El trabajo es el único factor económico efímero y que
caduca cada minuto que pasa que ya no se puede recuperar ni cobrar.
El trueque de trabajo no es trabajo y el trabajo
altruista tampoco.
El trabajo hay que reconvertirlo en tiempo para que no
corra y sea perenne y para ello hay que transformarlo en mercancía. Es la manera
de compactarlo y almacenarlo. El trabajo hecho mercancía además se puede
trasegar de aquí para allí de tal manera que: si bien las personas que trabajan
no pueden traspasar fronteras, sin embargo, convertido su trabajo en mercancía
tiene abiertas todas las barreras.
Al trabajo eufemísticamente se le llama capital humano
y así se trata de encubrir que la fuerza de trabajo que existe en el sistema
con otro decoro. Un factor económico que también controlan los capitalistas
desde el momento en el que pueden invertir allí donde quieran llevando con su
inversión la necesidad y la posibilidad del trabajo.
Cuando desinvierte su capital dinerario en algún lugar
como lo hace en muchas ocasiones, decide: que en ese lugar concreto, el trabajo
ha de estar almacenado a plazo fijo sin aplicarlo a ninguna mercancía. El factor trabajo se remunera con el salario.
Pero el salario estricto es el pago no por el trabajo
que se realiza, sino por la entrega del tiempo empleado para realizarlo sin
tener presente su especialización, su capacidad profesional o la titulación que
lo adorna. Esta característica, en realidad muestra al trabajo únicamente desde
una perspectiva animal en la que lo importante es estar y hacer aunque no se
entienda para qué estar ni por qué hacer.
El avance de las técnicas productivas, la
especialización y la división del trabajo ha tenido como consecuencia que sea
necesaria apreciar la diferencia existente entre el valor del trabajo que
solamente significa vender unas horas diarias de la vida de cualquier
persona, del trabajo concreto en el que
la persona compendia: conocimiento, una capacidad de aportar iniciativa
personal dentro de una marco de estricta obediencia, y asunción de
responsabilidades y objetivos. Por ello hay que concluir que: aunque se
cuantifiquen las horas que se trabaja, es el valor que se le da a esa parte de
gestión personal, la que en realidad más determina el valor del salario.
La demostración la encontramos en la realidad: en el
mundo del trabajo puesto en el mercado, se hace una clara diferencia entre la
parte en la que se contempla y se paga por vender las horas de trabajo y el
valor de la capacidad de gestión que se aporta a la organización. Este segundo
aspecto aportado en esas mismas horas de trabajo siempre se considera de mayor
calidad, más elevado y más valioso.
A esa aportación extraordinaria e individual que se
hace de trabajo, le podemos llamar si queremos: gestión.
Ese aspecto que más se valora de forma
sistemáticamente.
El tiempo de la vida de las personas no vale nada.
Para ponerla en valor en el mundo laboral y obrerista,
incluso en el mundo empresarial, desde una visión ética de esta relación, hasta
hace muy poco tiempo se entendía que la remuneración de estas otras capacidades
que se aportaban en el mismo tiempo de trabajo, no podía ser tres veces mayor
que el valor de la mano de obra directa y básica, especialista se suele llamar
en los convenios.
En la práctica, en la actualidad, a poco que se
gestione en el puesto de trabajo se puede doblar el salario. En algunos casos se
está llegando a pagar por esa labor de gestión hasta cien veces más que la base
salarial que vienen a cobrar quienes solamente entregan sus horas en tareas
sencillas, si acaso con algunas horas más de trabajo.
Este ha sido un cambio significativo en los últimos
tiempos y ahora quienes se dedican a pensar y reflexionar sobre esta cuestión
hablan de que no podría ser más de doce veces ese salario.
Otro imposible sin romper con el sistema en todos sus
aspectos: económicos, sociales, culturales, educacionales y organizativos.
Por otro lado, vivimos tiempos en los que las mejores
mentes y las más pensantes aconsejan a las personas que no tienen trabajo, que
aunque no les guste, deben aceptar cualquier trabajo a cualquier precio. Estos
sabios justifican sus consejos con los argumentos más peregrinos: el primero de
ellos: la necesidad de tener dinero aunque para ello se haya de perder el valor
de la única herramienta que tiene para ganarse la vida. Incluso a las personas
que por su capacidad y por su cualificación pudieran estar en disposición de
aportar una dosis importante de gestión les recomiendan que se olviden que con
los que están gestionando ya son suficientes y que ellos vendan su tiempo a
cualquier precio para adquirir experiencia.
Una estafa social en toda regla.
En el mercado se combina siempre la oferta y la demanda.
A mayor demanda mayor precio. A mayor oferta menor precio.
En cada sector laboral hay oferta y demanda diferente,
por lo que se entiende que la remuneración del trabajo nunca es igual para
todos los oficios. Las habilidades especiales y los esfuerzos físicos o
intelectuales necesarios para ejercerlas, tampoco crean diferencia en la
valoración de los empleos. La base de la remuneración viene determinada por la
capacidad de presión y fuerza que en el paso del tiempo, han tenido los
sindicatos que han defendido a las personas que tenían trabajo en cada sector, oficio
punto y lugar.
El precio el trabajo se ha establecido desde la
influencia y apremio ejercido desde la idea asentada desde el confín de los tiempos
de que el trabajo es la fuente de todos los derechos de quien trabaja, sin
importar nada más que la defensa del precio entre la oferta y la demanda.
Para el reparto de las rentas que participan en el
sistema y en concreto para remunerar al trabajo, se ha creado un entramado absolutamente
irracional con la entremezcla de los salarios mínimos profesionales marcados de
forma general o en convenios sectoriales o territoriales o en convenios propios
de empresas que hacen del valor del trabajo un elástico que se amolda allá
donde conviene y que nada garantiza a nadie, sino la posibilidad de que nada
más que con el valor del trabajo se pueda adecuar el coste de las cosas al
mercado.
La remuneración del trabajo dentro del sector en el
que se trabaja se ve directamente afectada por el total de las horas que se
trabaja, que se ven reducidas muy poco a poco en los convenios y sin hacer ascos
a las horas extras. Bajo ningún concepto se valoran otros condicionantes, si
acaso con mínima incidencia los objetivos de producción. Pero es conveniente
saber que estos convenios de los distintos sectores son diferentes: no por la
calidad y la escasez de trabajo que valoran y ponen precio, sino por la presión
que son capaces de hacer los sindicatos en las negociaciones colectivas y de la
dependencia que tienen esos sectores en la economía en la que se desenvuelven.
Pero lo más importante en la remuneración del trabajo
es: que todos los aspectos por los que se le paga a quien vende su trabajo por
cuenta ajena o propia, se han aislado de tal manera en la contabilidad pública del
sistema, que los derechos que emanan no se mezclan ni confunden en ningún
momento con otras remuneraciones y con otros conceptos sociales y económicos, por
tanto: se impide que el factor trabajo pueda tener otras rentas o pueda
absorber recursos de otros factores sociales o económicos para incrementar su
remuneración.
Además del salario el trabajo tiene otras
remuneraciones:
·
Las pensiones
comunes y las de invalidez
·
Las bajas por
enfermedad común o profesional.
·
Los subsidios de
desempleo y la formación para el empleo.
·
Y el fondo de
garantía salarial.
Desde el diseño que se ha hecho en las últimas décadas
del sistema, todas estas remuneraciones que se realizan en concepto del factor
trabajo y que forman parte del reparto de las rentas que participan en la
actividad económica, se hacen a cargo de los ingresos que aportan las cargas
impositivas y las llamadas cargas sociales que tienen de los mismos
rendimientos del trabajo las personas empleadas.
Con esta manera de hacer, lo que se pretende por parte
de la ingeniería política, es dar la apariencia de una solidaridad obrera o de
una autogestión del factor trabajo y no crear dependencia con otros factores
públicos o privados, pero en realidad supone un aislamiento del factor trabajo
del resto para de una manera más tajante, poder limitar la cuota parte de su
renta y que no entren a valorarse otros factores sociales y circunstanciales
existentes, muchos de ellos naturales y colectivos, que pudieran ser de reparto
idéntico para toda la población.
Esta situación solamente se da para el trabajo menos
cualificado puesto que para los más cualificados se buscan otras remuneraciones,
por otros conceptos, por otras vías: participaciones remuneración en especie,
planes de pensiones de empresa o particulares, primas por despido, en el que
para nada puedan dañar los intereses de otros factores económicos.
Es muy importante este pequeño detalle.
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