domingo, 24 de febrero de 2013

Cuánto trabajar


Antes de empezar quiero decir que estoy convencido de que se ha trabajado demasiado en el mundo, y que además, ese trabajo que se dice ha creado tanta riqueza, en realidad lo que ha creado en las sociedades es mucha pobreza económica y espiritual y una civilización que se ha visto tantas veces descompuesta por las injusticias.
Una manera de concebir el mundo que quizás ahora esté tocando a su fin  porque el sistema económico que ha estructurado, esté dando sus últimas sacudidas desde esa idea de que la humanidad tenga que trabajar tanto y tanto aún a costa de su bienestar y de su futuro, .
Pienso que la creencia inducida desde la antigüedad al género humano de que el trabajo es una virtud menester de practicar, ha causado enormes daños a la humanidad.
Una creencia que además, a lo largo de toda la historia nunca le ha dado respuesta a los graves problemas que han tenido las sociedades y que casi todos ellos todavía están sin resolver.
Me ha quedado demostrado en muchos lugares, que tanto trabajo, embrutece tanto a las personas y las hace tan insensibles como pueden llegar a ser los animales que se han utilizado para trabajar, y sin embargo, en el camino me he encontrado con gentes de edad avanzada que hubieran podido presumir de una inteligencia natural envidiable y que no han podido conformar su condición humana porque el trabajo no les ha dejado tiempo para conformarla.
Seguramente, agarrado a ideales que ya son viejos y que siempre perdieron en esa vieja batalla de cambiar radicalmente el devenir de la historia venidera, a lo mejor de de acuerdo con otros muchos que ni oigo ni conozco pero que existen, desde hace algunos años vengo defendiendo y  predicando al pensamiento de las gentes con la que normalmente tengo contacto, algo completamente distinto a lo que hasta ahora siempre nos habían enseñado y con mis desmanes y palabras despotrico contra esta manera de entender la vida alrededor de trabajo, que al final he constatado que no ha traído al planeta más que ruina y destrucción, miseria e injusticia.
Todos se sorprenden.
No me tratan por tonto porque me conocen.
Con mis palabras, les queda claro que era una gran mentira lo que nos enseñaron a nuestra generación para que creyéramos y para que desde esa fe pensáramos qué íbamos a ser hoy y así fuéramos y que llegados a esta altura ya ha fracasado.

Todas aquellas mentes jóvenes que además tuvimos ocasión de estudiar un poco más allá de los catorce años fuimos educados en el espíritu de algunas sentencias que se repetían en la familia en la escuela y la iglesia en torno al trabajo.
* El trabajo dignifica al hombre.
* El ocio es la madre de todos los vicios.
* Ganarás el pan con el sudor de tu frente.
* Trabaja cada día y haz economía cada minuto.
* El trabajo es la paga de todos los derechos que tienes.
* Si no trabajas nada puedes exigir porque no mereces.
* No morderás la mano que te da trabajo y te da de comer.
Hay que ver lo poco que ha cambiado el mundo que todavía se utilizan estas mismas consignas para educar a la población, si bien es muy posible que ya una parte de quienes las escuchan no les hagan caso y obren en función de otras ideas radicalmente contrarias.

Aunque la última guerra todavía estuviera sangrando sus heridas, las nuestras y las de los otros, los que nacimos en los años en los que las guerras parecían lejanas, se decía que estábamos viviendo una era de paz y prosperidad y había que olvidar el pasado, quizás también eran tiempos en los que era necesario el trabajo de todos porque estaba todo por hacer y rehacer. A pesar de todo tampoco había trabajo para todos y la población lo había de solucionar saliendo al exilio o a la emigración. Entonces vivimos el trabajo como una necesidad y como una obligación que no se podía esquivar.
En mi caso, dicen que era un niño con muchas virtudes, aquellas que prometen un gran futuro, esas que les gusta decir a los padres que tienen sus hijos, aunque no las tenga, pero que al parecer yo las tenía, aunque todavía hoy no sepa cuáles eran.
Formal y tranquilo, aplicado y cariñoso, obediente, sumiso.
Más listo que el aire decían mis abuelas.
Y muy tímido diría yo.
Y con mucho carácter y personalidad.
Entre estas mimbres quedó aquella educación.
En aquellos años en los que tomé las primeras lecciones, creí todo cuanto me dijeron sobre el estudio y el trabajo, hasta los curas nos hacían trabajar el domingo por la mañana después de misa para santificarlo, y así adquirí una conciencia que me ha hecho trabajar intensamente durante toda mi vida y hasta el momento actual porque además casi siempre disfruto trabajando.
También yo empecé a trabajar desde niño.
Incluso pudiera ser que trabajar ya me diera derecho a fumar como un hombre. En aquellos años en los que no se habían construido otras necesidades, para la adolescencia era casi nuestro mayor reto para ser mayores de edad definitivamente: trabajar y fumar.

Pertenezco a la última generación a la que en este país se le ha obligado a trabajar desde niños, y con doce o trece años ya tenía que echar una mano en casa, ya tenía que ganarme el pan con el sudor de mi frente ya tenía que ver la vida con los ojos de trabajar cada día.
Y lo hice, vaya que si lo hice.
Y estaba orgulloso de trabajar y de valer para casa.
Y no tuve ninguna consideración porque era esa mi obligación.

Muchas veces recuerdo aquel domingo 21 de Junio de 1970 en el que intuitivamente fui consciente de que ya tenía que ganarme la vida con mi trabajo sin entender muy bien qué era eso.   

Nadie me tuvo que decir que tenía que contribuir al común familiar y empecé a comportarme como una persona mayor cuando ese día lo supe.


Era como el comienzo de la vida real.

La profesión que aprendí de niño en mi casa fue la de herrero y todavía me recuerdo alrededor de la fragua y del yunque, entra las tenazas y martillo que se usaban para un trabajo de manos negras.




Antes a la infancia, que se decía que llegaba al nacer con un pan debajo del brazo, se le acostumbraba al trabajo haciéndoles ganarse el pan en cuanto tenían edad y fuerza para echar una mano en lo que fuera.

Pronto se habían comido el pan que traían.

En estos tiempos incluso, más que antes, todos lo padres pretenden que sus hijos se críen en el amor al trabajo y al esfuerzo y para ello les preparan otro tajo.
Son los deberes escolares para que puedan tener las mejores notas de ka Escuela. 
Son aquella infinidad de actividades fuera de la educación reglada en las que además de su esfuerzo también tienen el apoyo de sus padres aplaudiendo y si es preciso dando gritos.
Ahora el pan se lo han de ganar con un trozo de chorizo,
Se ha llegado a un punto en el entrenamiento de la infancia, en el que se puede observar y comprobar que en la mayoría de las familias trabajadoras en las que hay infancia y adolescencia, entre unas obligaciones y otras acaban trabajando más horas que sus padres y además con la responsabilidad de que tienen no solo han de cumplir sino que han de ser mejor que nadie.

Pero también, conforme me he hecho veterano, de anciano prematuro me califico desde hace años, cuando trato de hacer valer mi experiencia, aunque creo que mi conciencia haya controlado mi trabajo dependiendo si era para vivir o para ser yo mismo, en la medida en la que me lo he podido permitir, he trabajado de acuerdo a como profundamente he pensado en estos años, sin saber cómo concretarlo entonces, pero estando muy seguro ahora de qué hice y porqué lo hice.
Pasados estos años, el grueso de mis opiniones ha experimentado una importante evolución y aunque no me arrepiento de haber trabajado tanto, pero he visto, he comprobado, que éste no es el camino para la buena convivencia social y para procurar la felicidad individual y de quienes nos rodean. Ni siquiera es un buen camino para quienes tienen una gran capacidad de trabajo y pudieran depender únicamente de sí mismos.
Y no por aquello de:
* Nadie se ha hecho nunca rico trabajando.
* Todos tenemos derecho a ganarnos la vida.
* Amarte a ti mismo sobre todas las cosas.
* No subyugar al desgraciado que te da de comer.
* La vida es muy corta como para perder el tiempo trabajando.  


domingo, 17 de febrero de 2013

El burro


Una cosa es muy cierta: cualquier persona con un poco de sensibilidad ha pensado alguna vez en lo que significa el trabajo y en cómo está organizado el mundo del trabajo.
Sin duda, en estos tiempos en los que nos acorrala el desempleo, cualquiera habrá llegado a pensar sobre estas cuestiones, y seguro que en su pensar ha podido sacar sus propias conclusiones.
Mi amigo Joxeluís, un hombre trabajador por excelencia con una gran predisposición al trabajo altruista, que es muy posible que esté de acuerdo con casi todo lo que pienso pero que trata por todos los medios de disimularlo, me ha hecho una pequeña exposición de cómo se organiza el trabajo cuando le planteé un pequeño esquema de cómo iba a ser esta obra.
Así me escribe:
Estoy seguro de que cada uno puede llegar a unas conclusiones muy diferentes sobre el mundo del trabajo y que seguramente dependerán de las distintas experiencias laborales y sobretodo de la situación personal en la que cada ser humano se encuentra en referencia al trabajo.
Es decir:
* Si camina montado en el burro.
* Si tira del ramal llevando al burro.
* Si camina a pie detrás del burro.
* O si es el burro.
* O si es el amo del burro.
Esta es la realidad del mundo del trabajo.
También es cierto que siempre ha existido esa eterna lucha entre los que quieren subirse al burro para ver el mundo desde lo más alto, y los que ni a empellones quieren bajarse del mismo burro porque están muy bien a horcajadas agarrados fuertemente con sus piernas al pobre animal. Y ciertamente también nos podemos encontrar con la gran indiferencia que se muestra entre los que andan despistados al lado del burro, sin preocuparse ni de unos ni de otros y mucho menos del burro. 
La condición humana es así, y siempre lo ha sido.
La historia lo pone en evidencia.
Amigo Pedro ya me conoces, lógicamente yo tengo  una opinión formada sobre esta cuestión, y podría largar un rato sobre el tema, pero no viene al caso. No obstante  creo que he vislumbrado la solución que se va a dar en el futuro al mundo del trabajo. Mejor dicho, la solución que querrán darle los que están montados en el burro si entre todos no la evitamos.
Ya sabes eso que se dice de que  las ciencias avanzan que es una barbaridad, pero sólo me centraré en las relativas a lo que se viene en denominar hibernación del hombre o lo que es lo mismo la creación de contingentes de parados que sientan de tal manera la necesidad de trabajar, que por querer trabajar a toda costa, le den menos valor a su trabajo y que mientras tanto trabajen o no trabajen vivan atemorizados.
Aquí está según los del burro la solución:
Basta con hibernar la mano de obra sobrante y almacenarla durante un tiempo, y, después, según las necesidades económicas ir dándole salida desinvernando la masa productiva necesaria que además sale del almacén mucho más dócil y callada...
¿Y si después sobra mano de obra?
Pues nada, se hiberna de nuevo y resuelta la cuestión.
Obviamente quizás esté exagerando un poco pero no tanto como para estar alejado de la realidad de sus pensamientos.
Los del burro son capaces de hacer cualquier cosa por seguir con lo suyo, que es lo que les interesa; lo suyo y nada más que lo suyo, que es lo que han hecho siempre, pues de lo contrario, no nos hubiera costado tanto conseguir los actuales derechos que se desprenden del trabajo, derechos que ahora vemos que se pueden desmoronar en un santiamén si no estamos alerta.
A los del burro siempre les tienen que salir las cuentas.
Yo creo que es un buen esquema de cómo está organizado el trabajo de tal manera que nadie piensa en el burro. Esta es una de las circunstancias en la que Joxeluís no ha pensado y que es la más importante de todas.
Sin embargo en esta letanía lo importante es:
* Qué hace el burro
Y el burro lo que hace es dar vueltas a una rueda sin sentido. Hemos de tratar de que no sea necesario el burro o de que al menos no sea necesario dar tantas vueltas.
* ¿Quién es el amo del burro…?
Y aunque pueda parecer imposible, el dueño del destino del burro es la propia voluntad del burro.

En los momentos de crisis también es muy peligroso mantener la fuerza del trabajo sin un mínimo de estrés que recuerde que ha de trabajar, que ese es su destino y no puede estar mucho tiempo mano sobre mano. También ha de saber que estando inerte y almacenada no solamente han de sufrir la incomodidad y el peligro de las estanterías de las oficinas de empleo, sino que también poco a poco va perdiendo una buena parte de sus derechos mientras esté parada.
Aún con mano de obra almacenada en grandes cantidades, sin pretenderlo, se demuestra que mal que bien podemos pasarnos sin su trabajo. Así, de otro lado, el sistema procura que un alto porcentaje de la población esté trabajando en exceso sin que para nada le preocupe que haya quien no tiene trabajo.
Estos métodos simples y perversos de psicología social que si no están planificados sí que están consentidos, a menudo demuestran ser inadecuados y provocan stocks de mano de obra que pueden llegar a reventar el almacén si la población no acepta con resignación su suerte. Es cuando el sistema ha de mandar gentes a la emigración, y convence de distintas maneras y desde distintos perfiles para que un cierto número de personas salgan a vender su trabajo en otro sitio.
Las bandadas de emigrantes son cíclicas y crónicas.
Con una combinación de todos estos dispositivos en el que el empleo y el desempleo son las dos caras de la moneda del trabajo, sin ninguna dificultad el sistema se las arregla para mantener viva la noción de que el hombre medio debe realizar una gran cantidad de duro trabajo manual para ganarse la vida o vivir angustiado en las  frías estanterías de las oficinas de empleo, y a ser posible, de alguna manera inutilizar su capacidad de pensar.
Sólo se piensa en tener y si lo tienes, en que lo puedes perder.
Si por medio de las sucesivas crisis no se diera solución cada cierto tiempo, en todos los lugares, de una forma u otra, todos los estados se ponen a fabricar explosivos de alta potencia. Después por un quítame esas pajas se van creando conflictos ficticios entre: naciones, religiones o intereses estratégicos y se dice que llevaban larvados varios siglos y se envía a otro número determinado de personas a hacerlos estallar. Y como si fuéramos niños que acabáramos de descubrir los fuegos artificiales, nos congratulamos en los telediarios con nuestra historia, nuestra patria y nos reconciliamos hasta la muerte con nuestra propia estupidez.
Son las guerras otra manera de crear y organizar trabajo.
Otra manera muy asentada de organizar el trabajo en el entorno geográfico en el que vivimos, y como consecuencia de determinar la vida social y ciudadana, es la celebración de las fiestas religiosas, las que sirven para dar gloria a la virgen o al santo de cada sitio o lugar. Estas fiestas son las que construyen puentes de ocio, y quien trabaja, los tiene presentes desde el minuto siguiente en el que ha disfrutado del último. Dicen que gracias a la magnanimidad de quien santifica esta manera compulsiva y aleatoria de generar descanso entre periodos de trabajo, también generan consumo y empleo porque hace que la gente guarde fiesta, se mueva y gaste.
Es la iglesia quien mejor controla el calendario laboral.
La organización del trabajo en términos globales, como una herramienta de construcción social, es en realidad la manera de justificar y de entregar horas de trabajo, aunque no se haga nada y aunque lo que se haga sea destruir el tejido social sin piedad.
Siendo así, lo mismo nos da sacrificar al burro.

viernes, 8 de febrero de 2013

Trabajará quien quiera


¡Pues no! Me quedan muy pocas dudas de que esta obra procura las líneas y caminos que se van a recorrer en el futuro sin que nadie pueda hacer nada por impedirlo. Un cambio, en bien de la sociedad y de la humanidad, que servido por la conciencia social, ya se está dando más o menos conscientemente desde las nuevas actitudes de las gentes que van conformando la necesidad de ese cambio.
En pocos años, nada será como lo estamos viendo ahora.
No por ello, hay que estar a lo que hay que estar puesto que:
* Hay que ir preparando el camino para andarlo despacio.
* Hay que programar las conciencias ante lo inminente.
* Hemos de cambiar el sistema para que pronto sea posible.

Mi amigo Xabier lo tiene muy claro y lo explica con una sola frase. Una frase de pocas palabras, dicha como si fuera la expresión perfecta de una provocación a la que nadie puede hacer frente.
- ¡En unos pocos años trabajará quien quiera…!
Y se queda tan ancho detrás de esa voz que suena bajo.
Y pone una cara inocente para que nadie le suelte un manotazo.
La primera vez que se le escucha entran ganas de no hacerle caso y ni siquiera pensar ¿qué estará diciendo éste?
Yo creo que Xabier, después de haber observado y reflexionado durante toda su vida sobre el mundo del trabajo, siendo según fueran las circunstancias de su vida en cada época: empresario, trabajador, parado y jubilado, también es capaz de defender su conclusión con una sola pregunta como si no tuviera otra
Y lanza esa pregunta que no espera que nadie conteste:
-¿Quién se hubiera podido imaginar nada más que hace cien años que podría haber personas a las que se les pagara una cantidad cada mes para que pudieran vivir sin trabajar y que no trabajaran…? 
- ¡Y eso ahora se ve tan normal…!
Y vuelve a contestar.
Xabier ya no te deja ni respirar, sabe que si respiras le vas a soltar de la misma letanía que le quieren hacer respirar a él de toda vida de dios, los de siempre. Respuestas que ya lo tienen aburrido de tanto esfuerzo como predican y de tanto quehacer, de hacer y deshacer.
- ¡Y ahora parte importante de la población vive sin trabajar…!
- ¡Y algunos no han trabajado en su vida…!
- ¡Y llevan toda la vida cobrando…!
- ¡Hasta dos pagas tienen algunas personas…!
- Y a todos nos parece tan normal…!
- ¡Hasta quien no tiene trabajo tiene un salario de garantía…!
- Aunque con esta crisis se esté reajustando todo…!
- Pero quedará una base desde la que volver a empezar.
Parece como si no dijera nada y lo dice todo.
Xabier es un hombre pequeño y tranquilo, con esa tranquilidad que dan los años y que permite no tener ni miedo ni respeto por nada de lo que nos enseñaron que habíamos de temer y respetar.
Cuando te habla te mira a la cara y te persigue con su mirada sin dejar que se escape la tuya hacia las musarañas y sigue diciendo sin importarle qué puedas tú estar pensando, y como si en ese instante no hubiera más razón que la suya:
- Si te pones a contar nada más que entre la gente que tú conoces en tu alrededor, y buscas las personas que están: jubiladas, prejubiladas, paradas, pensionadas, subvencionadas… ya te faltan números para llegar a contarlas a todas… y que conste que a mí me parece bien… porque son muchas las circunstancias por las que ya se ha llegado a que una parte importante de la población esté en esas condiciones de no necesitar del trabajo para vivir… y será más de una cuarta parte la que cobra del común sin trabajar… y para qué te voy a decir lo contrario si soy uno de ellos.
Como no te queda otro remedio que aguantar lo que te dice, le vas cogiendo el rollo de lo que explica y lo sigues sin darte cuenta de que te está empezando a interesar lo que dice, y a la vez, empiezas a caer en una realidad a la que estás tan acostumbrado que hasta ese momento te parece tan normal que no le dabas importancia. Sí que es verdad que ya hay muchas personas que cobran sin trabajar y que se admite más que con normalidad, como un derecho de esas personas.
Y sigue diciendo:
- Y entre esa parte de la población que vive sin trabajar y que dice para justificar lo que cobra que bastante trabajó antes, aunque luego hay justificaciones de todo tipo porque nunca nadie trabajó tanto como dice, te puedo asegurar, que hay algunas personas con una actividad ociosa pero altruista y laboriosa, que hacen más cosas de valor y beneficio a la sociedad que las que hicieron cuando trabajaban y les pagaban el sueldo con el que pudieron llevar la sal a sus casas, y que a ellas, esta actividad ociosa les produce más satisfacción personal que cuando se ganaban el pan con el sudor de su frente y eso que era el pilar de su orgullo personal.
Y mi amigo Xabier no para de hablar, y te coge del brazo para que le escuches más de cerca porque lo que te va a preguntar ahora es importante aunque tampoco te va a dejar que le contestes.
- Además ¿para qué trabajar…? si son muy pocas las personas que trabajan para algo que nos merezca la pena a los demás… si en realidad todos trabajamos en el cuento sin hacer nada de fundamento para el resto… nada que nos sirva a los demás para ser más felices… si la mayoría nos hemos inventado un trabajo para hacer como que trabajamos… A ver… ¿tú en qué trabajas… cultivas tomates…? ¿pues no ves…? ¡ya está…!
Y mientras tú estás todavía pensando en los tomates sigue:
- La gran mayoría de los trabajos son un entretenimiento absurdo sin más obligación que meter horas peleando contra  el aburrimiento. Y las personas que hacen esos trabajos cobran aunque de nada sirva lo que hacen, porque la mayoría de las veces son trabajos inútiles que nadie los ha pensado para que sirvieran de algo… y que en el fondo su única utilidad es que alguien cobre… o sea que se podrían pagar igual aunque no trabajaran… al menos así: no se darían importancia ni molestarían.
Se calla y ya te deja decir y tú no puedes decir nada.
Solamente una pregunta te viene a la cabeza.
- Y entonces ¿qué hará la gente si no quiere trabajar…?
- Pues qué va a hacer ababol…: trabajar.
- Trabajar en lo que le guste y no darle más valor al trabajo que la satisfacción que le produce su trabajo… y trabajar será para las personas inventarse una faena cada día, aunque algunas de esas tareas tampoco sirvan para nada… pero al menos no se verá nadie en la obligación de trabajar para tener otros derechos.
Pues sí que estamos bien: tanto rodeo para llegar al mismo sitio.
- ¿Y quién va a hacer las cosas necesarias…?
- Pues quien las va a hacer: quien lo ha hecho siempre: la naturaleza que es capaz de abastecernos de todo lo que necesitamos y que hay quien se ha apropiado de los recursos que tiene.
Por un momento parece enfadarse consigo mismo.
- ¿Es que estamos tontos…? ¿para qué están las máquinas y las tecnologías…? ¡Pero si trabajando la mitad pueden producir el doble de lo que necesitamos… que haya que explicarte a ti estas cosas…!
Le parece imposible tener que explicar ciertas cosas una vez más.
- Que los tiempos van corriendo y la oferta y la demanda en el mercado del trabajo, encontrará su punto de ajuste… y los cambios llegarán y al trabajo… ese trabajo que  ahora se entiende como producto infinito que se puede devaluar en el mercado llegará a perder todo su valor como mercancía… si ya no hay nada qué hacer… que casi todo que había que hacer ya está hecho.
Lo cierto es que verdaderamente  casi todo está hecho pero no obstante preguntas para que no se quede sin gustar ninguna tajada:
- Y habrá para todos…?
- ¿Cómo no va a haber para todos si lo hay hoy… a pesar de todo…? y sobre todo, habrá para los que ahora ni hay ni tienen. ¡Parece mentira que haya que explicarte a ti estas cosas…!
La verdad es que es difícil encontrar la razón de la idea con raíces bardeneras de mi amigo, pero lo cierto es que en cuanto le doy un par de vueltas encuentro una razón que se cae por su propio peso.
En el fondo y a largo plazo, aunque él no se lo crea estoy de acuerdo con mi amigo Xabier no dice ninguna tontería sino que dice en poco rato muchas cosas diferentes en las que pensar.

domingo, 3 de febrero de 2013

Mis trabajos

En los meses en los que estoy escribiendo estas páginas que a nadie van a jalear, he cumplido cincuenta y cinco años.
Y cuarenta y dos de trabajo.
Todavía adolescente aprendí a trabajar el hierro en frío.
En un ambiente familiar en el que reinaba la escasez hube de aprender a sacarme las castañas del fuego y esa necesidad cambió por completo la concepción del trabajo afecta a la producción, al precio y al coste y al valor del trabajo que tenía mi padre.
Luego fui capaz de conciliar todos aquellos elementos y puedo creerme que fue una época en la que conformó mi carácter y muy instructiva, tanto, que dio algunos frutos que todavía perduran.
Tenía veintisiete años cuando acabó aquella historia.
Era el año 1984.

En ese año empecé a trabajar en una empresa de distribución multinacional y en ella empecé a ver un mundo que antes nunca había visto: la relación con el resto de los compañeros empleados de la empresa. Enseguida me ofrecieron asumir responsabilidades en la organización, nunca sabré si por méritos propios o deméritos de los demás. Unas responsabilidades que acepté de buen grado dada mi disposición al trabajo y al esfuerzo con el que creía que me podía ayudar a crecer profesionalmente con todas consecuencias.
Hube de saltar de aquella empresa cuando comprobé que alguien quería cortar la hierba bajo mis pies y como no entendía qué pasaba hube de salir corriendo: sin ver el lado perverso del trabajo.
En 1987 me inicié en una empresa cooperativa, lo que se llamaba de trabajo asociado, en la que estábamos trabajando entonces más de mil personas,  tratando de salir adelante en el mundo de la distribución.
Cuando abandoné aquel mundo tenía treinta y cinco años.
Tenía la suficiente experiencia como para comerme el mundo.
Para aquel entonces, al margen de mi trabajo, de una manera más voluntariosa que profesional, había ayudado a muchas personas a crear su propia empresa o su propio puesto de trabajo. Pequeños negocios, que ya en aquellos tiempos se iniciaban en un régimen de mera subsistencia, aunque todos pensaran que se estaban montando un negocio con el que iban a poder ganar dinero y asegurar su futuro.
Desde un núcleo que componían cuatro personas jóvenes inicié un proyecto con características de Sociedad Anónima en el que progresivamente las personas que trabajaban tomaban una pequeña participación abierta y sin límites, en una actividad en la que se producía, distribuía y comercializaba con un cierto grado de investigación y desarrollo con una plantilla que crecía cada día.
Aquello para mí duró cinco años en los que hubo una importante expansión de la actividad empresarial y sin que me permitieran que tomara asiento, la hube de dejar de aquellas maneras, porque aquel proyecto no lo entendía nadie de los que estaban participando.
En la actualidad y desde poco antes de que naciera el siglo, me dedico a ayudar a algunas pequeñas empresas para que no lleguen a naufragar en medio de esta crisis sistemática. Parte importante de este trabajo la hago de manera altruista: me duele ver naufragar a la gente entre las aguas de sus ilusiones sin saber cómo salir.
Esta ayuda, en los años pasados más profesionalizada por mi parte, les servía para que se ubicaran en la cresta de la ola en la que nos colocaron y que no se creyeran las promesas de los gurús económicos y desde hace unos años tratando de defenderse en estos tiempos de crisis que nos tienen a todos sometidos y siempre para que se pudieran ganar la vida dueños, socios y trabajadores.

En resumen de mi vida laboral:
* He trabajado en pequeña empresa y en empresa grande.
* He trabajado en el mundo de la producción: fábricas y talleres, de la distribución y comercialización: logística, almacenes y tiendas, y de los servicios de gestión.
* Entre unas cosas y otras, dando sentido a las diferentes etapas de mi vida por las que he debido de pasar, y siempre por necesidad para alimentar mi casa, he trabajado de: aprendiz de herrero, peón industrial, camarero, vigilante, almacenero, peón albañil, comercial, contable, ejecutivo, consultor.
* He trabajado en empleos muy bien pagados y en otros muy mal pagados y en otros muchos más de manera altruista.
* Me he visto inmerso en organizaciones con estructuras de toma de decisión verticales y otras con unas maneras tan horizontales que hacían casi imposible tomar ninguna decisión casi siempre en medio de conflictos y temores.
* En todo este tiempo he contratado o colaborado a contratar para trabajar a muchas personas y he despedido o colaborado a despedir a otras muchas.
* Para muchos he sido el mejor compañero del mundo y les he dejado una huella muy positiva… pero para otras personas mejor si no me hubieran conocido porque todavía tienen pesadillas conmigo.
* En esta variedad de empleos y situaciones, son muchas las cosas que he tenido que hacer y antes desconocía.
Otras muchas me sobrepasaron y de alguna de ellas nunca podré dar las suficientes explicaciones.
Siempre con las manos limpias y a pecho descubierto

Y tratando de no dar importancia ni al trabajo ni al dinero.

Mientras tanto, desde una posición vital para asimilar insaciable, creo que casi todos los días de mi vida he tratado de aprender algo.
* Aunque nunca lo he hecho de manera reglada he estudiado de casi todas las materias que se puedan estudiar.
* He escuchado a muchas personas y de algunas he aprendido mucho más de lo que ellas pretendían y más de lo que sabían.
* Me he preocupado por todos los problemas con los que me he encontrado y me he enfrentado a ellos tratando de buscarles solución.

En todo este recorrido creo que he aprendido lo suficiente como para dar estructura ideológica a aquello que había soñado de joven y que me parecía imposible pudiera ser realidad un día, y he llegado a la conclusión, de que, quienes son como yo, es decir: o la gran mayoría de la población, el noventa por ciento de cualquier estadística, nos hemos valido de nuestro trabajo y en todo caso del trabajo de los demás para subsistir y salir para adelante.
Mientras tanto, durante toda mi vida, escribía mis cosas que no espero que lleguen a cambiar el mundo pero que sin duda servirán para cambiar el mundo vital de algunas de las personas que las lean y que les hagan ver la vida de otra manera a la que yo la he visto y en eso estoy en estos momentos en los que todavía me persigue la vida.
Así espero seguir trabajando para comer hasta unos minutos antes de que me despida la vida. Y procuraré seguir viviendo con las mismas certidumbres con las que vivo ahora que no tengo ninguna, y con el convencimiento que tengo ahora de que nada puedo perder más que la vida y en la que ni la muerte me produce temor.

En estos días en los que al menos sicológicamente me encuentro en una situación en la que no me afecta nada, aunque me afecte todo, en la que conscientemente paso de todo aunque con todo entretenga mi tiempo, en que lo mismo me da la leche que el caldo de la teta, trato de decir por todos los lugares por donde hablo o escribo aquello que he callado durante muchos años
Me he convencido además de que si cuando era joven pensé en que se podía cambiar el mundo y al final no pude con la dificultad que entreveía posiblemente porque el entorno en el que vivía me acobardó la vida, ahora, sin embargo, de viejo, con otros viejos, ayudando a aquellos jóvenes que como nosotros antes lo quisimos cambiar, sí que podemos cambiarlo: que ya va siendo hora.
Creo que tengo conocimiento, fundamentos y experiencia como para poder hablar de trabajo que es uno de los aspectos vitales y determinantes de la vida de las personas y fuente de casi todas las injusticias que se dan en el mundo moderno, y por eso hablo.
Todavía así, antes de empezar a juntar estas ideas tengo fama entre algunos de ser un charlatán y no haber trabajado en la vida.



sábado, 26 de enero de 2013

Advertencia


Estas páginas no gustarán, a la mayor parte de las inteligencias y creencias que dirigen las conciencias y el pensamiento, si lo tienen, de las gentes que pueblan la sociedad en estos tiempos en lo que más que vivir agonizamos.
No importa.
Es más que probable que tampoco las lean porque saben bien que no soy de los suyos y esa circunstancia la tendrán en cuenta.
Ninguna de las ideas que voy sembrando en cada uno de los capítulos, van a encontrar alguna coincidencia con aquellas ideas que están tan claras en todas las mentes de los defensores del sistema independientemente de cual sea su posición ideológica:
* Ni en la derecha ni en la izquierda.
Partidos políticos que se sientan en los mismos escaños del mismo sistema y que en lo esencial están de acuerdo y que en estas páginas encontrarán un absoluto rechazo a todo su entramado.
* Ni entre los progresistas ni conservadores.
Sus voceros hablan del crecimiento y de la productividad como los graves problemas que tienen que solventar las economías en la actualidad. Sin embargo, en estas páginas leerán que debieran preguntarse por los verdaderos problemas políticos y sociales que están determinando el devenir de la economía como se pretende contestar aquí.
* Ni valdrá ninguna de las ideas a los sindicatos empresariales.
Organizaciones que aúnan sus esfuerzos en reducir sus costes laborales, de quitar valor al trabajo, y que admiten y procuran que en el mercado del haya oferta de mano de obra en cantidad y se cotice barata, y que para quienes tiene necesidad de trabajar, las muchas horas que ha de poner en venta quien carezcan de valor y de importancia.
Y tampoco en otro caso llegarán al cuestionarse en beneficio de quienes poblamos el planeta qué es la sobreproducción y el reparto de lo producido.
* Ni valdrá esta propuesta a las centrales sindicales de clase o de oficio. Unas que dicen defender los derechos económicos de una clase trabajadora. Una clase con la que ya casi nadie se identifica porque ya casi nadie sabe a qué clase pertenece y si no pertenece a la clase marginal que ha creado la situación absurda en que se ha convertido la lucha de clases. Peor todavía si tienen que hacer valer su oficio y profesión porque no son capaces de tener otra.
* Ni encontrarán alivio alguno en ninguna línea de estas páginas los empresarios que dicen que han de anteponer la cuenta de resultados, sin que casi ninguno de ellos llegue siquiera a entender muy bien cada una de las partidas que lo componen y que si acaso para justificarlas dan relevancia al total de personas que trabajan. Seguro que tampoco se aliviarán de su tarea los sindicalistas que se dedican a defender los derechos de quienes tienen trabajo, muchas veces a costa de su derecho al trabajo y del derecho al trabajo de los demás.
* Ni les gustará las reflexiones que aquí se hacen a quienes defienden a las personas, familias y castas, que viven rodeados de las más deleznables de las riquezas, porque piensan que lo que tienen es su propiedad y su derecho, y que de su propiedad y derecho han de disponer como mejor les apetezca. Pero estoy seguro que tampoco encontrarán alegría quienes tienen siempre entre ceja y ceja a los que tienen dinero, a los ricos, dicen, y piensan que con el dinero lo tienen todo, porque creen que el dinero lo puede todo, más que nada porque ellos no lo tienen y lo quieren tener.
* Ni nada de lo que digo le va a parecer bien a los que hacen de su vida un ahorro metódico para tener y tener más de lo que pueden disponer. A todas aquellas gentes que así educan a su descendencia para que sea más que los demás y ni siquiera a quienes quieren vivir su vida gastando hasta lo doradico de su tarjeta de crédito.
* Y mucho menos les va a gustar a todos los que dicen que se encuentran en medio de todos ellos, que no son ni de los unos ni de los otros. A todos los que dicen que están en el centro tampoco les va a gustar lo que están leyendo. Son imposibles de agradar esas gentes que conforman su opinión con lo que creen mejor de los unos y de los otros… porque son más ecuánimes y razonables que nadie. A estas gentes, leer estas páginas les puede hacer perder su equilibro.  
Vaya… quede aquí: que si no, no le va a gustar a casi nadie.
Pero a otras inteligencias y creencias, les darán qué pensar.
Porque a pesar de todo lo anterior espero que después de leer las páginas que siguen en esta reflexión, muchas personas se vean ante la realidad que ha llegado a crear tanto trabajo obligado y a lo tonto durante siglos y sepan poner en la balanza de sus reflexiones tanto esfuerzo hecho con la pasión de quien no lo hace, y lleguen a la conclusión de que el trabajo casi todo lo que tiene es malo, y que las virtudes que se le adjudica al hecho de trabajar sobre todo en los últimos siglos y sobre su capacidad de dignificar y realizar la vida de las personas, son las virtudes de quienes han de vender una parte de sus vidas a quien les paga algo más que lo que cuesta su comida.
Han de entender cuando concluyan de leer estas cuatro ideas, que el mundo moderno no tiene necesidad de que nadie venda: ni su vida, ni su cuerpo, ni su inteligencia a alguien que tenga dinero para pagarla.
Por la convicción que tengo, a pesar de todo, espero que estas personas que pudieran leer y pudieran pararse a pensar en lo que he escrito, se conciencien de esta realidad que llena de desigualdad e injusticia la Tierra, esta tierra, y que queden convencidos. Y luego. se presenten frente a la sociedad, se pongan al frente del resto de las gentes que les acompañan, y emprendan una campaña para inducir a los jóvenes a bajar los brazos y no hacer nada, que tenga como consecuencia que los que fuimos jóvenes antes que ellos podamos tener garantizado en el futuro nuestro medio de vida sobre sus espaldas y sobre su resignación con derecho a que nadie nos lo objete y sin posibilidad de enmienda por su parte.
Si es así, habré sembrado este trabajo en tierra buena.


Tenemos que aprender a repartir el trabajo que tenemos.
Socialmente es necesario para tejer una sociedad compleja y plural con arreglo a las necesidades humanas, si todas las personas, todas, en función de nuestras capacidades individuales trabajáramos para vivir y tener cubiertas nuestras necesidades.
Con la mitad de lo que se trabaja la humanidad en la actualidad: bastaría para vivir y además: sobretodo, para tener cada persona más tiempo y más vida digna para poder obtener otro tipo de alimentos.
Estas sociedades modernas en las que los medios de producción nos facilitan las tareas y los medios de comunicación nos facilitan las relaciones personales han hecho posible que las personas podamos tener mucho más tiempo libre, más tiempo de ocio que lo podamos utilizar para hacer lo que queramos incluso en aquellas actividades que no sean de provecho para nadie.
Las personas necesitamos de nuestro tiempo que es efímero y minuto que pasa no vuelve pero necesitamos de nuestro tiempo para tratar de ser cada una de nosotras: nosotras mismas. Creo que esa ha de ser la prioridad de cada vida, más que la obligación absoluta que nos ha marcado la filosofía del trabajo de la civilización en la que vivimos que nos lleva a entregar al trabajo las mejores horas de nuestras vidas, aquellas horas en las que además hemos de estar descansadas para que sean más productivas.
Es necesario visualizar que los ricos no son ricos por tener más dinero, sino por tener más tiempo libre, más espacios de ocio en los que poder disponer de sus vidas a su antojo y sin estar pensando en el jornal que se está perdiendo por no estar trabajando.
Su trabajo ya lo hacen otros.
Esta es la prerrogativa de la que han disfrutado siempre los ricos.
Hay que entender dentro de ciertos límites, que el tiempo sereno y natural del que pueden disfrutar las personas, no se vea de ninguna de las maneras angustiado por la ausencia de trabajo y que esa falta de trabajo no sea la ventaja de quienes han visto la manera de hacer trabajar al resto, sino un derecho equitativamente repartido entre todas las personas que pueblan la tierra.
Porque en realidad más importante que el dinero es el tiempo.
El tiempo de cada vida que es corta y finita.
Es el valor que tiene mayor precio es el tiempo de nuestra vida.