domingo, 5 de mayo de 2013

Los estados

A pesar de lo que he escrito en el capítulo anterior sobre los factores que intervienen y se remuneran en la actividad económica, todos tienen su encaje y arreglo dentro de las estructuras políticas existentes, y aunque esta nueva aportación que hago, para tener una mejor visión de la realidad, alguien la pueda considerar muy poco académica, así dirá, más que nada porque todavía no forma parte de las teorías económicas al uso, me atrevería a decir que hay un quinto factor que interviene en esta estructura económica que soporta el actual sistema económico en el que vivimos:
El Estado.
El Estado toma parte importante en la participación de las rentas que produce la actividad económica del sistema como cualquier otra unidad de renta y defiende sus intereses y su ser como lo hacen las demás. Hay que señalar que el Estado interviene con una diferencia que no es aséptica: la capacidad teórica y práctica de poder intervenir también en los derechos y obligaciones de cada uno de las otros factores, y si lo estima conveniente redundar en su propio beneficio.
Desde esta visión en la que un nuevo factor interviene en el sistema económico, nos encontramos con lo que yo entiendo que son las varias caras que presenta el Estado para legitimarse. Es necesario mostrar estas perspectivas, con las que predica un hipotético bien común, para entender todo el sistema y demostrar todo lo contrario:  
El Estado económico.
Este factor Estado, también basa su existencia y su subsistencia en la viabilidad económica de la que se puede proveer. Desarrolla todas las posibilidades que se le ocurren interviniendo la actividad merced a sus deseos de tener más grandeza y más poder. Pero muy a su pesar, el Estado, desde la perspectiva económica, debe encontrar la paridad entre lo que necesita gastar para atender las promesas y expectativas que han creado a los ciudadanos para que lo soporten con sus votos y para mantener el chiringuito institucional y que sus responsables queden en el machito, y lo que es capaz de usurpar a sus ciudadanos para mantener este sistema con la extracción de todo tipo de impuestos reales. Al Estado económico nada le importan las necesidades ni la subsistencia de quienes no toleran su poder y siempre aduce que si atiende esas banalidades se hunde en el déficit.
A lo largo de la historia siempre ha subsistido algún tipo de Estado. Las revoluciones, lo único que han conseguido en un quítate tú para ponerme yo y para mantener lo más importante que en última instancia es el propio Estado: la máquina con la que implantar su poder por encima de cualquier otro.
Así que se puede comprobar que todos los gobiernos que han tomado el poder en contraposición a otro, han utilizado luego al Estado para en común fortalecer su estructura y grandeza y mantenerla a costa de la población.
En estos tiempos modernos, en los que en casi todo el mundo occidental las estructuras políticas se han homogeneizado en torno a un criterio elemental necesario para su supervivencia y que supone en realidad que el poder queda diluido cada vez más arriba y más lejos del ciudadano. Desde la base de este estado económico, los poderes que se han constituido como públicos a través de los partidos políticos, han querido conformar unos estados que tuvieran perfectamente cubiertas y potentes las tres caras más amables del Estado moderno, al que algunos han denominado socialdemócrata o socialcristiano. Lujosamente maquilladas, estas caras ofrecen al ciudadano como éxitos del sistema, para que asuman de buen grado su mantenimiento.
Esta estrategia que se lleva conformando durante más de tres décadas llenando de orgullo y satisfacción a sus dirigentes, ha conseguido construir unos monstruos que ahora además de ser insaciables económicamente se hacen ingobernables políticamente, y sin embargo, salvo que se llegue a una situación de quiebra,
La fortaleza del Estado es tan grande e inmutable que sus propias estructuras solamente permiten hacer aquello que garantiza su viabilidad y subsistencia y que si algo cambia que nada cambie.
Aunque desde las diferentes ideologías que compiten en el mercado de tener ideas posibles se tienen diferentes concepciones de cómo ha de ser el Estado como institución, los estados de manera autónoma y como base de su subsistencia muestran otras  caras diferentes con las que tratan de tener legitimidad y sentido.
Las diferentes formas y discursos que se proponen, que muchas veces aparecen antagónicos, finalmente confluyen en el mismo punto de la misma manera: la fortaleza del estado y su supervivencia.
Esta impronta la esmaltan todos los que participan en el mercado de los votos, sean de la ideología que sean, porque en el fondo: todos vienen a ofrecer lo mismo, sean conservadores o progresistas y si en algún momento unos u otros ofrecen algo distinto que trate de limar el poder del Estado, y ganan, siempre acaban haciendo lo que había prometido el otro: engordar su cuerpo aunque reviente.
Estado de Derecho.
Es otra de las caras que conforma la estructura de poder del Estado sobre los ciudadanos y con la que trata de dar legalidad legitimidad y razón a su existencia ante la ciudadanía garantizando unas reglas de juego comunes para todos. Una legalidad con la que no necesita hacer trampas porque siempre ganan los mismos.
En un segundo plano, desde el Derecho,  el Estado legisla incluso sobre cómo han de ser las relaciones entre los ciudadanos en sus actividades particulares y si ha de mediar en los conflictos sociales público o privados, lo hace abriendo cárceles.
La estructura de leyes y normas, le otorgan al Estado una fuerza irreprimible y una consistencia a prueba de cualquier oposición y tratan por todos los medios de mantener su subsistencia apoyadas sobre todo por una estructura organizativa que tiene sus raíces en el inicio de los tiempos y que componen su aparato burocrático.
Todo es Estado.
El aparato administrativo y el sistema judicial se defienden e imponen amparados por las fuerzas de seguridad. Estos aparatos son quienes tienen la exclusividad de la fuerza y los que pueden castigar y condenar a los ciudadanos, y sobre ellos consiguen tener la última palabra porque se han hecho los garantes de la paz y de la libertad, en última instancia avalados por la iglesia.
Con la ayuda de la divinidad, estos dos aparatos son suficientes para que el Estado se sostenga por encima de los intereses de las personas y se hace valer por encima de toda oposición y no deja ninguna posibilidad para cuestionarlo eficientemente.
Los unos potencian más esta cara del Estado.
Estado de Bienestar
Hay otro aspecto en el que en apariencia el Estado muestra la sumisión de su labor a las necesidades de los ciudadanos. En esta labor representa y defiende las conquistas sociales y los avances de las reivindicaciones políticas que buscaban el bienestar de los ciudadanos en el siglo XIX. El estado, a fuerza de querer legitimar su necesidad como institución, asume tareas que ya se puede entender como públicas: la sanidad, la educación, la asistencia social.
En este aspecto es en el que el Estado ha encontrado su mayor grado de legitimidad ante quienes lo alimentan económicamente. La excusa más importante para defender su existencia como tal. Una parte pequeña de su organización y de su presupuesto la dedica a dar cara del bien social que promueve como su principal objetivo y que garantiza las necesidades primarias y los derechos de la población.
Este aspecto el Estado no lo hace gratis, aunque siempre trata de que la ciudadanía crea que lo hace sin coste alguno movido por un alma altruista y generosa que se encuentra entre sus entrañas.
Los otros potencian más esta otra faceta del Estado.
Democracia representativa.

Son los partidos políticos, sindicatos, asociaciones, fundaciones, organizaciones  y toda clase de grupos de inteligencia y de presión que van conformando el poder alimentados en gran medida por el propio Estado porque entre todos ellos aseguran su continuidad aunque a veces hayan de cambiar su nombre o su objeto social.
Son los diferentes gobiernos y los poderes políticos y sociales que de una manera u otra subsisten encadenados a lo largo de la historia.
Son las estructuras políticas existentes en los diferentes niveles de organización y gobierno para lograr cierta cercanía a los ciudadanos.
Son las fuerzas imaginarias que llevan la fuerza del Estado hasta el último rincón geográfico.
 Estas estructuras se conforman definitivamente con los políticos electos para cada uno de los niveles, que salen de esas tramoyas electorales y de poder como son los partidos políticos. Es la parte del Estado que organiza su propio control con la que manejan todas las reglas a su antojo y para quedar bien le llaman Democracia.