sábado, 11 de abril de 2015

Mi ocio, mi pereza y mi diligencia.


Desde hace años me voy dando cuenta ahora de que no hubiera sido necesario trabajar como trabajé siendo niño. Ahora de mayor me duele haber tenido que trabajar tanto y de entregar ese trozo de mi vida.
He trabajado cuando todavía no sabía hacer valer mi trabajo.
Luego he trabajado lo que he querido.
Y he procurado sacar tiempo para mis cosas.
Hoy desde mi experiencia observo mi entorno y la sociedad y llené estas páginas profusa y hondamente sobre esta cuestión controvertida.
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El otro día un amigo que está leyendo esta obra a trozos, para darme ánimos y consejo y seguramente que para provocarme un poco, me hizo una pregunta que me dejó un tanto noqueado:
- ¿Tú ya vives como predicas…?

Le contesté que en la medida en la que soy consciente y lo tengo claro procuro vivir como digo. Le fui dando respuesta a las cuestiones económicas que se plantean en la obra y que pensé que eran a las que se refería él con su pregunta inquisitoria. Cuestiones como el desapego al dinero o al ahorro. Luego con la defensa de mi trabajo a ultranza y no trabajar donde no disfruto y el trabajo altruista que en el fondo predico.
Pero me paró y me dijo que no era eso lo que me preguntaba.
Él se refería a que me paso el día trabajando y es imposible vivir trabajando porque en el resto de las horas no queda tiempo para todo.
-    ¿De dónde sacas el tiempo libre que dices?
No le contesté.
Mi amigo no ha leído esta parte final y aquí leerá algún día en su tiempo libre lo que hecho en mi tiempo libre que aunque haya sido tan escaso me precio de enmarcarlo y reivindicarlo.
Después de la pregunta que quedara grabada, hice memoria de las cosas que me ha apetecido hacer en estos años y que he hecho. Algunas personas ya somos un tanto mayores y si nos paramos a repasar el recorrido de la vida la verdad es que nos ha dado tiempo para hacer muchas cosas incluso muchas que no nos han gustado y muchas que ya nos parecía haberlas olvidado. En este acto de repaso me ha llevado a sentarme a escribir ahora de un tirón: una relación de todo lo que he hecho con mucho esfuerzo, sin pensar en el dinero que gastaba o dejaba de ganar y que me ha servido para tener un crecimiento personal que considero autodidacta y tremendo y para encontrar más satisfacciones y frustraciones de la que se pueden tener con las mercancías de todo tipo que te ofrece el mercado de productos y servicios.
Ahora le contesto.
Ya he contado en un capítulo anterior como hube de empezar a trabajar desde adolescente, y sin embargo: aun teniendo pocos ratos de ocio porque el deber de trabajar me lo impedía, en aquellos lejanos años, seguramente de una manera totalmente intuitiva, ocupaba en leer y aprender esos pocos ratos en los que no estaba en el taller trabajando y en los que todavía me quedaban ganas. Desde mi entender adolescente y responsable primero estudié aquello entendía necesario para el trabajo y para lo que el deber de trabajar me exigía: materias que tuvieran que ver con los menesteres con los que me tenía que ganar la vida: máquinas y dibujo y cosas referentes al mundo del hierro. Formarse para trabajar.  Enseguida empecé a estudiar cosas del todo inútiles y siguiendo esos mismo cánones empecé a leer todo lo que caía en mis manos aunque las más de las veces no entendiera lo que leía y acaso lo malinterpretara. Más tarde me dio por estudiar a mi manera: Derecho, Economía y Filosofía ayudado por amigos con estudios y más cosas totalmente estúpidas. Mientras tanto me iba aficionando a la música y a la pintura. Me dio por pintar un poco y hacer cosas que parecían arte, sobretodo porque era muy consciente de que: por mucho que me ilusionara, de todo aquello nunca iba a poder comer. En aquellos tiempos, algunas horas vespertinas a la semana las dedicaba a participar en asociaciones e iniciativas políticas. Asistía a todas las reuniones a las que me llamaban. Pronto me tocó hilvanar algunas ideas con palabras y escribir otras y de una u otra manera defender ya entonces aquello con lo que nadie estaba de acuerdo. Cuestión de inteligencias. Y seguía trabajando y después de un corte vital y necesario en mi vida todo cambió. A partir de entonces fui cambiando de trabajo cada cierto tiempo. Nunca me ha dado miedo cambiar de trabajo. Normalmente cambiaba cuando detectaba falta de aprecio y comprensión a mi trabajo: un día me daba cuenta de repente de que mi equilibrio vital no lo tenía en su punto correcto y como mejor podía provocaba el cambio y me iba con mi música a otra parte. Mientras tanto y seguía estudiando y leyendo y haciendo cosas tan inútiles como ayudar de manera altruista a todo aquel que me lo pidiera aun sabiendo que en el mejor de los casos no siquiera me lo iba a agradecer. Con el tiempo volví a pintar de otra manera y ya dejé de estudiar materias en torno a mi trabajo que empezaba a ser la gestión de empresas. ¡Qué aburrimiento…! Fue entonces: de empresa en empresa, cuando llegaba a un punto en el que no sabía qué hacer para solucionar cualquier problema me inventada maneras de hacer en la gestión empresarial con las que construí un saber hacer muy eficiente. Maneras que antes nunca había hecho nadie y que por lo tanto no se podían estudiar en los libros. Así encontré la manera de ganarme la vida. Con treinta y cinco años como una necesidad que seguramente nacía en mi propia adolescencia me puse a escribir páginas a mano alzada toda clase de contenidos que a veces acabaron siendo libros de cierta consistencia. En aquellos ratos en los que me dejaba libre mi trabajo, fue manchando papeles con propuestas sociales, proyectos y análisis de la realidad social y política y sobre aquellos temas del entorno en el que me movía.
Yo creo que casi todo lo que he hecho en mi vida ha sido en mis ratos de ocio, en mis ratos de pereza, porque en los ratos trabajar no he hecho otra cosa que trabajar muy duro y ganarme lo que me pagaban: algunas veces era bastante y la mayoría de las veces poco.
Dentro de lo que he podido hacer en mi trabajo he procurado que la gente trabajara lo menos posible y he tratado de erradicar era teoría de que una por una meter horas. He tratado por todos los medios que cada puesto de trabajo tuviera un mínimo de gestión propia para que nadie tuviera que gestionar el trabajo de nadie ni el puesto de trabajo de nadie. He tratado de arrancar esa costumbre que de tener muchas personas en el control de la actividad y en aparato burocrático de las empresas.
Por otro lado a muchas personas que he conocido y que muchas veces se han acercado a mí a pedirme consejo en sus pequeñas aficiones o hobbies a todas la he aminado a que no desistieran en su empeño. Creo en las personas que tienen entre manos alguna cosa que les gusta y les emociona y les ayuda a sacar lo que llevan dentro, aunque parezcan una tontería, si ellas se apasionan y lo viven sin más trascendencia que pasárselo bien con lo que hacen son dignas de se animadas. También a las personas que vinieron a pedirme consejo o auxilio ante cualquier proyecto vital para ellas con el que pensaran en ganarse la vida, su eran cosas que estaban dentro de mis conocimientos siempre tuve palabras de verdad con las que pudiera saber a qué atenerse.
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He vivido en este SIGLO XXI que camina y las postrimerías del anterior y aunque en este tiempo se ha conformado un nuevo sistema siempre he deambulado entre crisis y crisis. En torno al trabajo, la explotación ha cambiado y el nuevo sistema lo hace de una forma más sutil y transversal, en teoría menos violenta que el anterior, y ahora en su declive explota con más fuerza que nunca ningún otro había explotado y extorsionado. Me resulta increíble que permanentemente se encuentren nuevos proyectos para que hoy haya trabajo presente e innecesario y que mañana falte sin que ningún trabajo pueda sacrificarse a la producción futura. También he vivido la lucha que entre las personas en distintos niveles, es esa lucha de siempre de los unos contra los otros: los unos para que trabajen, los otros para quedar quietos.
Hace años en los que aún siendo jornalero no participo en esa lucha.
También compruebo cada día que las inteligencias sociales no discurren en tratar de alimentar la pereza y la ociosidad de la población y llenarla de contenidos humanos, y sin embargo, sigo convencido de que con la puesta en valor de nuestro derecho a la pereza diligente, es como hemos de darle la vuelta a este sistema y a esta civilización.
¡Vale ya de trabajar…! ¡Vamos a tratar de vivir nuestra vida…!
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Esta mañana a un amigo le he preguntado si había leído un libro que le había dado hace unas semana. Me ha dicho que no que había tenido mucho trabajo y que no había tenido tiempo para leer ni una página. Para demostrar que me estaba diciendo la verdad me ha hecho una relación de todas las cosas que había tenido que hacer en estas semanas y cuando ha terminado le he dicho: ¡Pero ya te das cuenta que más de la mitad de las cosas que me has dicho no sirven para nada y que mejor hubieras estado leyendo un libro…!
Se ha quedado cortado.
- ¿Qué cosas…?
- La mitad de las que me has dicho.
- Se ha quedado pensando.
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martes, 7 de abril de 2015

El derecho a la pereza


Contra el pecado de pereza la virtud de diligencia.
Es difícil en estos tiempos de crisis que desde los medios de comunicación y adoctrinamiento no haya alguien que recuerde aquello de la cigarra perezosa y de la hormiga laboriosa.
Esta es la base filosófica sobre la que se soporta el sistema.
Nadie cae en la cuenta de que en realidad, en esta fábula atribuida a Esopo, como en la vida misma, son las  hormigas quienes cargan con todos los trabajos y muchos de ellos son más grandes que ellas mismas, y de las pobres hormigas, una pisada de cualquier otro animal acaba con sus vidas sin haber probado las semillas de la recreación alegre de las que se alimenta la cigarra mientras permanece con vida.
 
 
Cuando era un joven intrépido compré un libro en la librería General de Zaragoza que se titulaba: El derecho a la pereza de Paul Lafargue. Una obra que estaba escrita a finales del siglo XIX. Hace un rato he visto el libro en la estantería mirándome con desconfianza como si pudiera pensar que lo estuviera plagiando en estas páginas. No le he hecho caso para que no influya en esta sarta de ideas que hasta el momento he construido aunque le he advertido que muy pocas cosas han cambiado en este siglo que tiene de vida.
Recuerdo que en esta obra revolucionaria se hablaba del consumo inalcanzable que se ofrecía el sistema como la zanahoria en el palo, que era una de las estrategias del capitalismo para espolear a la clase trabajadora en su condición de consumidora y productora, y en ese ir y venir salir ganando los gestores del sistema. Sobresaltaba la capacidad de producción de la reciente revolución industrial que desde su propio crecimiento incluso era capaz de amortizar muchos puestos de trabajo y defendía para bien del género humano la posibilidad de que las personas hubieran de trabajar solamente tres horas. Explicaba Paul Lafargue en la obra que para que las personas fueran esencialmente productoras, es decir trabajadores, se habían inventado a lo largo de la historia cientos de trabajos inútiles, creando necesidades ficticias y mercados absurdos con los que inventar nuevos trabajos ficticios con los que tener trabajando a la parte más indefensa de la sociedad.
También hablaba aquel hombre hace más de cien años, y suena como su fuera ayer, de la utilización del ocio para crear espacios y aficiones con lo que conformar la vida humana y en ellos encontrar la felicidad que se nos aparece inalcanzable a la humanidad entre los surcos de la vida. También me impresionó el derecho a la pereza rebosante de diligencia que se plasmaba en la obra, contrapuesto a la idea de perseguir el consumo como fuente de satisfacción humana.
Igual que escandaliza ahora, esta idea perturbó en aquellos tiempos revolucionarios a las inteligencias bien pensantes porque se le escapaba entre las neuronas sin llegar a entender nada. Todo su contenido estaba dirigido contra la línea de flotación del ideario burgués desde cuyo manual social estaban convencidos de que quien no sirve más que para trabajar no sabría cómo emplear tanto tiempo libre trabajando solamente tres horas al día. No podía imaginar aquellas inteligencias que los proletarios en lugar de sudor y cansancio, de apatía y aburrimiento y de esos miedos a los jornales bajos, el paro y la carestía de la vida, que recorría sus vidas de parte a parte y que los castraba y domaba, iban a preocuparse de ellos mismos y a sus vidas… y a procurar ser felices.
La obra me impresionó en aquellos años sin entender su vigencia.
Y ahora compruebo que incluso es vigente cuarenta años después.
Y queda en el fondo que yo no he inventado ni descubierto nada.
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Esta obra que ya estoy acabando puede ser una representación de aquella para estos tiempos en los que el derecho a la pereza, ese derecho a no hacer nada o a hacer cada cual lo que le de la gana, se ha convertido en un derecho ejercido desde la quiebra de la propia voluntad, la impotencia y la desesperación, de una parte importante de la población desorientada que vive dominada por su complejo de pereza, que ve el día a día y su futuro sin ninguna luz en el horizonte y que viaja personalmente a la deriva porque nada de lo que emprende tiene éxito.
Unos tiempos que han sobrevenido después de que las generaciones anteriores hubieran conocido y quizás protagonizado revoluciones en beneficio de los trabajadores. Estrategias políticas empeñadas en la construcción de un socialismo real donde otros amos siguieron explotando a quienes tenían la fuerza de trabajo y de igual manera que los anteriores haciéndoles trabajar sin sentido. Estos movimientos políticos también basados en ganarse el pan con el sudor de su frente y el derecho a sudar acabaron convirtiendo al trabajo en la pala que abrió su tumba por no querer reconocer a la humanidad el derecho a la pereza y desde esa pereza cada cual encontrarse consigo. No llegaron las alternativas que quisieron romper la historia y más hacer habitable y sociable el mundo en el que vivían, romper con la maldición divina del libro de los judíos y volvieron la historia del pecado y del castigo. No respetaron el derecho de la población a que en contribuyendo a la subsistencia general pudiera hacer lo que le viniera en gana siempre y cuando no faltara qué comer a nadie.
En el devenir de más de estos más de cien años se han sucedido tiempos de paz y de guerras y de dictaduras más o menos reconocibles. Gobernados por los perdedores pusilánimes de las guerras o por quienes dejaron morir la dictadura en la cama, en este tiempo se ha tratado de quemar las herencias políticas y sociales recibidas y toda la estrategia social se fue soportando en el trabajo. Habiendo trabajo todo funcionaba en medio de una cierta bonanza en la que pudieron controlar los ajustes hasta mantener un sistema social coherente con algunos resultados sociales. Pero en este acaecer toda la actividad humana se ha transformado en trabajo remunerado y esa misma condición pervierte el sistema, porque el sistema se derrumba con la falta de trabajo: con el paro y la miseria que se expande entre las clases sociales más bajas al margen del derecho a la pereza.
Sin duda el mundo capitalista y propietario de los medios de producción se ha reconvertido y ha cambiado y ha implementado sin darnos cuenta un nuevo sistema en el que no está protegido nada más que el dinero y solamente a quien tiene dinero parece le beneficia con el derecho a la pereza en el más amplio de su sentido, porque son las única personas que además curiosamente utilizan su derecho a la pereza, su no obligación de trabajar para atender las obligaciones de mantenimiento de la subsistencia del común: en engordar sus bolsas de dinero.
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Aunque sin duda no se puede dar a corto plazo procurar un cambio del sistema en su conjunto, desde ese derecho a trabajar en lo que queramos, unas de las primeras necesidades que hemos de atender es necesario colocarnos en disposición de rechaza el consumo por el consumo y luego la de tratar de reconvertir la pereza de la población en diligencia personal. Hemos de aprender a construirnos individualmente para cambiar el sistema colectivamente. En la medida en la que el trabajo exigido sin producir el agotamiento que en definitiva anula el derecho a la pereza, bastará para hacer del tiempo libre y del tiempo de ocio algo deseable de vivir y de compartir.
Nos quedan muy pocas oportunidades de hacer nada. En la red del sistema se han cerrado todos los espacios y todos los caminos para ejercer el derecho a la pereza. Está dispuesto que hemos de trabajar hasta el límite soportable y en el momento de disfrutar del tiempo libre y organizar nuestra pereza no lo podemos ejercer sino con diversiones pasivas en las que estamos como decorados o espectadores.
La única clase que tiene derecho a la pereza, es decir: esa parte de la sociedad que por sus circunstancias económicas no tiene la obligación de trabajar para vivir, puesto que su cuota parte del trabajo se la hacen otra parte, aquella clase social que vive de sus rentas o de las plusvalías del trabajo de quienes culturalmente se conforman con que sus hijos vayan a la escuela y en todo caso si se forman en algo que se formen para trabajar, su educación y su impregnación cultural estaba enfocada a vivir en el ocio y a preocuparse de actividades que socialmente no sirve de nada, salvo para dar brillo a una sociedad hipócrita. Esta holganza es admirada y justificada sin importar que parasiten la sociedad.
Sin embargo quiero también defender que: quien quiera trabajar que trabaje. Cuando alguien que ya dispone de lo suficiente para vivir o que más que trabajar para vivir y vive para trabajar y ocupa otros trabajos en cualquier actividad con la que parece que no dar valor a su trabajo y que lo regala o que lo cobra a un precio conveniente, si se critica esta conducta por ser socialmente perjudicial porque lleva a quitar un puesto de trabajo para otras personas que viven de hacer ese trabajo yo no estoy de acuerdo porque si así fuera bastaría con que no trabajáramos nadie para que no nos faltara un trabajo a nadie y esta contradicción tan fragante no haría sino confirmar todo lo que se propone en esta obra. 
Sobre todo, si se puede llegar a conseguir trabajar lo necesario para vivir, en el futuro habrá felicidad y alegría de vivir. Aquellas personas que optaran por estar con los demás sin hacer nada más que estar también tendrían un poco más rato para labrar y sembrar relaciones en la sociedad intercambiando vida y también les asistirá el derecho a vivir.
Vivir con dignidad y envuelto en la pereza resulta muy barato.

viernes, 27 de febrero de 2015

El ocio

Hemos visto en los inicios de esta obra que en esta civilización judeo-cristiana que determina nuestras vidas y conciencias nos ha condenado a una parte importante de la humanidad, a trabajar con la excusa de redimir un pecado y también en las civilizaciones orientales el trabajo se entiendo como una manera de realizarse las personas.
Enfrentarse al sistema y en menoscabo de esta civilización cuyo uno de sus puntales básicos es el trabajo es imprescindible que además del tiempo de descanso se conquiste un tiempo de ocio para que en ese tiempo en el que no se tiene nada más que hacer que lo que dicte la propia voluntad.
El trabajo es valioso porque puede satisfacer nuestras obligaciones de subsistencia y nuestras necesidades materiales y  no porque el trabajo sea bueno en sí mismo y mucho menos significando el cumplimiento de una condena que se ha interiorizados en nuestras conciencias si no que con la organización racional del trabajo sería posible generar tiempo de ocio sin perjuicio del buen desarrollo económico con el que poder cumplir con las obligaciones y necesidades humanas.
El ocio de todos, no el ocio de unos pocos.
El tiempo de ocio es esencial para las personas.
    Cultivar el ocio es el futuro de la humanidad.
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De la calidad del ocio que se cultive dependerá la calidad del futuro.
En la medida en que estas afirmaciones son ciertas en el mundo moderno, es una condena de nuestra civilización que desde la educación medrosa que se cultiva en las familias, desde la educación sometida de la escuelas, desde la transmisión de las necesidades en fomento del consumo que impone el sistema económico, no se potencie el tiempo de ocio como un derecho por las posibilidades que ofrece a las persona reforzar sus capacidades y competencias desde los gustos que potencian su actividad y que generan sus ilusiones y esperanzas vitales.
El tiempo de ocio es aquel que utilizan las personas para dedicarlas a sí mismas principalmente a cultivar su propia identidad y eficacia, en su provecho y en de su entorno familiar o social sin pensar en su rentabilidad. Ese tiempo indeterminado en el que tenemos fuerzas y voluntad para hacer y podemos hacer lo que nos dé la gana aunque no sirva para nada más que nuestra satisfacción personal.
Casi siempre se confunde los tiempos de ocio y los de descanso.
Para no equivocar este mensaje alternativo no podemos entender el tiempo de ocio como aquellos espacios temporales normalizados que tenemos en la actividad laboral para descansar y expansionarnos: unas horas tras la jornada laboral, periodos diarios semanales o unas semanas para vacaciones al cabo de cada año. Tiempos que no dejan de ser espacios con los que cubrir las necesidades de descanso y al que habríamos de llamar de tiempo libre.
El tiempo libre y de descanso, en estos tiempos es más amplio que lo que ha sido nunca en la historia donde resultaba escandalosa la idea de que los trabajadores pudieran disponer de tiempo en el que holgar. Trabajar y solo trabajar, salvo por las inclemencias y las estaciones, se traducía de una visión de la vida humana que ha acarreado durante siglos, que desde la infancia para todas las personas sanas la jornada normal de trabajo fuera de sol a sol. No obstante, en la actualidad el tiempo libre y de descanso es muchas veces es tan escaso y tan intempestivo que no permite un tiempo de ocio: salvo de una forma un tanto compulsiva y exenta de racionalidad. El sistema ha confundido en su beneficio los tiempos de ocio y los de descanso  de tal manera que tratando de introducir el ocio en el descanso, el ocio ya no tiene capacidad de ser activo. En esta confusión ha procurado nada más que un banal entretenimiento o un estrés que sustituyen al descanso. Esta confusión de unos tiempos con otros supone que se han convertido en un nuevo nicho mercado que sirve al sistema económico y social,  capaz de crear nuevos trabajos ficticios y que además en último extremo vuelve a ser una nueva forma de control social y de pastoreo.
En esa educación en la que han de trabajar tanto para que mañana tengan trabajo tampoco le deja a la infancia mucho tiempo de ocio que también se torna en obligación. Es bastante extraño, que mientras los padres desean una educación para sus hijos que ha de servir para encontrar trabajo de mayores hacen que de niños trabajen tanto que no les dejan tiempo para civilizarse. De todos los padres se ha llegado a conseguir que en realidad les disguste el ocio incluso para sus hijos y han convertido el tiempo de ocio de la infancia en tiempo de trabajo y de obligación. Incluso si en el divertimento en la ocupación del tiempo libre en la relación con sus compañeros en sus recreos el niño juega al fútbol automáticamente los padres inician la ensoñación según la cual el niño acabara ganándose la vida de futbolista.
De  los jóvenes que tienen aficiones personales que no sirven para ganarse la vida en el día de mañana pensamos que están perdiendo el tiempo y si bien los hemos criado entre algodones la realidad es que los hemos dejado indefensos y sin recursos ante una sociedad futura de ocio activo y constructivo que además le aboca a la apatía y la decadencia. Jóvenes a los que les hacemos representar el papel de que sea los aprendices de lo que nosotros no aprendimos y de que adquieran las experiencias que a nosotros no nos han servido para nada, si acaso para hacernos peores personas. Esta realidad la podemos constatar, pero históricamente: al hombre se le ha educado y se le ha inducido a que aproveche su tiempo para que el día de mañana saque algo de provecho.
Tampoco a los jóvenes les permitimos que trabajen su ocio.
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     La población que trabaja está muy concienciada de que ha de dedicar una parte importante de su vida a trabajar para comer y que además si puede trabajar un poco más mejor comerá e incluso podrá ahorrar. También una parte importante tiene asumido que un tiempo de ocio para sí misma no se lo puede permitir y disfrutar, más si cabe: cuando en realidad tiene que trabajar.
Todos es un producto de la civilización y de la educación.
Cada vez que pretendo explicar que las personas hemos de disfrutar de más tiempo de ocio todas me dicen que estos tiempos no son como los de antes y que la gente se entretiene con cualquier cosa y que cuanto menos esfuerzo le requiera el entretenimiento más le satisface. Para contrarrestar mis ideas me argumentan que si no fuera más que por la estricta necesidad nadie querría trabajar, y que mejor que trabaje, que si no la gran mayoría se convertirían en seres amorfos a los que además no quedaría más remedio que dignificamos en su decadencia. Dicen que nadie hará el esfuerzo de tener un ocio que construya su persona.
No estoy de acuerdo nadie se niega a hacer lo que le desea hacer.
Desde niños nos educan en el ocio pasivo y el entorno cultural y social fomenta los divertimentos basados en las fiestas populares de contenido absurdo cuya única calidad es que son tradicionales y gratuitas y en los espectáculos de masas: deportivos y festivos con los que tratamos de suplantar la sensaciones de satisfacción que tiene la sociedad de la realidad del bienestar social existente.
El sistema entiende que ha de tener el ocio en su oferta social y cierra el círculo para satisfacer las necesidades sociales. Para ello produce un ocio con el que poder ocupar los tiempos de descanso y esparcimiento en grandes cantidades y a muy bajo coste sobre todo de manos de la televisión, el futbol y los grandes acontecimientos que hace que la población receptora indiferente disfrute del ocio de una manera pasiva pero que en el fondo las insensibiliza y embrutece y si acaso le mueve: aquellos sentimientos aquellas pasiones que al mismo tiempo el sistema les ha promovido.
Sin una cantidad considerable de tiempo de ocio, entendido como ese tiempo que cada persona se dedica a sí misma, el género humano se ve privado de muchas de las mejores cosas que le proporciona la vida: alimentar su propia existencia. Ya no hay razón para que el grueso de la gente haya de tener rescindido esos tiempos propios por causa de un trabajo que exige muchos trozos de vida y de descanso.
Ahora que ya no es necesario, solamente una profunda estulticia social, nos llevará a seguir insistiendo en trabajar más de lo necesario para vivir y atendernos unas personas a las otras y entre todas mantener en entorno en el que vivimos. Resultará definitivamente estúpido si en el mundo en el que vivimos con el futuro que nos espera y se presiente, en el que los planteamientos del trabajo que se tienen: no se sostienen, que no se contrapongan los tiempos de ocio a los tiempos de trabajo.
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 La falta de tiempos de ocio nos ha idiotizado en la medida en la que no participamos en los asuntos del común en los aconteceres políticos. Es la principal consecuencia que ha tenido la escasez del tiempo de tiempo para participar en la organización social, y en nuestra ausencia, nos han convencido de que tenemos tanto que trabajar y descansar que que no nos queda un rato para preguntar ¿a qué viene tanto trabajo...?
 La forma más rebelde de desactivar el trabajo y activar los espacios de ocio es dedicarse permanentemente a labores altruistas en nuestro entorno sin más interés que la satisfacción personal y la de crear medios y ambientes más humanos a nuestro alcance.
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lunes, 16 de febrero de 2015

Nuevas posibilidades humanas.


Es difícil entender y resulta un tanto sospechoso cómo los gobiernos y los planificadores económicos y sociales no pueden idear y construir un paraíso terrenal en el que se recreen las sociedades y que haya más tiempo libre en lugar de pretender tanto trabajo y tanto trabajar.
El sistema insiste en concienciar a los entornos económicos actuales en los que cada vez hay menos trabajo en la necesidad del trabajo intenso y mal pagado para que la sociedad puedan mantener un bienestar mínimo.
Creo que debemos considerar el trabajo como un medio necesario para ganarse el sustento, y si no acarrea felicidad, sí que al menos no se transforme en una esclavitud sostenida en el tiempo que nos atrapa hasta el punto en el que nos impide desarrollarnos como personas.
No se trata de que todas las personas tengan derecho al trabajo, ni con repartir el trabajo que hay en la actualidad entre todos, sino en hacer las cosas de tal manera que trabajado poco y suprimiendo las tareas socialmente inútiles nos podamos satisfacer las necesidades entre todos.
Se abre la posibilidad de un cambio de la conciencia social.
Es difícil dibujar alternativas desde una concepción social y económica en las que la idea y la necesidad de tener actividad sea una cuestión de dignidad y humanidad. Es constatable que solamente son aceptadas aquellas actividades económicas todas las demás no valen nada y por lo tanto más vale no hacer nada si no lo pagan.
Dicho de otra manera nada vale si no se paga por ello.
En apariencia todo trabajo tiene un precio y en realidad en las sociedades la mayor parte del trabajo se hace gratis… y sin embargo, esa pequeña parte del trabajo que se paga y que lo cobran unos pocos, un trabajo que roba humanidad a las personas, en muy buena medida no nos sirve humanamente para nada.

Para sentar las bases a nuevas realidades sociales que se pueden crear y asentar desde otra concepción del trabajo lejos de lo que significa la maldición divina, sería necesario propagar la idea elemental que se resume en: trabajar más y sobre todo trabajar más para otra persona por dinero, es poner precio a los trozos de la vida de cada cual.
Aunque hoy vivimos en un entorno de exceso de trabajo para unos y de inanición para otros, esta posibilidad de cambio en la realidad humana aunque se entienda y se acepte, sin embargo en la realidad cotidiana no se afronta en consecuencia, ni social ni económicamente.
 
Los modelos de producción más modernos nos han dado la pericia de producir todo lo que requerimos para vivir sin necesidad de tensar las relaciones humanas hasta los límites inhumanos en los que la dinámica del sistema nos ha llevado. La humanidad se ha dejado arrastra por una espiral imparable cuyo centro es el trabajo. Nuestra propia necedad ha loado este sistema basado en tener a la gente ocupada y agarrada a un clavo ardiendo, y que nos ha llevado a rebuscar trabajo hasta el punto de que aunque fuera innecesario su producto diera quehacer y se pudiera poner en valor aunque en realidad no tuviera valor alguno.
No hay razón para seguir siendo necios para siempre.
La realidad es que: la necesidad de tener trabajo para que todas las personas seamos una pieza del engranaje y ninguna estemos sin la presión a cuenta del trabajo correspondiente, aunque hayamos de estar almacenadas, no admitiendo con esa manera de entender el trabajo que gratuitamente nos entretengamos en hacer hago que sea un bien social de provecho y sin costes ni impuestos y que nos haga felices un rato, cierra todas las posibilidades de entender el trabajo de una forma en la que no cabe la idea de hacerse rico.
En anteriores páginas, como un acercamiento a la idea de que el trabajo que fuera necesario razonablemente para atender las necesidades sociales fuera racionado de manera provisional he propuesto que todas las personas que quieran trabajar tengan derecho a trabajar al menos cuatro horas independientemente de que cada cual luego trabaje las que quiera aunque sea con la intención de hacerse ricas.
No obstante la necedad impone sus propias resistencias.
En este convicciones humanas que se basan en salvaguardar los intereses particulares antes que los ajenos y generales es muy fácil comprender que con un cambio social de estas características saldríamos todos beneficiados. Hay muchas personas que se van a ver perjudicadas y que aunque estuvieran de acuerdo con esta filosofía de vida y de trabajo, con el temor a ver tiempo mejores aunque desconocidos, viven en la actualidad tan bien, que preferirían que no se llevarán a cabo ninguna reforma, para por si acaso, sin ser capaces de reconocer que ellos viven muy bien a cambio de que otras personas vivan tan mal.
 
También hay otra realidad que tiene atrapadas a muchas personas, que aunque fueran partidarias de abrir todas las posibilidades que se pueden aceptar en el mundo de trabajo entendido de esta manera, sin embargo no pueden bajarse del sistema de trabajar y trabajar. Han de llegar a cumplir con los compromisos adquiridos cuando hace unos años el sistema tendió una tela de araña con la que nos las prometía felices.
El otro día un amigo me decía:
Haberme endeudado ha sido una trampa en la que caí sin darme cuenta y ante la que para nada me sirvieron mis estudios. Me creé la ilusión de que podía tener mi propia casa, lo vi sencillo porque todo eran facilidades y además me atreví; no con la casa que necesitas hoy, sino la que me gustaría tener mañana, y aunque la pueda pagar como es mi caso, la verdad es que pagarla no me deja ni un ápice de libertad, para toda la vida tengo la obligación de llevar un tren de trabajo que cada día que pasa me cuesta más… y seguramente que necesito tiempo pero mucho más necesito dinero.
Es uno de los contextos que hacen más difícil revertir el sistema.
 
Podría poner más ejemplos de las posibilidades que se pueden abrir a las realización humana si no viéramos el trabajo como un fin con el que dicen se asegura la dignidad humana. Si entendiéramos el trabajo como una herramienta con la que procurar la felicidad y de realizar todo aquello que procure felicidad y nada más que felicidad y que se ha de manejar y controlar en beneficio de todas las personas por igual.
Pero sin embargo nadie mide la felicidad de las sociedades.
Tampoco hay máquinas con las que medir el dolor del alma.
Y hay  trabajos que sólo acarrean dolor sin una gota de felicidad.
Desde los estados de opinión en los que vivimos es muy fácil llegar a entender que se prohíba la producción de droga porque llevan años concienciando a la sociedad y en buena parte lo ha conseguido mostrando los perjuicios humanos y sociales hasta el punto de aceptar una prohibición de este tipo y perseguirla con leyes y policías. Y aunque en este momento no sería capaz de decir cuál de las dos producciones son más perniciosas para la humanidad, sin embargo, nunca se entendería en el concierto económico que se prohibiera la producción de armas. La sociedad, que crece entre guerras, se ha creído el mito de que para que haya paz es necesario estar preparados para la guerra y ese argumento sirve para justificar la fabricación de armas que en último lugar se utilizan a discreción en las guerras. Recuerdo hace unos años lo recompensados que estaban en mi pueblo cuando les prometieron desde el gobierno que en el polígono industrial que habían llevado, les iban a poner una fábrica de cañones que iba a generar cientos de puestos de trabajo. Para amainar las protestas aseguraban que los cañones no tenían alma para que fueran empleos de paz. Yo creo que para que no haya guerra no hay mejor manera que no haya armas, ni organizaciones para manejarlas, ni estructuras en las que se puedan planificar y ninguno de los trabajos que genera, pero esta creencia no viene al caso puesto que: los ejércitos y las guerras: para destruir y para reconstruir, también son grandes creadores de trabajo: indeseable, innecesario y destructivo.
Por esta razón social puede ser que los estados declaren las guerras y para quienes están obligados a trabajar y necesitan trabajar nunca pensarán que se pudiera abolir una actividad capaz de generar tanto trabajo aunque acarreen las peores desgracias.
Buceando en otra posibilidad, podría decir sin sacar los pies del tiesto que con los dineros que se gasta la sociedad en: cárceles y guardias para esas cárceles, podían vivir dignamente los carceleros y los presos y acabar tanta necedad y con tanto sufrimiento. Hay casi tanta gente en la función carcelera como personas presas entre muros y rejas. Parece mentira que las unas sin tener que ir  a trabajar  a tan infausto oficio y las otras si necesidad de delinquir para subsistir, que sin duda es la causa por la que mayormente está la gente encerrada entre los muros de las prisiones y todavía sobrarían recursos para mostrar a la sociedad la ineficiencia del este castigo.
 
Hemos de poner a las persona en un plano general para que las que no tengan trabajo lo puedan tener, y para que quienes lo tengan puedan disponer de más horas de sus vidas para utilizarlas como quiera y para que si alguien no quiere o no puede trabajar no trabaje. Hemos de sentar las bases de lo que ha de ser la abolición del trabajo como el modo de ganarse el pan con el sudor de la frente. Que el pan lo hagamos entre todas las personas con capacidades para hacerlo y lo compartamos.
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domingo, 8 de febrero de 2015

Otros esquemas económicos.

A veces resulta muy difícil ver la realidad que se vive cada día. Muchas veces porque está oculta tras muchas capas de presunción y mentiras, y otras muchas: porque no se quiere ver, porque no se quiere reconocer y la mayoría de las veces porque no nos afectan directamente.

El otro día, paseando por las calles de mi pueblo, veo que han vuelto a abrir por enésima vez una pescadería que lleva desde siempre en una esquina de la Avenida Comercial. Una chica joven está detrás del mostrador y se adivina que se está tratando de ganar la vida por su cuenta. Entré y compré un par de cosas para comerlas en el día. A mi estás situaciones me producen un dolor imposible de creer si lo cuento.
En un momento me echo mis cuentas: la chica no va a subsistir y su calvario va a durar poco más de seis meses: hasta el verano.
En estos meses va a generar algo de dinero.
¿Quién se va a llevar el dinero…?
El ayuntamiento. Cobrará antes de abrir: permisos de obras y apertura, contribuciones y varias tasas de basuras aparcamiento etc.
El rentero. Antes de abrir ya ha cobrado una fianza y le habrá exigido un aval y seguramente le habrá exigido un tiempo mínimo.
El banco. Apertura de cuentas, bastanteos, tarjetas, acceso a Internet, terminal cobro electrónico, comisiones, intereses, excedidos…  
El asesor. Inicio de actividad asesoría fiscal laboral financiera, sistema informático de gestión, contabilidad y papeleos sin fin.
El Estado. I.V.A. Retenciones de I.R.P.F. Licencias de aquí y allá.
Ya no quedará nada para ella. Solamente le quedará la trampa que se abrirá bajo sus pies sin que pueda darse cuenta y que tratará de tapar con su honradez y dignidad y con su trabajo durante tiempo.
Con estas situaciones y realidades que nos encontramos a la vuelta de cualquier esquina son con las que hemos que romper. La solución no puede estribar en personas que en su necesidad de salir hacia delante, personas que son las más admirables de todas con las que nos hallamos, tengan que hacer frente a unos retos más grandes que ellas mismas, con escasas posibilidades de éxito, que les van a lastrar durante toda la vida.
Y sin embargo el futuro se quiere ver con una claridad meridiana.
 
 
Situación media actual
Producto interior.
1.000.000.000.000.-
Euros.
Población activa.
17.000.000
Personas
Horas día.
8
Horas.
Días año.
220
Días.
Horas año.
1.760
Horas.
Horas trabajadas.
30.000.000.0000.-
Horas año.
Renta mensual.
2.450.-
Euros mes.
Rentas del trabajo.
500.000.000.000.-
Euros.
P.I.B. hora.
33.33.-
Euros hora.
Rentas de trabajo.
16.66.-
Euros hora.
Situación a medio plazo
Producto interior.
1.000.000.000.000.-
Euros.
Población activa.
23.000.000
Personas.
Horas día.
6
Horas.
Días año.
216
Días.
Horas año.
1.300
Horas año.
Horas trabajadas.
30.000.000.000.-
Horas.
Renta mensual.
1.800.-
Euros mes.
Rentas del trabajo.
500.000.000.000.-
Euros.
P.I.B. hora.
33.33.-
Euros hora.
Rentas de trabajo.
16.66.-
Euros hora.
Situación posible
Ineficiencia.
16
% del P.I.B.
Producto interior.
840.000.000.000.-
Euros.
Población activa.
25.000.000
Personas.
Horas día.
4
Horas.
Días año.
225
Días.
Horas año.
900
Horas.
Horas trabajadas.
21.000.000.000
Horas
Renta mensual.
1.400.-
Euros.
Ahorro eficiencia.
500.-
Mes.
Rentas del trabajo.
420.000.000.000.-
Euros.
P.I.B. hora.
37.33.-
Euros hora.
Rentas de trabajo.
18.66.-
Euros hora.
 
Aunque es muy complicado dar valor exacto a estas grandes magnitudes puesto que la contabilidad y la estadística nacional tiene muchas cifras que son muy contradictorias, es este cuadro, en el que cada cual pude poner sus propias cifras, a grosso modo, se puede apreciar el cambio radical que se podría dar en la realidad: consiguiendo la verdadera productividad. En primer lugar se muestra el cambio que se produce solamente con el reparto del trabajo. Y en un segundo lugar el cambio que representaría la abolición de los trabajos inútiles y la suerte de trabajar en función de sus capacidades la población 900 horas al año.
Se habla en coloquios informales qué pasaría si se trabajara menos. La primera pregunta que surge desde el escepticismo y la prevención es si también cobraríamos menos. Tal vez contestaremos sobre cuánto nos ahorraríamos, cuánto necesitaríamos gastar y cuáles son las necesidades que habríamos de satisfacer y cuánto ganaríamos. Una vez calculado estos niveles llegaríamos a contestar que nos sobrará mucho más dinero que el que nos falta ahora mismo. Y cobraríamos todas las personas en disposición de trabajar. Y ganaríamos menos y nos llegaría para más.
Pero lo importante es tener varias certezas:
-  Trabajaríamos más personas.
-  Trabajaríamos menos horas por persona.
-   Sin inventarnos trabajos trabajaríamos un total de menos horas
No obstante a lo que se muestra en el cuadro anterior, es seguro que el día que se reparta el trabajo de una manera más racional, que llegará sin que nadie lo pueda impedir, también se repartirá el mismo dinero en la misma proporción y seguramente se repartirá de la misma manera tan injusta como la que se reparte hoy, en función del trabajo que se realice. También se repartirá menor montante de dinero que nos repartimos ahora, pero con la ventaja de que trabajaremos mucho menos y sin darnos cuenta tendremos más tiempo de vida que eso sí que vale dinero.
Desde la psicología que impregna la sociedad actual, una parte de la población nunca tomaría una decisión de este tipo y lo considerará un dislate con el que pretender que se ponen límites a quienes tienen capacidades muy por encima de las capacidades de los demás. A los que no estén dentro de este espectro, para quienes en el fondo creen en la justicia social, esta puede ser la mayor prueba de justicia social: hacer efectivo el derecho al trabajo y el respeto al futuro de la humanidad.
Hay otro aspecto ante el que también quiero dejar constancia en esta sencilla relación de esquemas económicos. Cuando se habla de una renta mínima universal, una renta básica enseguida se clama al cielo desde la incoherencia porque parece que el dinero vaya a llegar a quien no lo requiere y para quien lo necesita no va a haber dinero.
Vamos a ver una comparación sencilla de lo que puede representar una renta básico en relación a las jubilaciones. Partidas que ya existen ejercicio tras ejercicio y se atienden y que sin ningún temor representan una deuda inmensa que la población tiene comprometida a futuro.
A tal efecto presento ese cuadro.
 
Renta de las familias
500.000.- millones de euros.
Pensiones contributivas
9.000.000 pensiones.
Total pensiones
90.000.- millones de euros.
Sobre el P.I.B.
18%
Pensiones no contributivas
450.000 pensiones.
Total no contributivas
2.000.-  millones de euros.
Sobre el P.I.B.
0.4%
Rentas básicas posibles
1.100.000 rentas.
Total rentas básicas.
8.000.- millones de euros.
Sobre el P.I.B.
1.6%
Total pensiones sobre el P.I.B.
20%
 
El incremento y relevancia de estas rentas básicas en relación a las pensiones existentes hasta la fecha es insignificante. Por mucho que creciera el número de personas que tuvieran derecho a esta renta representan menos que algunas partidas que existentes en las cuentas públicas, por ejemplo pago de la deuda pública a un interés mayor que el que cobra el Banco Central a los intermediarios financieros y que se pagan sin ningún rubor y sin hacer más cuentas.
Yo he tratado de exponer mi visión y explicar de una manera muy sencilla desde los datos que aporta la macroeconomía, Desde estos datos los expertos, con palabras ampulosas y engorrosas y cuatro cuentas que ocupan poco más de medio folio, niegan la viabilidad de cualquier alternativa. Autoridades económicas que en realidad nadie sabe lo que dicen y que tratan de guiarnos por un desierto que estoy convencido que ellos mismo tampoco conocen y en que les arrollan las dunas.