domingo, 8 de septiembre de 2013

Las generaciones



El sistema en el que a fuerza de vivir, vivimos, obliga, desde la más estricta necesidad, a que cuando la población tiene una cierta edad, o casi a cualquier edad, y sobre todo cuando no tiene trabajo, para que sienta la angustia vital e individual de la falta de trabajo. Desde esa carencia,  el trabajo se hace un objetivo vital y trascendente, un derecho que muchas personas ya no alcanzan a lograr, y mientras, la sociedad le urge su deber de trabajar si quiere reivindicar cualquier derecho.

     
 Esta es la faceta más dolorosa de la realidad porque determina la conducta de las personas que están en edad de trabajar, y es posible, que hasta les hurte la condición plena de ciudadanía.




 Hoy una parte de la población está sometida a la falta de trabajo.
      ·         Jóvenes nacidos a partir de la década de los ochenta.
      Si estos jóvenes tienen la capacidad de vislumbrar intuitivamente una sociedad más igualitaria, posiblemente, ésta sea una generación que desde el subconsciente ya se esté preparando en la filosofía del trabajo que ha de imperar a partir de esta crisis.
      Aunque a la juventud desde las buena palabras constantemente se le está repicando la cantinela de que: estudie lo que sea, se prepare pensando en el mañana, se forme en la disciplina y el esfuerzo, en la constancia y la abnegación, sin embargo, desde la conciencia social: esa que se adquiere en la calle y que se adereza en el ambiente, a una pare de esa población, enseguida se les transmite otra cara, la  que le lleva a la obligación positiva de trabajar, con esa excusa imple y demoledora de que puedan disponer de su propio dinero para gastarlo en lo que quieran.
      Una parte enseguida encamina sus pasos al mundo del trabajo.
      Y nunca han tenido nada que se pudiera entender como trabajo.
      Peor todavía: cuando los jóvenes quieren entrar a formar parte del mundo del trabajo para disponer de dinero para gastar, aunque no sean conscientes, pasan a hacer del trabajo una necesidad que ya nunca la podrán calmar y quedan ya en los brazos asfixiantes del sistema.
      Esa necesidad inducida es una máquina de incultura.
      Y ese vivir sin esperanza en un surtidor de abandono y desidia.
       Sin embargo, establecida la edad de trabajar: a ningún joven se le reconoce el derecho al trabajo cuando quiere ponerse al tajo, y ni siquiera, por mucho que hayan presumido de la formación reglada con la se le ha asistido, tiene formación para trabajar aunque le hayan estado concienciando durante toda su vida para encontrar un empleo.

·         Nacidos en los años sesenta.
      Esta es la generación que más ha creído en las bondades del sistema, porque en lo mejor de su vida: el sistema le ha mostrado su mejor cara y lo ha mamado. También es la primera generación en la que la mujer entra a formar parte del mundo del trabajo remunerado.
      Ellas y ellos, llevan años naufragando en una aventura en la que su destino vital se lo jugaron todo a una carta: cada cual a la suya, pero todos la misma: priorizar el trabajo y el esfuerzo sobre las relaciones, la pareja, la descendencia, la vida plácida y las pequeñas ilusiones.
      Todo, para vivir en una trampa durante toda la vida.
      Y ahora, sin saber cómo y sin haber recogido los frutos imposibles, en medio de la trampa, se ha quedado con todas sus miserias.
      Es una generación que aunque tenga carreras universitarias relucientes, tienen un nivel de formación bajo y se ha formado en el trabajo de cada día sin más pretensiones que cumplir y hacerse acreedores de lo que les han pagado. Han creído que esa actitud era suficiente para tener todos los méritos que le parapetaran del fracaso.

·      Quienes han pasado de los cincuenta y no se han jubilado.
      Por mucha experiencia que tengan, no tienen ninguna posibilidad de encontrar trabajo y si acaso en empleos marginales en los que no sea necesario ni tan siquiera esfuerzo físico.
      Esta generación, si le ha tocado la chama del desempleo, de ninguna forma pueden volver a ejercer su derecho a trabajar. Además, ahora les van a aplicar más todavía, la ideología del trabajo barato y los nuevos tiempos necesarios para jubilarse y las nuevas exigencias para el cálculo de lo que van a cobrar. Van a tener unas diferencias tan importantes con los que siendo de su tiempo lograron tener trabajo hasta que se jubilaron y de los que se están jubilando en la actualidad, que cuando llegue su día será imposible soportar el injusto agravio comparativo.
      Han de buscarse la vida como puedan hasta que llegue ese día.
      Y a ver qué pasa cuando se jubilen.
       Ni se sabe cuántos no se podrán siquiera jubilar.
       Hombres y mujeres que en principio tienen derecho al trabajo pero que no lo tienen ni esperan tenerlo salvo en precario. Manos activas, mentes preparadas que entienden de su obligación a trabajar.
       Corazones y almas dolidos y encogidas por la falta de trabajo.

Recientemente, cuando en los primeros síntomas de la crisis el gobierno creyó que la podía atajar con unas aspirinas, y procurando que no se resquebrajara la oferta de trabajo que pudiera desacelerar la actividad económica, puso en marcha una iniciativa de creación de empleo. Presupuestó y emitió una importante partida de millones de euros para que desde los ayuntamientos se habrían de proyectar  trabajos innecesarios, tan innecesarios, que no podían ser proyectos que por su necesidad ya estuvieran planificados anteriormente.
     Era trabajar en una inercia que activara la economía.
     Se hicieron obras de todas las clases:
      ·      Enfrente de mi casa se construyó un parque infantil cubierto en el que desde entonces nunca he visto jugar a ningún niño. Le pusieron luces para que estuviera disponible para los niños incluso por la noche. Están acostados y  las luces están encendidas  Y lo inauguraron.
      ·      En mi pueblo hicieron un kiosco de música que a la vez de estar muy mal diseñado no se utiliza más que un par de veces al año. No está ubicado en una plaza que reúna las condiciones necesarias para acoger al público puesto que solamente se coloca en el Sur del Quiosco. En dos ocasiones le he pedido al ayuntamiento que me dejara utilizarlo para dos pequeños y sencillos actos públicos a los que pensaba que acudiera poca gente, y como al parecer está de adorno no me lo ha prestado. Tiene unos baños públicos en su barriga que siempre están cerrados.
       Llenaron las aceras, plazas y calles de unos inmensos carteles de hierro en el que se explicaba lo que se estaba haciendo con tanto dinero. Trataron de considerar la virtud del trabajo bien hecho para activar la economía como un fin en sí mismo y demostrar la buena gobernanza Solamente consiguieron dejar claro que trabajaron en aquello que no era necesario. Y pasado el tiempo, nos lleva a pensar que ese trabajo que no era necesario entonces no lo será nunca, porque se ha trabajado y en realidad no se ha solucionado nada. Siempre se repite lo mismo.
       Más trabajos hubieran hecho más hubieran demostrado.
       Eran proyectos admirables que pudieran ser la semilla de otros nuevos trabajos que no solamente procurara el bienestar de quienes estuvieran parados sino que además fuera una inyección de vida para algunas pequeñas empresas que ya se veían afectas por la crisis.

Esta es una idea que está muy extendida en el sistema:
      Un trabajo alimenta a otro.
      Una gran mentira cabalgando en la ensoñación.
      Siempre suponiendo que la actividad está creciendo y crecerá.
      Si la actividad va de bajada cada trabajo arrastra a otro.
      Por eso hay que dejar de inventarse trabajos.
      Que al final acaban incluso con los trabajos necesarios
      Cuando demuestran que son inventos arrastran a otros necesarios.

Se puede calcular que cada puesto de trabajo de aquellos que se habilitaron circunstancialmente con aquel proyecto aproximadamente costó cincuenta mil euros. Qué decir de este ejemplar ejemplo, si en realidad consiguieron demostrar la inutilidad de trabajar porque sí y que habrá que pagar lo que costó más los intereses, con mucho más trabajo.
      Las conclusiones erróneas sobre esta cuestión tienen dos caras:
      ·        Una: la necesidad de tener contentos a quienes necesitan trabajar, que ha impulsado a los empresarios y a los poderes públicos a predicar la dignidad del trabajo durante años, aunque teniendo buen cuidado de mantenerse ellos indignos en este aspecto.
      ·        La otra: el nuevo placer que nos hace deleitarnos por la capacidad que tenemos de hacer cosas que en última instancia no sirven para nada, aunque asombrosamente modifique la imagen que se tiene del entorno en el que vivimos y se pueda decir esto es lo que hemos hecho: aunque sea un cristo con dos pistolas… pero que antes no estaba.

Ahora quieren poner en práctica una nueva manera de entender el derecho, la necesidad y la obligación del trabajo: es el trabajo para la comunidad que quieren que realicen aquellas personas que por encontrar trabajo reciben alguna ayuda social, no salario.
       Más trabajo y sin que sea considerado trabajo.
       Y con el asentimiento social general: si les pagamos que trabajen, de nuevo nos inventamos un trabajo que tiene toda la apariencia de los trabajos forzados porque esa obligación no tiene ni derecho al jornal.
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