domingo, 14 de abril de 2013

El sistema



En este SIGLO XXI que avanza inexorable, vivimos otro sistema que se diseñó a finales del siglo pasado. Una manera de entender la economía: la escasez de bienes y recursos, que fue creado a costa de la mayoría social y es explotador de los recursos de esa mayoría.
Es muy posible, eso espero, y con ese propósito escribo estas páginas, que en estos tiempos, con muy pocas décadas de vida el nuevo sistema haya entrado en crisis terminal, pero mientras pasa el tiempo y se sostiene, su maquinaria hace la succión de los peculios de la población de una forma más sutil y transversal, en apariencia menos violenta que lo que fueron los antiguos regímenes, pero el entramado del sistema lo sigue con las mismas dosis de crueldad e injusticia que lo hicieron aquellos siempre en perjuicio gratuito de una porción social.
* Con lo que paradójicamente se ha convenido en llamar la redistribución de la riqueza, hoy explota el propio sistema, y lo hace con más fuerza que nunca y en mayor medida de la que había explotado y extorsionado ningún otro.
* También explota quien gestiona los capitales de los pequeños ahorradores que los aprovechan en tiempo y espacio y que los van depositando aquí y allá según convenga. Capitales que en grandes bolsas les confiere un poder al que nadie puede hacer contra.
* Incluso explota el descamisado y aunque hace unos años vistiera peto. Hoy por la fuerza del poder que sustenta, se aprovecha de quien no tiene camisa, y quien si acaso la tiene, no le llega para cubrir el cuerpo aunque pretenda dentro de poco llevar chaqueta.
* Sin duda explota quien administra el caudal público y organiza la manera de esquilmar con rigor a los ciudadanos. Aquellos que se han convertido en los nuevos burgueses, con dogmas distintos a los que llaman democráticos cuando de esa calidad no tienen nada.
* Explota quien exige para sí mismo unos derechos muy discutibles a los que nadie tiene la obligación de responder. Derechos que grita y exige por medio de una presión desmesurada y finalmente los consigue… pero que resultan siempre a cuenta de los derechos de terceros que nada pueden hacer para impedirlos.
* Aunque lo niegue: explota quien impone unas obligaciones tan subjetivas y aleatorias a la sociedad que aunque sectores económicos enteros no las quieren y las desprecian, sin embargo, solamente para una parte de la población son de obligado cumplimiento.
* Y explota quien prioriza una cosa sobre otras, sea quien sea, el que por egoísta conveniencia da más importancia a unos derechos que a otros y pone sus derechos por encima de los derechos de los demás aunque los derechos de los demás sean inalienables.
No obstante una masa social mayoritaria está de acuerdo con la idiosincrasia del sistema en el que los unos nos explotamos a los otros sin que esta injusticia tenga importancia salvo cuando nos toca soportarla a nosotros.
Nadie quiere entender que haya otras muchas personas que no explotan sin embargo es a ellas a quienes explotan y a los que además continuamente les trasmiten la idea de que las cosas están muy mal y que hay que resignarse y quedarse quietas.

A quien esté leyendo estas páginas, si no se ha parado a pensar en este detalle,  le puede parecer inaudito que el sistema económico en el que vivimos y que aparentemente se mantiene con solvencia y ofreciendo seguridad a la sociedad en nuestro medio de vida y en nuestro futuro, está montado en el fracaso.
Un fracaso cíclico y permanente.
Un fracaso previsto pero que nadie sabe cuándo llega.
Y el fracaso que arrolla a los unos, dicen que siempre resulta ser la oportunidad de los otros que salen fortalecidos y con una nueva acumulación de energías económicas positivas.
Es la justificación de lo que no tiene justificación
Se puede comprobar a poco que se rasque en la genealogía de las familias y nada más que con la memoria que cada uno tiene, los unos y los otros son siempre los mismos, y solamente en algunos casos excepcionales se traspasan de un lado al otro la fuerza y el fracaso.
El fracaso siempre está en el mismo lado de la sociedad.
Y el mismo sistema se regenera fracasando de tiempo en tiempo y haciendo fracasar con él a la mayoría de la población que paga las consecuencias y que se tiene que volver a apretar los cinturones y a una parte la inunda de pobreza. Este fracaso del sistema en el alma de la sociedad también se aprovecha para que quien cae en la pobreza recuerde una vez más que es pobre y que si alguna vez creyó que no lo era fue gracias al propio sistema y que ya puede rezar para que el sistema vuelva a funcionar.
Los mismos defensores del sistema, los que son más acérrimos de sus fundamentos, aquellos que nunca piensan en que ellos mismos pudieran fracasar y que creen que serán siempre los demás quienes fracasen, ya advierten y reconocen, pero como un aspecto positivo del propio sistema: que cada cierto tiempo ha de entrar en crisis puesto que siendo tan eficaz, algunas cosas crecen desmesuradamente y que en las crisis se limpian las ineficiencias del sistema porque solamente afecta a los peores dejando sus estructuras libres de cargas que los hundan.
A ellos al parecer nunca les llega porque son los mejores.
Pero no obstante casi siempre son los mismos fracasados los primeros que vuelven a poner el sistema en movimiento, sin necesidad de asumir sus fracasos anteriores, si acaso tratan de disimularlos y ocultarlos.
No escarmientan.
Pero son los que mantienen el sistema.
Los que dicen que han aprendido de los fracasos.
La realidad es que por necesidad han de insistir en volver a echar otra partida que les saque de su fracaso. Desde sus propias cenizas vuelven a encender su fuego y vuelven a confiar en el sistema. Con el calor se vuelven a activar con nuevas energías, para otra etapa, sin replantearse para nada la verdadera eficacia del propio sistema.
Y en esa partida nos arrastran a toda la sociedad.
Administrar el fracaso mientras que se pueda y no se note y después retirarse sin reconocer nunca que se ha fracasado y que es el sistema el que no permite más que el fracaso.

El sistema tiene su propia manera de entender las conquistas y triunfos de la vida. Aplaude las épocas de crisis porque de la crisis y del fracaso sobrevienen nuevas oportunidades de volver a empezar y siempre las aprovechan quienes no han fracasado. Este aspecto es uno de los motivos de las grandes acumulaciones de riquezas en unos pocos.
 Pero el mayor fracaso del sistema es lo que afecta a la sociedad, a la población con menos posibles tanto en tiempos de crisis como en los tiempos de bonanza.
Y ese fracaso no se tiene presente.
El fracaso de una sociedad que tan sólo necesita para subsistir del trabajo racional y con arreglo a sus posibilidades de las personas que lo componen, y que sin embargo, se le somete sin piedad cada cierto tiempo a unos vaivenes que no llevan más que miseria y dolor.
En estos tiempos el sistema parece que está pasando por unos momentos de apuros que pueden ser definitivos aunque son muchas las fuerzas que tratan de sostenerlo y recomponerlo con engaños y amenazas. Es ahora cuando algunos sabios profetizan que ha llegado su final sin tener en cuenta que los gestores del capital siempre sabrán dar el golpe de timón para reconvertirlo en favor de los que son dueños del dinero y de la continuidad de los estados que son los que les dan cobijo y a la concatenación de cosas que los sostiene.
Los encubridores del poder sistemático instituido están en estos momentos con sus elucubraciones y polvos mágicos están buscando salidas milagrosas a la ruina. Entre todos tratan de concretar dónde hay que establecer el punto de apoyo de la toma de sus decisiones y ya han provisto que sea desde el punto más alto y más lejano de la población para que a ser posible nada puedan hacer para impedirlo.
Lo que voy a decir a continuación quizás no se pueda defender sino con la perspectiva que dan los años y la experiencia acumulada y posiblemente una buena dosis de inocencia, pero creo que: un sistema que para su supervivencia debe entrar en crisis cada cierto tiempo y que sin replantearse su filosofía ha de volver a renacer desde nuevas energías con más esfuerzos y más ilusiones y más mentiras, no merece seguir con vida, más si cabe si como dicen sus defensores, esas crisis no se pueden evitar y le son necesarias al sistema, y como consecuencia, se convierte en tanto sufrimiento para la sociedad que no ha hecho nada salvo inocentemente seguir durante toda una vida en los valores que le han inculcado.
Algo tendrían que pensar los economistas para cambiarlo.
Y los sicólogos y los filósofos y quienes dicen que piensan en el bien social y que a lo mejor cobran por hacer esta faena.

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