En la moderna concepción de los derechos del hombre se
aboga por que la actividad humana que dignifica a la persona es el trabajo.
Reminiscencias de la filosofía social que se desprende de la novela sagrada y
que todavía no ha superado la humanidad. Una visión de la sociedad que también
impregnó las ideologías del siglo XIX que defendieron los derechos del
trabajador y la preeminencia del trabajo entre todos los deberes y derechos.
Por ello en la proclamación universal de los derechos
humanos se defiende que todas las personas tienen derecho al trabajo para poder
cumplir con su deber social de trabajar.
Y a pesar de su origen, y dejando clara su provisionalidad,
puedo pensar que esta aspiración legal está muy bien, siempre que ese derecho a
trabajar se hiciera realidad en la medida imposible en las entrañas del sistema
y en su defecto razonablemente se indemnizara.
En estos tiempos que nos tienen cogidos a todos por el
bolsillo y en los que una parte importante de la población activa está
controlada con la tarjeta de desempleo y sujeta con el bocado de la hipoteca,
hay que llegar a entender, que todo sucede como consecuencia de las deudas que
los poderes públicos han contraído para que la población hubiera tenido trabajo
en el pasado y así mantener el sistema.
Y con la excusa del trabajo compraron sus voluntades.
Y ahora la crisis significa pagar lo que trabajaron
entonces.
Y lo que es peor:
Por una equivocada idea que han tenido los gobiernos en los
últimos tiempos de lo que es y significa socialmente el trabajo, la producción,
las necesidades sociales, equívoco con el que liaron la idea en una marabunta
de objetivos macroeconómicos para tener una zanahoria que perseguir, y que
utilizaba la escasez del trabajo como excusa. Ha hecho trabajar a muchas generaciones mucho
más de lo que es necesario trabajar para vivir dignamente. Así han conseguido a
lo largo de los siglos que cada generación aporte a la historia mucho más de lo
que le correspondía aunque pudiera incidir determinante en el futuro de las
siguientes.
Y además, quienes vienen después, las nuevas generaciones,
nuestros hijos y nuestros nietos, sin que en nada les beneficie porque ni
siquiera van a poder usar una parte importante de lo que les dejamos pergeñado,
lo van a tener que pagar ellos, sin aprovecharse del trabajo generado años
antes, sino que por el contrario, van a volver a pagarlo otra vez con las
jubilaciones de quienes lo hicieron.
Es imposible llegar a calcular: los créditos, bonos,
letras, avales y derechos otorgados desde el Estado por todo aquello que
nosotros hemos construido, organizado y
planificado durante décadas y que quienes vienen detrás las tienen que atender mañana
con su trabajo.
Y los que nos siguen, no van a poder trabajar, porque no
tendrán trabajo a no ser que se lo fantaseen, porque ya lo tienen todo hecho
para mucho tiempo, y en su andar vital, se tendrán que entretener en alguna
otra cosa para no verse inmersos en su propia desgracia.
Porque la realidad es: que varias generaciones hemos
trabajado durante décadas, no sólo lo que nos correspondía a los que estábamos
activos, sino que ya hemos hecho en nuestro beneficio, lo que en buena lógica tendría
que trabajar las siguientes generaciones para poder tener una actividad
productiva en función de sus necesidades.
Ni trabajo en el que ocuparse les vamos a dejar a los que
vienen.
Porque si no cambiamos pronto la concepción de las
necesidades sociales y el equilibrio de la economía y si no aprendemos a
discernir entre el trabajo necesario y el innecesario y si a partir de ese
punto no pensamos en el reparto del trabajo: hasta nuestros nietos se van a
quedar sin trabajo desde la perspectiva que en estos tiempos tenemos.
Otros defienden que es con el trabajo con lo que se
realizan las personas y que el esfuerzo lo dignifica todo en la vida y es la
base de todos los derechos sobre todo el derecho a la propiedad.
Y es importante saber cuánto significa para muchas personas
el trabajo y el esfuerzo propio con el que encuentran su realización personal y
su felicidad y su modo de vida y no es necesario desdeñar su derecho a trabajar
cuanto quieran en lo que quieran y que cobren lo que le quieran pagar. Porque
también hemos de comprender cuántas personas hacen del trabajo su vida, porque
su vida es el trabajo y han de tener la libertad de obrar como quieran y
trabajar cuanto quieran, porque están en su derecho: si no fuerzan a los demás
a trabajar.
No es problema que las personas que quieran trabajar
trabajen y trabajen cuanto quieran, el problema real es que haya otras personas
que no tengan para vivir dignamente aunque no trabajen y no porque no quieran
sino porque no pueden porque no tienen trabajo.
Porque: ¿cuántas personas viven sin trabajo, que dicen es
un derecho fundamental de los hombres y les hacen creer que viven en la
indignidad de vivir sin trabajar? Personas que difícilmente pueden comer ni
realizarse, y muchas veces no solo ellas, sino que también a sus familias les
falta qué comer y todos los esfuerzos que hacen por trabajar, los hacen en el
baldío de la incomprensión.
A muchas de estas personas, que en muchos casos podríamos
considerar que ya son desheredados del mundo laboral, para calmar nuestra conciencia
social las ponemos a coger las colillas del suelo con una escoba y un palín en
cualquier jardín. Nos reinventamos de nuevo una tarea para que tengan un trabajo que los dignifique
como personas y un lugar en el que sembrar su esfuerzo como creyendo que así
contribuimos a integrarlos en la sociedad como personas.
Lo cierto es que el trabajo determina las posibilidades
reales de las personas a lo largo de toda su vida, con unas diferencias tan
grandes, que el mismo hecho de trabajar te puede colocar en una vida en la que
relativamente no te falte de nada o que por el contrario si andas a trancas con
el trabajo, en toda tu vida no consigas que el faldón te tape del todo el culo,
y que además, alguien se piense que es más importante que tú, y que además tú
no eres más que un vago.
Así que cada cual tiene lo suyo y así, entre quienes están
muy satisfechos subyugados por el trabajo y los que no tienen trabajo, nos
encontramos con una población que está trabajando, y que si se está por encima
de los cincuenta años, ya harta y cansada, está suspirando por la jubilación, porque
su trabajo, durante toda su vida, no ha sido más que la tragedia a la que se ha
tenido que enfrentar cada día.
Y esa parte de población joven que todavía no sabe si
disfrutará mañana con su trabajo y que está suspirando por ser funcionaria: una
manera de vivir sin pasar la mayor agonía que sufre la población por la
ausencia de trabajo, si se cansará pronto de soñar, o será de la que habrá de
coger las colillas del suelo dentro de unos pocos años.
Quedan muchas preguntas a la hora de proyectar en futuro y
poder organizar el trabajo y el volumen de trabajo que hemos de hacer a plazo
corto y el que debieran contraer y realizar las siguientes generaciones para
mantenernos a nosotros dignamente. ¿Cuántas personas con necesidad de trabajar
no buscan ese trabajo que le sirva para toda la vida, porque así se gana la
vida con todos los derechos soportados incluso sobre quien no tiene el derecho
al trabajo?
Respuestas que además sirvieran para no porfiar en los
errores que se han cometido con la concepción del trabajo durante siglo.
Se podría saber:
Se podría saber:
¿Cuántas personas
están trabajando infinidad de horas sin hacer nada salvo estar y que por estar,
les ganan su pan a otros, a los que se les exige un esfuerzo y un estrés sin
límites?
Y más todavía:
Y más todavía:
¿Cuántas otras haciendo
enormes esfuerzos, no consiguen hacer en beneficio de la sociedad, ni la mitad
de lo que harían si no trabajaran?
O desde otra mirada:
O desde otra mirada:
¿Cuántas
personas en la plenitud de su vida han conseguido ya que otros sudemos su pan
por ellas y además lo consideran su derecho a costa de lo que sea sin
cuestionarse nada?
Y sería posible calcular:
Y sería posible calcular:
¿Cuántas
personas hacen trabajos totalmente improductivos socialmente y que componen el
aparato burocrático de los gobiernos con el que se controla el trabajo y el producto
del trabajo de los demás?
Y hemos de llegar a determinar:
Y hemos de llegar a determinar:
¿Cuántas horas de trabajo serían necesarias para poder atender única y
exclusivamente las necesidades de las personas?
Y por último si se administrara el trabajo como un recurso escaso
Y por último si se administrara el trabajo como un recurso escaso
¿Cuánto trabajo no se ahorraría para todo…?
Aunque parezca imposible, habríamos de detectar y señalar con el dedo a aquellas personas que siendo tan activas que no paran en su trabajo, solamente persiguen que todo los demás seamos dignos y honrados a su manera y trabajemos como ellos aunque no haga falta.
Cuantas personas realizan trabajos que alimentan la maquinaria del Estado (y al que le dedican un gran esfuerzo por que se creen que con él benefician a la sociedad) y que en realidad para lo único que sirven sus trabajos es para perjudicar a esa otra parte de la sociedad, que por no tener trabajo, no tienen ni derechos ni libertad?
ResponderEliminarSon muchas las personas que en nombre de la libertad y del Estado del regular estar engrosan el poder del Estado que en última instancia siempre garantiza unos derechos en perjuicios de otros entre ellos el derecho a tener trabajo de por vida a cuenta de que otros nunca tengan derecho al trabajo
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