domingo, 10 de marzo de 2013

El trabajo dignifica

En la moderna concepción de los derechos del hombre se aboga por que la actividad humana que dignifica a la persona es el trabajo. Reminiscencias de la filosofía social que se desprende de la novela sagrada y que todavía no ha superado la humanidad. Una visión de la sociedad que también impregnó las ideologías del siglo XIX que defendieron los derechos del trabajador y la preeminencia del trabajo entre todos los deberes y derechos.
Por ello en la proclamación universal de los derechos humanos se defiende que todas las personas tienen derecho al trabajo para poder cumplir con su deber social de trabajar.
Y a pesar de su origen, y dejando clara su provisionalidad, puedo pensar que esta aspiración legal está muy bien, siempre que ese derecho a trabajar se hiciera realidad en la medida imposible en las entrañas del sistema y en su defecto razonablemente se indemnizara.
En estos tiempos que nos tienen cogidos a todos por el bolsillo y en los que una parte importante de la población activa está controlada con la tarjeta de desempleo y sujeta con el bocado de la hipoteca, hay que llegar a entender, que todo sucede como consecuencia de las deudas que los poderes públicos han contraído para que la población hubiera tenido trabajo en el pasado y así mantener el sistema.
Y con la excusa del trabajo compraron sus voluntades. 
Y ahora la crisis significa pagar lo que trabajaron entonces.
Y lo que es peor:

Por una equivocada idea que han tenido los gobiernos en los últimos tiempos de lo que es y significa socialmente el trabajo, la producción, las necesidades sociales, equívoco con el que liaron la idea en una marabunta de objetivos macroeconómicos para tener una zanahoria que perseguir, y que utilizaba la escasez del trabajo como excusa.  Ha hecho trabajar a muchas generaciones mucho más de lo que es necesario trabajar para vivir dignamente. Así han conseguido a lo largo de los siglos que cada generación aporte a la historia mucho más de lo que le correspondía aunque pudiera incidir determinante en el futuro de las siguientes.
Y además, quienes vienen después, las nuevas generaciones, nuestros hijos y nuestros nietos, sin que en nada les beneficie porque ni siquiera van a poder usar una parte importante de lo que les dejamos pergeñado, lo van a tener que pagar ellos, sin aprovecharse del trabajo generado años antes, sino que por el contrario, van a volver a pagarlo otra vez con las jubilaciones de quienes lo hicieron.
Es imposible llegar a calcular: los créditos, bonos, letras, avales y derechos otorgados desde el Estado por todo aquello que nosotros  hemos construido, organizado y planificado durante décadas y que quienes vienen detrás las tienen que atender mañana con su trabajo.
Y los que nos siguen, no van a poder trabajar, porque no tendrán trabajo a no ser que se lo fantaseen, porque ya lo tienen todo hecho para mucho tiempo, y en su andar vital, se tendrán que entretener en alguna otra cosa para no verse inmersos en su propia desgracia.
Porque la realidad es: que varias generaciones hemos trabajado durante décadas, no sólo lo que nos correspondía a los que estábamos activos, sino que ya hemos hecho en nuestro beneficio, lo que en buena lógica tendría que trabajar las siguientes generaciones para poder tener una actividad productiva en función de sus necesidades.
Ni trabajo en el que ocuparse les vamos a dejar a los que vienen.
Porque si no cambiamos pronto la concepción de las necesidades sociales y el equilibrio de la economía y si no aprendemos a discernir entre el trabajo necesario y el innecesario y si a partir de ese punto no pensamos en el reparto del trabajo: hasta nuestros nietos se van a quedar sin trabajo desde la perspectiva que en estos tiempos tenemos.
Otros defienden que es con el trabajo con lo que se realizan las personas y que el esfuerzo lo dignifica todo en la vida y es la base de todos los derechos sobre todo el derecho a la propiedad.
Y es importante saber cuánto significa para muchas personas el trabajo y el esfuerzo propio con el que encuentran su realización personal y su felicidad y su modo de vida y no es necesario desdeñar su derecho a trabajar cuanto quieran en lo que quieran y que cobren lo que le quieran pagar. Porque también hemos de comprender cuántas personas hacen del trabajo su vida, porque su vida es el trabajo y han de tener la libertad de obrar como quieran y trabajar cuanto quieran, porque están en su derecho: si no fuerzan a los demás a trabajar.
No es problema que las personas que quieran trabajar trabajen y trabajen cuanto quieran, el problema real es que haya otras personas que no tengan para vivir dignamente aunque no trabajen y no porque no quieran sino porque no pueden porque no tienen trabajo.
Porque: ¿cuántas personas viven sin trabajo, que dicen es un derecho fundamental de los hombres y les hacen creer que viven en la indignidad de vivir sin trabajar? Personas que difícilmente pueden comer ni realizarse, y muchas veces no solo ellas, sino que también a sus familias les falta qué comer y todos los esfuerzos que hacen por trabajar, los hacen en el baldío de la incomprensión.
A muchas de estas personas, que en muchos casos podríamos considerar que ya son desheredados del mundo laboral, para calmar nuestra conciencia social las ponemos a coger las colillas del suelo con una escoba y un palín en cualquier jardín. Nos reinventamos de nuevo una tarea  para que tengan un trabajo que los dignifique como personas y un lugar en el que sembrar su esfuerzo como creyendo que así contribuimos a integrarlos en la sociedad como personas.
Lo cierto es que el trabajo determina las posibilidades reales de las personas a lo largo de toda su vida, con unas diferencias tan grandes, que el mismo hecho de trabajar te puede colocar en una vida en la que relativamente no te falte de nada o que por el contrario si andas a trancas con el trabajo, en toda tu vida no consigas que el faldón te tape del todo el culo, y que además, alguien se piense que es más importante que tú, y que además tú no eres más que un vago.
Así que cada cual tiene lo suyo y así, entre quienes están muy satisfechos subyugados por el trabajo y los que no tienen trabajo, nos encontramos con una población que está trabajando, y que si se está por encima de los cincuenta años, ya harta y cansada, está suspirando por la jubilación, porque su trabajo, durante toda su vida, no ha sido más que la tragedia a la que se ha tenido que enfrentar cada día.
Y esa parte de población joven que todavía no sabe si disfrutará mañana con su trabajo y que está suspirando por ser funcionaria: una manera de vivir sin pasar la mayor agonía que sufre la población por la ausencia de trabajo, si se cansará pronto de soñar, o será de la que habrá de coger las colillas del suelo dentro de unos pocos años.
 
     Quedan muchas preguntas a la hora de proyectar en futuro y poder organizar el trabajo y el volumen de trabajo que hemos de hacer a plazo corto y el que debieran contraer y realizar las siguientes generaciones para mantenernos a nosotros dignamente. ¿Cuántas personas con necesidad de trabajar no buscan ese trabajo que le sirva para toda la vida, porque así se gana la vida con todos los derechos soportados incluso sobre quien no tiene el derecho al trabajo?
    Respuestas que además sirvieran para no porfiar en los errores que se han cometido con la concepción del trabajo durante siglo.
Se podría saber:
    ¿Cuántas personas están trabajando infinidad de horas sin hacer nada salvo estar y que por estar, les ganan su pan a otros, a los que se les exige un esfuerzo y un estrés sin límites?
Y más todavía:
     ¿Cuántas otras haciendo enormes esfuerzos, no consiguen hacer en beneficio de la sociedad, ni la mitad de lo que harían si no trabajaran?
O desde otra mirada:
    ¿Cuántas personas en la plenitud de su vida han conseguido ya que otros sudemos su pan por ellas y además lo consideran su derecho a costa de lo que sea sin cuestionarse nada?
Y sería posible calcular:
    ¿Cuántas personas hacen trabajos totalmente improductivos socialmente y que componen el aparato burocrático de los gobiernos con el que se controla el trabajo y el producto del trabajo de los demás?
Y hemos de llegar a determinar:
    ¿Cuántas horas de trabajo serían necesarias para poder atender única y exclusivamente las necesidades de las personas?
Y por último si se administrara el trabajo como un recurso escaso
     ¿Cuánto trabajo no se ahorraría para todo…?

Aunque parezca imposible, habríamos de detectar y señalar con el dedo a aquellas personas que siendo tan activas que no paran en su trabajo, solamente persiguen que todo los demás seamos dignos y honrados a su manera y trabajemos como ellos aunque no haga falta.

2 comentarios:

  1. Cuantas personas realizan trabajos que alimentan la maquinaria del Estado (y al que le dedican un gran esfuerzo por que se creen que con él benefician a la sociedad) y que en realidad para lo único que sirven sus trabajos es para perjudicar a esa otra parte de la sociedad, que por no tener trabajo, no tienen ni derechos ni libertad?

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  2. Son muchas las personas que en nombre de la libertad y del Estado del regular estar engrosan el poder del Estado que en última instancia siempre garantiza unos derechos en perjuicios de otros entre ellos el derecho a tener trabajo de por vida a cuenta de que otros nunca tengan derecho al trabajo

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