hemos visto en los inicios de esta obra que en esta civilización judeo-cristiana que determina nuestras vidas y conciencias nos ha condenado a una parte importante de la humanidad, a trabajar con la excusa de redimir un pecado y también en las civilizaciones orientales el trabajo se entiendo como una manera de realizarse las personas.
Enfrentarse al sistema y en menoscabo de esta civilización cuyo uno de sus puntales básicos es el trabajo es imprescindible que además del tiempo de descanso se conquiste un tiempo de ocio para que en ese tiempo en el que no se tiene nada más que hacer que lo que dicte la propia voluntad.
El trabajo es valioso porque puede satisfacer nuestras obligaciones de subsistencia y nuestras necesidades materiales y  no porque el trabajo sea bueno en sí mismo y mucho menos significando el cumplimiento de una condena que se ha interiorizados en nuestras conciencias si no que con la organización racional del trabajo sería posible generar tiempo de ocio sin perjuicio del buen desarrollo económico con el que poder cumplir con las obligaciones y necesidades humanas.
El ocio de todos, no el ocio de unos pocos.
El tiempo de ocio es esencial para las personas.
    Cultivar el ocio es el futuro de la humanidad.
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De la calidad del ocio que se cultive dependerá la calidad del futuro.
En la medida en que estas afirmaciones son ciertas en el mundo moderno, es una condena de nuestra civilización que desde la educación medrosa que se cultiva en las familias, desde la educación sometida de la escuelas, desde la transmisión de las necesidades en fomento del consumo que impone el sistema económico, no se potencie el tiempo de ocio como un derecho por las posibilidades que ofrece a las persona reforzar sus capacidades y competencias desde los gustos que potencian su actividad y que generan sus ilusiones y esperanzas vitales.
El tiempo de ocio es aquel que utilizan las personas para dedicarlas a sí mismas principalmente a cultivar su propia identidad y eficacia, en su provecho y en de su entorno familiar o social sin pensar en su rentabilidad. Ese tiempo indeterminado en el que tenemos fuerzas y voluntad para hacer y podemos hacer lo que nos dé la gana aunque no sirva para nada más que nuestra satisfacción personal.
Casi siempre se confunde los tiempos de ocio y los de descanso.
Para no equivocar este mensaje alternativo no podemos entender el tiempo de ocio como aquellos espacios temporales normalizados que tenemos en la actividad laboral para descansar y expansionarnos: unas horas tras la jornada laboral, periodos diarios semanales o unas semanas para vacaciones al cabo de cada año. Tiempos que no dejan de ser espacios con los que cubrir las necesidades de descanso y al que habríamos de llamar de tiempo libre.
El tiempo libre y de descanso, en estos tiempos es más amplio que lo que ha sido nunca en la historia donde resultaba escandalosa la idea de que los trabajadores pudieran disponer de tiempo en el que holgar. Trabajar y solo trabajar, salvo por las inclemencias y las estaciones, se traducía de una visión de la vida humana que ha acarreado durante siglos, que desde la infancia para todas las personas sanas la jornada normal de trabajo fuera de sol a sol. No obstante, en la actualidad el tiempo libre y de descanso es muchas veces es tan escaso y tan intempestivo que no permite un tiempo de ocio: salvo de una forma un tanto compulsiva y exenta de racionalidad. El sistema ha confundido en su beneficio los tiempos de ocio y los de descanso  de tal manera que tratando de introducir el ocio en el descanso, el ocio ya no tiene capacidad de ser activo. En esta confusión ha procurado nada más que un banal entretenimiento o un estrés que sustituyen al descanso. Esta confusión de unos tiempos con otros supone que se han convertido en un nuevo nicho mercado que sirve al sistema económico y social,  capaz de crear nuevos trabajos ficticios y que además en último extremo vuelve a ser una nueva forma de control social y de pastoreo.
En esa educación en la que han de trabajar tanto para que mañana tengan trabajo tampoco le deja a la infancia mucho tiempo de ocio que también se torna en obligación. Es bastante extraño, que mientras los padres desean una educación para sus hijos que ha de servir para encontrar trabajo de mayores hacen que de niños trabajen tanto que no les dejan tiempo para civilizarse. De todos los padres se ha llegado a conseguir que en realidad les disguste el ocio incluso para sus hijos y han convertido el tiempo de ocio de la infancia en tiempo de trabajo y de obligación. Incluso si en el divertimento en la ocupación del tiempo libre en la relación con sus compañeros en sus recreos el niño juega al fútbol automáticamente los padres inician la ensoñación según la cual el niño acabara ganándose la vida de futbolista.
De  los jóvenes que tienen aficiones personales que no sirven para ganarse la vida en el día de mañana pensamos que están perdiendo el tiempo y si bien los hemos criado entre algodones la realidad es que los hemos dejado indefensos y sin recursos ante una sociedad futura de ocio activo y constructivo que además le aboca a la apatía y la decadencia. Jóvenes a los que les hacemos representar el papel de que sea los aprendices de lo que nosotros no aprendimos y de que adquieran las experiencias que a nosotros no nos han servido para nada, si acaso para hacernos peores personas. Esta realidad la podemos constatar, pero históricamente: al hombre se le ha educado y se le ha inducido a que aproveche su tiempo para que el día de mañana saque algo de provecho.
Tampoco a los jóvenes les permitimos que trabajen su ocio.
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     La población que trabaja está muy concienciada de que ha de dedicar una parte importante de su vida a trabajar para comer y que además si puede trabajar un poco más mejor comerá e incluso podrá ahorrar. También una parte importante tiene asumido que un tiempo de ocio para sí misma no se lo puede permitir y disfrutar, más si cabe: cuando en realidad tiene que trabajar.
Todos es un producto de la civilización y de la educación.
Cada vez que pretendo explicar que las personas hemos de disfrutar de más tiempo de ocio todas me dicen que estos tiempos no son como los de antes y que la gente se entretiene con cualquier cosa y que cuanto menos esfuerzo le requiera el entretenimiento más le satisface. Para contrarrestar mis ideas me argumentan que si no fuera más que por la estricta necesidad nadie querría trabajar, y que mejor que trabaje, que si no la gran mayoría se convertirían en seres amorfos a los que además no quedaría más remedio que dignificamos en su decadencia. Dicen que nadie hará el esfuerzo de tener un ocio que construya su persona.
No estoy de acuerdo nadie se niega a hacer lo que le desea hacer.
Desde niños nos educan en el ocio pasivo y el entorno cultural y social fomenta los divertimentos basados en las fiestas populares de contenido absurdo cuya única calidad es que son tradicionales y gratuitas y en los espectáculos de masas: deportivos y festivos con los que tratamos de suplantar la sensaciones de satisfacción que tiene la sociedad de la realidad del bienestar social existente.
El sistema entiende que ha de tener el ocio en su oferta social y cierra el círculo para satisfacer las necesidades sociales. Para ello produce un ocio con el que poder ocupar los tiempos de descanso y esparcimiento en grandes cantidades y a muy bajo coste sobre todo de manos de la televisión, el futbol y los grandes acontecimientos que hace que la población receptora indiferente disfrute del ocio de una manera pasiva pero que en el fondo las insensibiliza y embrutece y si acaso le mueve: aquellos sentimientos aquellas pasiones que al mismo tiempo el sistema les ha promovido.
Sin una cantidad considerable de tiempo de ocio, entendido como ese tiempo que cada persona se dedica a sí misma, el género humano se ve privado de muchas de las mejores cosas que le proporciona la vida: alimentar su propia existencia. Ya no hay razón para que el grueso de la gente haya de tener rescindido esos tiempos propios por causa de un trabajo que exige muchos trozos de vida y de descanso.
Ahora que ya no es necesario, solamente una profunda estulticia social, nos llevará a seguir insistiendo en trabajar más de lo necesario para vivir y atendernos unas personas a las otras y entre todas mantener en entorno en el que vivimos. Resultará definitivamente estúpido si en el mundo en el que vivimos con el futuro que nos espera y se presiente, en el que los planteamientos del trabajo que se tienen: no se sostienen, que no se contrapongan los tiempos de ocio a los tiempos de trabajo.
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 La falta de tiempos de ocio nos ha idiotizado en la medida en la que no participamos en los asuntos del común en los aconteceres políticos. Es la principal consecuencia que ha tenido la escasez del tiempo de tiempo para participar en la organización social, y en nuestra ausencia, nos han convencido de que tenemos tanto que trabajar y descansar que que no nos queda un rato para preguntar ¿a qué viene tanto trabajo...?
 La forma más rebelde de desactivar el trabajo y activar los espacios de ocio es dedicarse permanentemente a labores altruistas en nuestro entorno sin más interés que la satisfacción personal y la de crear medios y ambientes más humanos a nuestro alcance.
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