domingo, 12 de mayo de 2013

El poder del voto

Cuando hablo coloquialmente con mis amigos de las cosas que suceden en este mundo a las que ninguno le encontramos ni pies ni cabeza, cuando tratamos de adivinar la deriva por la que discurren los acontecimientos en torno a una crisis que nadie sabe cómo solucionar, enseguida levantan la cabeza para señalar con el dedo a quienes mandan en el mundo y que son los que al parecer son los culpables de todo esto.
Multinacionales, emporios financieros y algunos troicas famosas
Yo les suelo decir que no miren tan alto que los que mandamos somos la gente de la calle, los que votamos cada cierto tiempo.
De pronto no están de acuerdo porque están seguros de que ellos ni directa ni indirectamente puedan ser culpables de nada. Creen.
Les recuerdo que el voto es secreto y votamos a quien queremos y que mandan los que nosotros hemos querido que manden, y si a los que hemos votado delegan y les dejan mandar a otros que saben más que ellos, es porque nosotros les dejamos.
Con no votarles la próxima vez: allá cuidados.
No sirven de nada mis argumentos; si acaso para enfadarse conmigo porque no los quiero entender. Me da que pensar que ellos seguramente son unos de los que han votado a los que mandan y ahora les da vergüenza reconocerlo.
Pero independientemente de quiénes son los que votan a los políticos, a esos seres lejanos que por delegación nos representan en los diferentes niveles en los que se constituye el Estado: locales, nacionales o supranacionales, el Estado lo componen todos aquellos poderes que tienen capacidad con las leyes, decretos, normas y reglamentos para obligar al ciudadano a cumplir lo que en ellas dicten, la más importante recaudar todo lo necesario para verse alimentadas sus entrañas y para que desde la llamada democracia mantener el cambalache de su necesidad y su legitimidad ante la ciudadanía y engañar a la mayoría.
Estos poderes en la realidad están estructurados en una gran pirámide siguiendo una estructura similar al centralismo democrático que tan buenos resultados ha dado a las organizaciones sociales y políticas para fortalecer el carisma de sus líderes, llevando de arriba abajo las decisiones que se han tomado en la soledad que obliga el poder para que todos los que están debajo no hagan más que asimilarlas.
En esta pirámide en el vértice en vez del líder está la burocracia.
La burocracia es un órgano amplio pero nadie sabe con seguridad quién está en sus filas. Ni siquiera sabe nadie dónde tiene montado su despacho. Tampoco se sabe qué hace pero como órgano poderoso muestra sus decisiones bisbiseando o con escritos de tinta indeleble.
El aparato burocrático es la parte más alta de la pirámide y la componen los profesionales que han contratado los políticos, gente muy seria y oscura vestida de paño, que con suficiente antelación dan las órdenes incomprensibles de lo que hay que hacer y las razones ininteligibles de porqué hay que hacerlo.
Este es un aspecto que la gente, aunque lo sabe, nunca lo tiene en cuenta a la hora de entregar sus votos y con ellos su poder los políticos. La sociedad sabe que los políticos hacen lo que les dicen sus asesores y subrepticiamente, buscan la manera de no hacer el ridículo, rodeándose de personas expertas que sepan todo aquello de lo que ellos son ignorantes.
En base a esta realidad en buena lógica habría que votar sin dar rodeos a sus asesores y burócratas que son los que saben y deciden. Pero no es así, esos hombres de negro son unos desconocidos y en realidad como son los que mandan son los que hacen las listas con los más tontos.
Así entre alternancias y consensos los políticos contratan a otros para que les digan que hacer y cómo han de hacer y hasta dónde pueden cumplir con sus compromisos. Los políticos saben lo justo de nada, están imposibilitados a entender las complejidades del sistema y tienen que contratar a otros que sepan más que ellos de cómo se maneja el tejemaneje y los colocan en instituciones supranacionales de todo tipo, todas ellas, irresponsables ante nadie y ante nada.
En un primer plano pero en un segundo nivel quedan los políticos que son votados directamente por la población en unas elecciones que están trabadas de trampas pero que son las que deciden quienes van a estar en nuestra representación. Una población que sin excepción y conscientemente nunca vota al mejor, sino que siempre vota al suyo. Solamente confía en el que sabe que va a defender a los que son de su condición y aunque sea un incapaz y un  ladrón, en las urnas lo bendicen siempre. El votante busca al suyo sea lo que sea aunque el otro sea más capaz y honesto.
Luego nos encontramos que interiormente el Estado tiene sus propias estructuras de poder que no se cambian y que se van relevando generacionalmente, nada puede cambiar en sus entrañas aun cuando la generación que entra llegue con nuevas intenciones.
La estructura sicológica que impera en la organización enseguida las intenciones las convierte: en sueños, en quimeras y en utopías.
Los ejércitos, las fuerzas de seguridad, la estructura burocrática y administrativa, los cuerpos judiciales, las empresas públicas paralelas a las que tienen encomendados modernos objetivos. Entre todos forman una trama y una estructura de afecciones personales e intereses y solidariamente las defienden con uñas y dientes.
Estos son sus propios  y primeros defensores del Estado.
Les da lo mismo que pase lo que pase, pero para ellos es necesario que haya estabilidad y que nada cambie para que cada cual quede en su puesto de alerta vigilante, metiendo la cuchara y haciendo el caldo.
Pero su verdadera fuerza de sistema es su base social, que no es otra: que la población que cubre. La masa conformada que no tiene más preocupación que el orden aunque el orden les condene a vivir encerrados en sus propias vidas. La cuadra electoral que vota y que vota a veces permitiendo una alternancia de poder para dar más credibilidad al sistema porque todo está bien pensado y bien preparado desde hace más de cien años.

Así, la población queda encajada en dos estrados que los va ocupado en la medida en la que los codazos se lo permiten:
·         Viven del poder y lo mantienen.
Son todos aquellos sectores de población y las gentes que los conforman, a los que de una manera más o menos sutil haciéndoles ver y creer que están defendiendo legítimamente alguno de sus intereses les compran su voluntad a cuenta de su fidelidad y de su voto.
Facciones muy definidas sociológicamente y con las raíces ancladas en el fondo de los siglos, que unas veces ganan y otras pierden según sea el precio que le han puesto en la venta.
·         Viven al margen del poder
Queriendo o sin querer, quedan fuera de las gracias y de las querencias del poder y sin posibilidad de recomponer su destino.
Algunas de estas gentes en ocasiones tratan de subvertir el poder aunque casi nunca saben cómo hacerlo, y cuando lo hacen los que ya tiene experiencia de poder enseguida les arrebatan la posibilidad.

Y esa es la realidad de nuestro tiempo:
·       Si hay ricos y pobres, que se aduce como la principal causa de la situación actual, esta circunstancia no es determinante para cómo se van sucediendo las cosas.
·       Aunque hay una dualidad y competencia entre empresarios y trabajadores no tiene ninguna importancia si queremos analizar la realidad desde su raíz, puesto que además, entre unos y otros han encontrado a través de sus respectivos sindicatos una entente en la que están razonablemente cómodos la mayoría de los días y en buena medida van los dos en el mismo barco.
 ·       No hay ni propietarios ni desposeídos sino que las cosas más importantes que adornan la vida las tenemos todos por igual y además no escasean y cada cual coge lo que quiere.
 
Están en un lado los que le han cogido el tranquillo al sistema y ha sabido colocarse en alguna de sus ubres y que su derecho sea cual sea, su interés aprovecha hasta las migajas de todo lo que se corta. Siempre están allí donde se aprovecha de los unos y de los otros aunque piense que se aprovecha de su inteligencia y de su suerte. Y por otro lado están los otros, los que no creen en un sistema que lo considera injusto desde la A hasta la Z y que tratan de cambiarlo.

En realidad es una sociedad económicamente dual en la que
·       Una parte importante de la población no trabaja y tiene más ingresos de los que puede gastar y tiene ahorros que los guarda y quizás algunas rentas que le ayuda a seguir acumulando más ahorros
·       Y otra parte que no trabaja porque no encuentra trabajo y que si trabaja es en precario y por un jornal de miseria y si gana bien está hipotecada y que no tiene más expectativa que pagar lo que debe.

domingo, 5 de mayo de 2013

Los estados

A pesar de lo que he escrito en el capítulo anterior sobre los factores que intervienen y se remuneran en la actividad económica, todos tienen su encaje y arreglo dentro de las estructuras políticas existentes, y aunque esta nueva aportación que hago, para tener una mejor visión de la realidad, alguien la pueda considerar muy poco académica, así dirá, más que nada porque todavía no forma parte de las teorías económicas al uso, me atrevería a decir que hay un quinto factor que interviene en esta estructura económica que soporta el actual sistema económico en el que vivimos:
El Estado.
El Estado toma parte importante en la participación de las rentas que produce la actividad económica del sistema como cualquier otra unidad de renta y defiende sus intereses y su ser como lo hacen las demás. Hay que señalar que el Estado interviene con una diferencia que no es aséptica: la capacidad teórica y práctica de poder intervenir también en los derechos y obligaciones de cada uno de las otros factores, y si lo estima conveniente redundar en su propio beneficio.
Desde esta visión en la que un nuevo factor interviene en el sistema económico, nos encontramos con lo que yo entiendo que son las varias caras que presenta el Estado para legitimarse. Es necesario mostrar estas perspectivas, con las que predica un hipotético bien común, para entender todo el sistema y demostrar todo lo contrario:  
El Estado económico.
Este factor Estado, también basa su existencia y su subsistencia en la viabilidad económica de la que se puede proveer. Desarrolla todas las posibilidades que se le ocurren interviniendo la actividad merced a sus deseos de tener más grandeza y más poder. Pero muy a su pesar, el Estado, desde la perspectiva económica, debe encontrar la paridad entre lo que necesita gastar para atender las promesas y expectativas que han creado a los ciudadanos para que lo soporten con sus votos y para mantener el chiringuito institucional y que sus responsables queden en el machito, y lo que es capaz de usurpar a sus ciudadanos para mantener este sistema con la extracción de todo tipo de impuestos reales. Al Estado económico nada le importan las necesidades ni la subsistencia de quienes no toleran su poder y siempre aduce que si atiende esas banalidades se hunde en el déficit.
A lo largo de la historia siempre ha subsistido algún tipo de Estado. Las revoluciones, lo único que han conseguido en un quítate tú para ponerme yo y para mantener lo más importante que en última instancia es el propio Estado: la máquina con la que implantar su poder por encima de cualquier otro.
Así que se puede comprobar que todos los gobiernos que han tomado el poder en contraposición a otro, han utilizado luego al Estado para en común fortalecer su estructura y grandeza y mantenerla a costa de la población.
En estos tiempos modernos, en los que en casi todo el mundo occidental las estructuras políticas se han homogeneizado en torno a un criterio elemental necesario para su supervivencia y que supone en realidad que el poder queda diluido cada vez más arriba y más lejos del ciudadano. Desde la base de este estado económico, los poderes que se han constituido como públicos a través de los partidos políticos, han querido conformar unos estados que tuvieran perfectamente cubiertas y potentes las tres caras más amables del Estado moderno, al que algunos han denominado socialdemócrata o socialcristiano. Lujosamente maquilladas, estas caras ofrecen al ciudadano como éxitos del sistema, para que asuman de buen grado su mantenimiento.
Esta estrategia que se lleva conformando durante más de tres décadas llenando de orgullo y satisfacción a sus dirigentes, ha conseguido construir unos monstruos que ahora además de ser insaciables económicamente se hacen ingobernables políticamente, y sin embargo, salvo que se llegue a una situación de quiebra,
La fortaleza del Estado es tan grande e inmutable que sus propias estructuras solamente permiten hacer aquello que garantiza su viabilidad y subsistencia y que si algo cambia que nada cambie.
Aunque desde las diferentes ideologías que compiten en el mercado de tener ideas posibles se tienen diferentes concepciones de cómo ha de ser el Estado como institución, los estados de manera autónoma y como base de su subsistencia muestran otras  caras diferentes con las que tratan de tener legitimidad y sentido.
Las diferentes formas y discursos que se proponen, que muchas veces aparecen antagónicos, finalmente confluyen en el mismo punto de la misma manera: la fortaleza del estado y su supervivencia.
Esta impronta la esmaltan todos los que participan en el mercado de los votos, sean de la ideología que sean, porque en el fondo: todos vienen a ofrecer lo mismo, sean conservadores o progresistas y si en algún momento unos u otros ofrecen algo distinto que trate de limar el poder del Estado, y ganan, siempre acaban haciendo lo que había prometido el otro: engordar su cuerpo aunque reviente.
Estado de Derecho.
Es otra de las caras que conforma la estructura de poder del Estado sobre los ciudadanos y con la que trata de dar legalidad legitimidad y razón a su existencia ante la ciudadanía garantizando unas reglas de juego comunes para todos. Una legalidad con la que no necesita hacer trampas porque siempre ganan los mismos.
En un segundo plano, desde el Derecho,  el Estado legisla incluso sobre cómo han de ser las relaciones entre los ciudadanos en sus actividades particulares y si ha de mediar en los conflictos sociales público o privados, lo hace abriendo cárceles.
La estructura de leyes y normas, le otorgan al Estado una fuerza irreprimible y una consistencia a prueba de cualquier oposición y tratan por todos los medios de mantener su subsistencia apoyadas sobre todo por una estructura organizativa que tiene sus raíces en el inicio de los tiempos y que componen su aparato burocrático.
Todo es Estado.
El aparato administrativo y el sistema judicial se defienden e imponen amparados por las fuerzas de seguridad. Estos aparatos son quienes tienen la exclusividad de la fuerza y los que pueden castigar y condenar a los ciudadanos, y sobre ellos consiguen tener la última palabra porque se han hecho los garantes de la paz y de la libertad, en última instancia avalados por la iglesia.
Con la ayuda de la divinidad, estos dos aparatos son suficientes para que el Estado se sostenga por encima de los intereses de las personas y se hace valer por encima de toda oposición y no deja ninguna posibilidad para cuestionarlo eficientemente.
Los unos potencian más esta cara del Estado.
Estado de Bienestar
Hay otro aspecto en el que en apariencia el Estado muestra la sumisión de su labor a las necesidades de los ciudadanos. En esta labor representa y defiende las conquistas sociales y los avances de las reivindicaciones políticas que buscaban el bienestar de los ciudadanos en el siglo XIX. El estado, a fuerza de querer legitimar su necesidad como institución, asume tareas que ya se puede entender como públicas: la sanidad, la educación, la asistencia social.
En este aspecto es en el que el Estado ha encontrado su mayor grado de legitimidad ante quienes lo alimentan económicamente. La excusa más importante para defender su existencia como tal. Una parte pequeña de su organización y de su presupuesto la dedica a dar cara del bien social que promueve como su principal objetivo y que garantiza las necesidades primarias y los derechos de la población.
Este aspecto el Estado no lo hace gratis, aunque siempre trata de que la ciudadanía crea que lo hace sin coste alguno movido por un alma altruista y generosa que se encuentra entre sus entrañas.
Los otros potencian más esta otra faceta del Estado.
Democracia representativa.

Son los partidos políticos, sindicatos, asociaciones, fundaciones, organizaciones  y toda clase de grupos de inteligencia y de presión que van conformando el poder alimentados en gran medida por el propio Estado porque entre todos ellos aseguran su continuidad aunque a veces hayan de cambiar su nombre o su objeto social.
Son los diferentes gobiernos y los poderes políticos y sociales que de una manera u otra subsisten encadenados a lo largo de la historia.
Son las estructuras políticas existentes en los diferentes niveles de organización y gobierno para lograr cierta cercanía a los ciudadanos.
Son las fuerzas imaginarias que llevan la fuerza del Estado hasta el último rincón geográfico.
 Estas estructuras se conforman definitivamente con los políticos electos para cada uno de los niveles, que salen de esas tramoyas electorales y de poder como son los partidos políticos. Es la parte del Estado que organiza su propio control con la que manejan todas las reglas a su antojo y para quedar bien le llaman Democracia.

domingo, 28 de abril de 2013

Las rentas del sistema


En algún lugar que ahora no recuerdo, en algún momento que pudiera ser muy lejano, he oído o leído de quienes han estudiado economía, lo que enseñan desde la estricta ortodoxia en las aulas universitarias y que conforma la estructura del sistema.
Dicen que el sistema económico tiene una base fundamental que se soporta desde tres pilares que a su vez son los que facilitan la actividad económica en el mundo en el que vivimos:
La tierra, el capital y el trabajo.

Esta es una división sencilla y muy elemental que el común de las personas no suelen conocer y que quienes la saben pocas veces la utilizan para cotejar y calibrar sus ideas y opiniones y ver la realidad.
Desde que por primera vez comprendí esta idea en toda su extensión, siempre la utilizo para mis reflexiones y planteamientos en todos los ámbitos económicos en los que trabajo.
Las propuestas que pretendo argumentar plantear y desarrollar en estas páginas para llevar a la reflexión, las hago con esta base fundamental de esta división, porque creo que es preciso conocerla para entender el mundo económico en el que nos hacen vivir como una realidad inexorable más propia de la fatalidad que del destino.
Este aspecto sencillo que es la base de la economía que se ha construido en los dos últimos siglos puede ser explicación suficiente para si se quiere, entender en toda sus extensión el desarrollo de mis explicaciones y argumentos y para poder entender las ideas que se recogen en esta obra.
Siguen explicando los doctores de la economía desde los estrados académicos desde los que pontifican para que entiendan el mundo real los futuros economistas sentados en sus pupitres y lleguen a asumir lo inexorable del sistema, que a estos tres factores que han compuesto tradicionalmente la actividad económica desde el inicio del capitalismo se les había remunerado respectivamente con:
La renta, el beneficio y los salarios.
 
 

Así se empiezan a entender algunas cosas básicas de la economía.
Quizás esta visión se ha quedado un poco trasnochada.
Yo la conocí cuando era joven intrépido que andaba rebuscando las cosas más elementales de la vida porque el mundo en el que vivía no me gustaba y no lo entendía y aquella división en tres factores me pareció muy gráfica, representativa y didáctica.

 


Pero las cosas han cambiado mucho desde entonces.
Y han cambiado tanto que me atrevería a decir que: lo que se ha entendido en los últimos tiempos como el capitalismo en su esencia de explotación directa del hombre por el hombre y la propiedad de los medios de producción, murió hace décadas y no se ha enterrado en el pensamiento de casi nadie.
Hay un pequeño detalle, que a muchos ideólogos les ha pasado por lo bajo sin que hayan tomado nota, que ha alterado todo: incluso ha cambiado el sistema. Una pequeña modificación en la estructura del sistema, un nuevo elemento con el que se añade un nuevo pilar a las bases de la actividad económica ha entrado a formar parte de esta estructura de rentas. sin que al parecer se haya enterado nadie:
La Gestión.
Y la gestión es la que ahora se remunera con los beneficios.
Se acabaron las ideologías y la lucha de clases.
Los amos de todo son quienes lo gestionan
Aquellos ingentes beneficios que hasta hace algunas décadas, inmediatamente después de estimarse se acumulaban en la bolsa del factor capital, en estos tiempos independientemente de quien haya puesto ese capital, los beneficios se los adjudican los aparatos de gestión en unas bolsas inmensas y lejanas.
Al capital ahora se le remunera con el interés
Todos los bien pensantes quieren gestores, buenos gestores. Ganen lo que ganen, pero que gestionen, aunque no sepan y se equivoquen.
Las últimas crisis ya demostraron que aquellas cantidades que acumulaban los viejos capitalistas y sus herederos eran insuficientes para alimentar el sistema y dadas las muestras de incapacidad empresarial de quienes eran dueños de esos capitales para hacer frente a los nuevos retos, se vieron en la necesidad de buscar profesionales que administraran sus empresas en medio de las grandes economías de escala y de los números con muchos ceros.
 
Fue entonces cuando cambió el sistema.
Los viejos capitalistas:
·       Cuando vieron que se necesitaban de grandes acuerdos desde un punto de vista práctico y aséptico para manejar sus capitales,
·       Cuando avistaron que era la globalización de los mercados financieros con la que el capital y la inversión corrían de punta a punta del planeta como el viento y quedaba lejos de sus manos,
·       Cuando tuvieron necesidad de dotar de opacidad a dineros que en buena medida tenían marchamo de ilegítimos,
Por muy ricos que fueran ellos, vieron que todo se alejaba de la influencia de su poder y se vieron en la obligación de buscar gestores que gobernaran tanto capital y que lo gestionaran como dios dispuso de siempre: actuando en contraposición al factor trabajo o situándose al margen de la actividad económica como si fueran solamente testigos que todo lo ven y que si quieren: todo lo pueden.
Entonces cambió todo.
Porque por otro lado, quienes gestionan estas descomunales cantidades de dinero, apoyados por todos aquellos interesados en que las bolsas de capital estén más localizadas, han buscado mecanismos con los que sonsacar también pequeñas partidas a los ahorradores habituales y han diseñado estrategias de acumulación de ese capital para que el volumen que gestionan sea casi la totalidad del dinero que está en manos privadas y ya ni siquiera se pudiera decir que era el capital de los ricos si no de una base social mucho más grande.
Los gestores, bajan a ras de tierra desde una red tupida que han tejido con leyes, publicidad, sucursales y ejecutivos comisionados. Así han conseguido una complicidad total con esta parte de la población a la que camela con sus nuevos productos de ingeniería financiera y ha absorbido sus dineros para alimentar el sistema. Luego para que todo funcione como es debido y se sostenga todo el tinglado, hacen ver a esa población una confluencia de intereses porque en ello va la seguridad de su dinero y de su futuro.
La red de intereses se ha completado cuando los gestores han tratado de hacer un nexo de unión entre las necesidades financieras y el trabajo. Incluso las grandes inversiones, las que hasta ahora representaban el factor tierra han salido de esas masas financieras que han sustituido por medio de leensings y rentings al más corriente de los arrendamientos.
Este entramado de intereses ha sido el que ha propiciado donde ha querido todas las inversiones comprando la voluntad del factor trabajo. Porque esos mismos intereses son quienes van ofreciendo empleos a quien más dispuesto esté a pagar por ellos y menos quiera cobrar luego.
Por otro lado estas bolsas de dinero que se iban engordando con una remuneración pequeña y casi siempre a muy largo plazo, había que colocarlas en pequeñas porciones entre la población alentándola a que se endeudara e incluso se hipotecara poniendo a su alcance necesidades ficticias en muchas ocasiones mostradas como vitales para cada persona. Necesidades que también han crecido pues ésta era la manera de tener cómplices pasivos colaborando con el sistema.
Los gestores, desde esa dependencia absoluta que han conseguido que se tenga del sistema, con esa confluencia de intereses que obliga a que cada pieza esté siempre pendiente de la seguridad del futuro, no sólo se han quedado con los beneficios sino que también se han quedado con el poder real tanto económico como político y social.
Esta y otras, son la razones por las que los gestores son quienes se han llevado el bocado más grande en el reparto de la riqueza en estos últimos tiempos con una ristra de estipendios difíciles de cuantificar: salarios, primas, bonos, incentivos, indemnizaciones, jubilaciones, prebendas de todo tipo, participaciones en cualquiera de los niveles en los que se encuentran operando. Sus emolumentos han resultado ser cantidades tan desorbitadas que es imposible encontrarle ningún sentido si no es comprendiendo este nuevo cuadro de las rentas que componen la economía del primer mundo. Los gestores al ver pasar tantos ríos de dinero por delante de las pantallas de sus ordenadores incluso han dejado al mundo del capital y a los capitalistas en un peldaño mucho más bajo y con una remuneración más comedida.
En este sistema que en la actualidad está dando sus últimos pasos dos generaciones van a empujar hasta que caiga en el abismo, el capital, al pairo de sus dueños, ha optado por conformarse con que su dinero no pierda valor, más que en que sea rentable a corto plazo.
Aun con todo, yo creo, que el mayor perjuicio que ha hecho este sistema a la sociedad es haber anulado en buena medida sus propias capacidades para auto gestionarse a sí misma y de inutilizar casi todas las capacidades individuales hasta el punto de hacernos seres caducos.

domingo, 21 de abril de 2013

Las clases sociales

 
Clase alta, clase baja y clase media.
Una división sencilla en la que las sociedades basan su cohesión y su estabilidad con arreglo a cánones histórico con los que se le trata de dar un carácter de natural. Entre ellas pudiera ser, que un conflicto social al que llaman lucha de clases esté latente. No importa.
Procurando la convivencia de las tres, se consigue en gran medida una melosa paz social. En ese procurar se trata de conservar una clase media solvente y orgullosa de sí misma y de que puede sacar la cabeza fuera del agua y saber alimentar a una oscura burocracia discretamente infiltrada en la sociedad que actúa como adormecedora.
Todo un teatro en el que cada cual interpreta su papel.
Antes se pensaba que el pueblo era aquella parte social que estaba subyugada al poder y que luchaba con su fuerza contra su fuerza hasta llegar a tomar el poder. Luego fue el poder quien de manera indiscutible argumentó que representaba al pueblo.
Hoy el pueblo no existe: existe el poder y quienes viven del poder.
El poder es el del pueblo y es el pueblo quien lucha contra el poder.

En un trabajo titulado Crisis total, realizado a finales de 2008, dejé escrito un acercamiento sobre cómo se reparte el poder político y económico en esta última etapa histórica que he vivido y en el entorno económico que conozco.
Reproduzco un extracto que puede servir de introducción.
Si pretendemos diseccionar el poder político de estas sociedades en las que vivimos y a las que hemos dado en llamar democráticas porque se legitiman desde elecciones universales, si analizamos sus prácticas y sus decisiones en la medida en la que benefician a unos y otros, mal que nos pese, debemos hacer este estudio de la realidad social, quizás, desde un punto de vista poco académico: en función de los intereses individuales, del aprovechamiento económico que hacen los ciudadanos de la legalidad existente y de las decisiones que promueve el poder. Si tratáramos de hacerlo desde el análisis de los intereses colectivos, perderíamos el tiempo.
Los bloques en los que podemos dividir las sociedades actuales y que son los que determinan las tres clases sociales existentes son:
 
 
     1ª Quienes tienen el poder.

No se les conoce.
Casi nadie sabe con seguridad quienes son los que tienen el poder real en el sistema, A veces parece ser unos y luego resulta que son otros y casi siempre ocurre que son los que menos te esperabas. Pero quienes ejercen el poder existen y existen relucientes como las estrellas en el firmamento aunque a casi ninguna de ellas identificamos, y como ellas, juntos, tienen una fuerza  piramidal absoluta aunque quede oculta tras los nubarrones.
El poder hace y deshace a su antojo sin que haya límites establecidos, y si existen esos límites y alguien los reclama,  los pueden saltar con nuevos reglamentos que los anulen, los excepcionen o los permitan... o si es necesario: con solemnes declaraciones que aclaren los equívocos... o manteniendo en secreto sus hazañas.
En todo caso el poder puede cambiar los límites establecidos.
Los poderosos brotan y rebrotan en las elecciones, pero no son unas elecciones abiertas y para ejercer su poder han sido elegidos por unos partidos y partidarios juramentados en no tocar ni un solo pelo del sistema del que emana todo su poder absoluto.
Entre quienes tienen el poder existe un llamado reparto de papeles donde no quedó nada escrito que desparramados en lagunas estancas flotan al nivel que corresponde a cada cual y que se establece tácitamente sin apenas mediar palabra.
 Entre unos y otros se mantiene un equilibrio entre: lo que el de arriba debe al de abajo y lo que depende quien está abajo del que está arriba... siempre desde la idea básica de que donde hay patrón no manda marinero.

2 ª Quienes viven del poder.
Son legión  y nadie se reconoce entre ellos.
Se disimulan abusando a veces del derecho de crítica.
Se pasan la vida llorando y preguntando al aire por lo suyo.
Aunque sin lugar a dudas es un arte, han de trabajar duramente en la ceremonia y el aspaviento que han de hacer para que el poder que ellos mantienen, se mantenga. De las migajas del poder se alimentan frugalmente, incluso cuando también sus frutos llegan a ser su único medio de vida. Y se alimentan de un suero viscoso que llevan a la boca con dos manos sin importarles quién tienen al lado. 
Viven callados, silentes, como avergonzados, haciéndose los inocentes mientras sus falsas verdades, sus dogmas se cuelan en la sicología del sistema. Están siempre alerta y sigilosos, atentos a la defensa de su amo y señor.
Si en unos momentos concretos, hay entre ellos quien está en contra de lo que representa el poder presente, lo está en apariencia porque igualmente sostiene al poder para que no caiga y cuando el poder pase a manos de los suyos esté en perfecto ejercicio.
 
3ª Quienes están al margen del poder.
Estos son los que están pagando el pato durante toda su vida.
Si hablan no se les oye si se les oye no se les escucha.
Se han de buscar la vida por su cuenta sin que ningún poder se preocupe por su fortuna. No reivindican derechos ni aseguran su futuro. No hay convenio que limite su horario ni siente los mínimos de su salario. No les queda otro remedio que seguir haciendo su servicio a la actividad porque si paran no solamente paran la actividad que realizan sino que también detienen la suya propia y eso representa su ruina. Tampoco hay protección oficial que les llegue a amparar jamás. Su bolsa vacía es el recurso más socorrido para arrancar el dinero con el que pagar las costas.
No hay ayuda ni subvención que les llegue.
Ni siquiera sus hijos si son buenos estudiantes se pueden beneficiar de una beca porque sus ingresos, ya sean tan altos y o tan bajos que ni siquiera los declaran, se lo impiden con arreglo a los reglamentos, por tanto, sus hijos, por culpa de sus padres, han de vivir con menos derechos que el resto de los hijos.
Este segmento social personalmente ya no hace preguntas porque sabe que no recibirán como respuesta más que mentiras.
Solamente trabaja cuando puede, cuando se lo busca.
Como no tienen ni portavoces ni altavoces pagados por el común, son los más criticados y atacados por el sistema y no protestan porque saben que no les vale de nada.
Esta es la realidad política en la que se dividen las sociedades actuales con un corte transversal totalmente interclasista.
Que nadie se llame a engaño:
Hoy ya no existe la división en clases que se definió en el siglo XIX cuando incluso a nuestros abuelos les llevaba a las revoluciones y a las guerras... y desde esta división se ha alcanzado todo tipo de dictaduras en anteriores décadas.
Una división horizontal aquella, que no era humana ni razonable socialmente, en la que de alguna manera todos se conformaban con su suerte y como una determinación del destino. Una división que tampoco afectaba a toda la población pero en la que pudiera ser que cada cual sabía en qué nivel  se encontraba y era difícil pasar de uno a otro y mucho menos hacia arriba.
Ahora con esta nueva división en torno al poder y su beneficio económico particular que entiende legítimo cada elector en el ejercicio de su poder, a la misma dictadura le llaman revolución democrática o estado de derecho.
Dictadura de la minoría mayoritaria.
Los ciudadanos no saben qué hacer ante esta situación de CRISIS TOTAL que nos invade y conocen y que por las nuevas circunstancias que ha traído ya no saben concretar en qué escalón de la división horizontal están a cada momento que pasa. Tampoco saben esquematizar qué les corresponde en función de esa posición que ocupan. Todos han perdido el norte y la estrella polar que seguían parece haberse convertido en su estrella de la mala suerte.
Casi todos piensan que está fuera de la órbita en la que se siente el calor del poder y que los que se alimentan calientes son otros. A pesar de todo, todos sostienen al poder puesto que piensan que cuando estén los suyos, entonces serán ellos los que vivan del poder.

Vivimos tiempos en los que cualquier salida puede ser buena, incluso aquella en la que nunca se hubiera pensado y esta estructura de poder en la que todo el mundo trabajaba sin saber en qué ni para qué y que ahora está quedando totalmente desubicada, Creo que se puede modificar sustancialmente si desde la base social nos concienciamos con una nueva concepción del TRABAJO.

domingo, 14 de abril de 2013

El sistema



En este SIGLO XXI que avanza inexorable, vivimos otro sistema que se diseñó a finales del siglo pasado. Una manera de entender la economía: la escasez de bienes y recursos, que fue creado a costa de la mayoría social y es explotador de los recursos de esa mayoría.
Es muy posible, eso espero, y con ese propósito escribo estas páginas, que en estos tiempos, con muy pocas décadas de vida el nuevo sistema haya entrado en crisis terminal, pero mientras pasa el tiempo y se sostiene, su maquinaria hace la succión de los peculios de la población de una forma más sutil y transversal, en apariencia menos violenta que lo que fueron los antiguos regímenes, pero el entramado del sistema lo sigue con las mismas dosis de crueldad e injusticia que lo hicieron aquellos siempre en perjuicio gratuito de una porción social.
* Con lo que paradójicamente se ha convenido en llamar la redistribución de la riqueza, hoy explota el propio sistema, y lo hace con más fuerza que nunca y en mayor medida de la que había explotado y extorsionado ningún otro.
* También explota quien gestiona los capitales de los pequeños ahorradores que los aprovechan en tiempo y espacio y que los van depositando aquí y allá según convenga. Capitales que en grandes bolsas les confiere un poder al que nadie puede hacer contra.
* Incluso explota el descamisado y aunque hace unos años vistiera peto. Hoy por la fuerza del poder que sustenta, se aprovecha de quien no tiene camisa, y quien si acaso la tiene, no le llega para cubrir el cuerpo aunque pretenda dentro de poco llevar chaqueta.
* Sin duda explota quien administra el caudal público y organiza la manera de esquilmar con rigor a los ciudadanos. Aquellos que se han convertido en los nuevos burgueses, con dogmas distintos a los que llaman democráticos cuando de esa calidad no tienen nada.
* Explota quien exige para sí mismo unos derechos muy discutibles a los que nadie tiene la obligación de responder. Derechos que grita y exige por medio de una presión desmesurada y finalmente los consigue… pero que resultan siempre a cuenta de los derechos de terceros que nada pueden hacer para impedirlos.
* Aunque lo niegue: explota quien impone unas obligaciones tan subjetivas y aleatorias a la sociedad que aunque sectores económicos enteros no las quieren y las desprecian, sin embargo, solamente para una parte de la población son de obligado cumplimiento.
* Y explota quien prioriza una cosa sobre otras, sea quien sea, el que por egoísta conveniencia da más importancia a unos derechos que a otros y pone sus derechos por encima de los derechos de los demás aunque los derechos de los demás sean inalienables.
No obstante una masa social mayoritaria está de acuerdo con la idiosincrasia del sistema en el que los unos nos explotamos a los otros sin que esta injusticia tenga importancia salvo cuando nos toca soportarla a nosotros.
Nadie quiere entender que haya otras muchas personas que no explotan sin embargo es a ellas a quienes explotan y a los que además continuamente les trasmiten la idea de que las cosas están muy mal y que hay que resignarse y quedarse quietas.

A quien esté leyendo estas páginas, si no se ha parado a pensar en este detalle,  le puede parecer inaudito que el sistema económico en el que vivimos y que aparentemente se mantiene con solvencia y ofreciendo seguridad a la sociedad en nuestro medio de vida y en nuestro futuro, está montado en el fracaso.
Un fracaso cíclico y permanente.
Un fracaso previsto pero que nadie sabe cuándo llega.
Y el fracaso que arrolla a los unos, dicen que siempre resulta ser la oportunidad de los otros que salen fortalecidos y con una nueva acumulación de energías económicas positivas.
Es la justificación de lo que no tiene justificación
Se puede comprobar a poco que se rasque en la genealogía de las familias y nada más que con la memoria que cada uno tiene, los unos y los otros son siempre los mismos, y solamente en algunos casos excepcionales se traspasan de un lado al otro la fuerza y el fracaso.
El fracaso siempre está en el mismo lado de la sociedad.
Y el mismo sistema se regenera fracasando de tiempo en tiempo y haciendo fracasar con él a la mayoría de la población que paga las consecuencias y que se tiene que volver a apretar los cinturones y a una parte la inunda de pobreza. Este fracaso del sistema en el alma de la sociedad también se aprovecha para que quien cae en la pobreza recuerde una vez más que es pobre y que si alguna vez creyó que no lo era fue gracias al propio sistema y que ya puede rezar para que el sistema vuelva a funcionar.
Los mismos defensores del sistema, los que son más acérrimos de sus fundamentos, aquellos que nunca piensan en que ellos mismos pudieran fracasar y que creen que serán siempre los demás quienes fracasen, ya advierten y reconocen, pero como un aspecto positivo del propio sistema: que cada cierto tiempo ha de entrar en crisis puesto que siendo tan eficaz, algunas cosas crecen desmesuradamente y que en las crisis se limpian las ineficiencias del sistema porque solamente afecta a los peores dejando sus estructuras libres de cargas que los hundan.
A ellos al parecer nunca les llega porque son los mejores.
Pero no obstante casi siempre son los mismos fracasados los primeros que vuelven a poner el sistema en movimiento, sin necesidad de asumir sus fracasos anteriores, si acaso tratan de disimularlos y ocultarlos.
No escarmientan.
Pero son los que mantienen el sistema.
Los que dicen que han aprendido de los fracasos.
La realidad es que por necesidad han de insistir en volver a echar otra partida que les saque de su fracaso. Desde sus propias cenizas vuelven a encender su fuego y vuelven a confiar en el sistema. Con el calor se vuelven a activar con nuevas energías, para otra etapa, sin replantearse para nada la verdadera eficacia del propio sistema.
Y en esa partida nos arrastran a toda la sociedad.
Administrar el fracaso mientras que se pueda y no se note y después retirarse sin reconocer nunca que se ha fracasado y que es el sistema el que no permite más que el fracaso.

El sistema tiene su propia manera de entender las conquistas y triunfos de la vida. Aplaude las épocas de crisis porque de la crisis y del fracaso sobrevienen nuevas oportunidades de volver a empezar y siempre las aprovechan quienes no han fracasado. Este aspecto es uno de los motivos de las grandes acumulaciones de riquezas en unos pocos.
 Pero el mayor fracaso del sistema es lo que afecta a la sociedad, a la población con menos posibles tanto en tiempos de crisis como en los tiempos de bonanza.
Y ese fracaso no se tiene presente.
El fracaso de una sociedad que tan sólo necesita para subsistir del trabajo racional y con arreglo a sus posibilidades de las personas que lo componen, y que sin embargo, se le somete sin piedad cada cierto tiempo a unos vaivenes que no llevan más que miseria y dolor.
En estos tiempos el sistema parece que está pasando por unos momentos de apuros que pueden ser definitivos aunque son muchas las fuerzas que tratan de sostenerlo y recomponerlo con engaños y amenazas. Es ahora cuando algunos sabios profetizan que ha llegado su final sin tener en cuenta que los gestores del capital siempre sabrán dar el golpe de timón para reconvertirlo en favor de los que son dueños del dinero y de la continuidad de los estados que son los que les dan cobijo y a la concatenación de cosas que los sostiene.
Los encubridores del poder sistemático instituido están en estos momentos con sus elucubraciones y polvos mágicos están buscando salidas milagrosas a la ruina. Entre todos tratan de concretar dónde hay que establecer el punto de apoyo de la toma de sus decisiones y ya han provisto que sea desde el punto más alto y más lejano de la población para que a ser posible nada puedan hacer para impedirlo.
Lo que voy a decir a continuación quizás no se pueda defender sino con la perspectiva que dan los años y la experiencia acumulada y posiblemente una buena dosis de inocencia, pero creo que: un sistema que para su supervivencia debe entrar en crisis cada cierto tiempo y que sin replantearse su filosofía ha de volver a renacer desde nuevas energías con más esfuerzos y más ilusiones y más mentiras, no merece seguir con vida, más si cabe si como dicen sus defensores, esas crisis no se pueden evitar y le son necesarias al sistema, y como consecuencia, se convierte en tanto sufrimiento para la sociedad que no ha hecho nada salvo inocentemente seguir durante toda una vida en los valores que le han inculcado.
Algo tendrían que pensar los economistas para cambiarlo.
Y los sicólogos y los filósofos y quienes dicen que piensan en el bien social y que a lo mejor cobran por hacer esta faena.

domingo, 7 de abril de 2013

La zanahoria y el palo.



El sistema y la filosofía que emana del sistema: trata por todos los medios de reconducir a los jóvenes para que vayan entrando en él sin mostrar demasiadas resistencias y todo su entorno lo encamina para ese lado y resulta frustrante si no se llega a pasar dentro.
Hace unos años se inició una experiencia con la que tratar de que los jóvenes se independizaran de la generación que ha sido los progenitores del sistema para que una vez emancipados se vieran obligados a ganarse la vida y regenerar su sangre con nuevos glóbulos rojos.
Desde el gobierno, por no saber o no querer tomar las medidas adecuadas a la realidad, se tomó la decisión de subvencionar la vida cotidiana a los jóvenes hechos y derechos de su país, que hemos de suponer que estaban en edad de trabajar y trabajar. Manos a la obra  diseñaron desde sus gabinetes de ingeniería social la forma de amamantar a toda una generación que no conseguía destetarse de las ubres familiares.
Grave.
Decidieron que tenían que ayudar económicamente a superar las dificultades económicas de la vida cotidiana a hijos ya en edad de merecer. Esos  hijos de una generación del bien pensar, pero que sin embargo, y paradójicamente, representando el futuro de la sociedad estaban mano sobre mano y eso que desde las estructuras sociales les ha formado en las últimas década como nunca antes en la historia se había formado a los jóvenes: idiomas, carreras y master.
La ayuda implicaba que no pensaban en la posibilidad de que ellos, por sí mismos, se puedan ganar la vida plenamente.
Muy grave.           
Sin ninguna herramienta de análisis sociológico especializada para ello, en cualquier caso no la tenía, cualquier persona con un poco de capacidad de pensamiento, podía detectar que algo estaba corroyendo esa sociedad por sus adentros. Y a los ojos del profano se podía entender hace ya tres o cuatro años como el primer gran síntoma de una enfermedad de difícil curación.
Metástasis.
¿Qué podemos pensar ahora sobre una medida como esa?
Pensemos.
    Una propuesta político social de este tipo es una especie de relámpago de demagogia que se confunde con paternalismo estatal sin que se pueda llegar a adivinar a ciencia exacta cuál de estos aspectos: demagogia y ESTADO, que ponen en marcha tan abyecta subvención, son humana y socialmente más negativos para el futuro de la sociedad a no ser que cargue ocultos con otros intereses.
    Una propuesta económico social negativa sobre manera, si se analiza desde el punto de vista de independencia económica de sus ciudadanos, sin necesidad de la tutela plenipotenciaria del ESTADO una vez que es llevada a la práctica y se consolida como un derecho nada más que por ser joven y querer emanciparse.
    Acallar con dinero el grito de la impotencia juvenil es no querer por parte de los responsables políticos y de quienes les consienten y aplauden, entrar a profundizar y analizar con martillo y buril la realidad socioeconómica que persiste, y que ellos los jóvenes, padecen desde una incomprensión que se convierte en caridad paterna, a la que deben estar filialmente agradecidos.
    No dar importancia a este hecho que produce escalofríos sociológicos y que haya pasado de manera satisfactoria entre los formadores de opinión, es un inmenso dislate con el que en realidad, por activa y por pasiva, se humilla a los jóvenes, se les conmina a que se acostumbre a que nunca encontrarán una sociedad justa y libre, y trata de encaminarlos por un camino por el que no quieren ir.
    Y en todo caso por parte de la inteligencia social que los justifica, es una apuesta por tratar de ocultar la realidad objetiva y para que esta realidad no manifieste demasiado la ignorancia de unos y otros. Y si profundizamos un poco más: prueba la desfachatez de la sociedad en su conjunto de hacer bueno aquello de: “dame pan y dime tonto...” y trasladarlo al universo social.
    Sin lugar a dudas esta manera de proceder por parte del ESTADO y directa e indirectamente de los padres demócratas, artífices del estado de regular estar que han fabricado pensando en ellos mismos, era una compraventa a cara descubierta y a tocateja de las voluntades de los jóvenes que no sabían que a cambio habrían de cargar con una hipoteca, que ellos mismos, ni la conocían ni se la imaginaban, y que no la hubieran podido pagar en ningún futuro.
    Mercado de voluntades que ya se abaten y que reivindica y asume con normalidad la gran mayoría de los ciudadanos. Hombres y mujeres que ya hace tiempo han saldado su dignidad cediéndola al ESTADO, aparentemente de buena gana, bajo el concepto confuso al que llaman soberanía y se inmola en la representación popular directa, que  permite al ciudadano en cada ocasión por impertinente que sea el momento... preguntar: ¿Qué hay de lo mío...?
    Más allá, este mercadeo es un reconocimiento implícito por parte de los padres de la incapacidad que otorgan a sus procreados para  hacer uso de la propia libertad individual y por ello han de vender su voluntad. Generación de hijos que llegando a la edad del “jodo perico”, no acaba de romper el cascarón: presiente el frío que hace afuera y se contenta con malvivir una realidad que les asfixia.
    Argüir ahora, que esta generación a la que hemos domado y castrado dándole una niñez y una adolescencia materialmente muy fácil y en la que no han experimentado ni una pizca de escasez vital, ni adversidades, no sirven: sin reconocer que estas experiencias no son necesarias para que surtan los beneficiosos efectos que creemos lo mayores que ejercen los sacrificios sobre el carácter.
    Estos jóvenes al parecer viven en la pobreza y hay que hacer caridad con ellos. Pensaron que una vez subvencionada esa pobreza se convertiría en apatía hacia la política y perdería las virtudes reivindicativas y subversivas que tiene la pobreza cuando es rica.
    No quisieron saber que hay jóvenes con unos derechos, pero también con pundonor y dignidad que no solicitaran ni requerirán ninguna  ayuda al Estado porque saben dónde está su enemigo.

Decían que es una renta emancipación cuando en realidad era el empujón que creía el poder democrático que debía dar a una juventud que no tenía muy claro su futuro y que se negaba a afrontarlo con la suerte de cartas que le han echado.
¡Que no se quieren ir los hijos de casa...!
Este plan duró muy poco tiempo porque la crisis ha dejado al Estado sin dinero, y ahora, no sé si por venganza, se les ha dejado a cierta edad fuera del sistema sanitario, más que nada por vagos.
Porque si no trabajan es porque son malos trabajadores.

Algunas preguntas más se cuelgan en el aire:
    ¿En qué pensarán quienes han ideado estos planes sociales en los que se decreta la inutilidad de los jóvenes, para ver en ellos algo en positivo cuando a todas luces no tienen ni pies ni cabeza...?
    ¿Cómo se puede crear tan grave dependencia de los jóvenes de la voluntad del ESTADO en los años de mayor crecimiento personal de los humanos y ofrezcan dinero para negar otros derechos anteriores?
    ¿Cómo podemos admitir que no puedan valerse por sí mismos...?
    ¿Cómo se puede considerar un derecho de los jóvenes una renta con arreglo a  unas condiciones tremendamente subjetivas y con el que se trata de ocultar otros derechos...?
    ¿Quién puede redactar unas condiciones para determinar que un joven no se vale por sí mismo... si somos nosotros mismos los que antes los hemos inutilizado y quienes manteniendo las condiciones del sistema les impedimos que se emancipen?
    Nadie se atreve a advertir que estas medidas de subvencionar la vida  de quienes están en plenitud vital, es el reconocimiento y la asunción de una invalidez de los jóvenes como si fuera crónica y que no se calma ni siquiera royendo el hambre?

La realidad es que hay una epidemia sistemática que ataca a toda la juventud sin que nadie encuentre medicina para aliviarla. Todas las prescripciones las podemos encontrar en las contradicciones del sistema en el que vivimos contestando a estas tres preguntas.
    ¿Por qué todos estos jóvenes tienen un jornal al límite de subsistencia y que rayando con la parte más baja de su productividad queda sin ninguna perspectiva de que ni cambie su situación a medio plazo?
    ¿Qué sociedad les estamos dejando a estos jóvenes a los que además estamos pergeñando cada día como los podemos meter en vereda, incluso queriendo comprar sus voluntades?
     ¿Por qué no somos capaces de diseñrr un nuevo sistema en el que la gente nueva, la gente joven, incluso quienes todavía no han nacido, se puedan integrar de buena gana y sin que tengan que venir  con un pan debajo del brazo…?
    ¿Cómo podemos admitir que no puedan valerse por sí mismos...?
    ¿Cómo se puede considerar un derecho de los jóvenes una renta con arreglo a  unas condiciones tremendamente subjetivas y con el que se trata de ocultar otros derechos...?
    ¿Quién puede redactar unas condiciones para determinar que un joven no se vale por sí mismo... si somos nosotros mismos los que antes los hemos inutilizado y quienes manteniendo las condiciones del sistema les impedimos que se emancipen?
    Nadie se atreve a advertir que estas medidas de subvencionar la vida  de quienes están en plenitud vital, es el reconocimiento y la asunción de una invalidez de los jóvenes como si fuera crónica y que no se calma ni siquiera royendo el hambre?

La realidad es que hay una epidemia sistemática que ataca a toda la juventud sin que nadie encuentre medicina para aliviarla. Todas las prescripciones las podemos encontrar en las contradicciones del sistema en el que vivimos contestando a estas tres preguntas.
    ¿Por qué todos estos jóvenes tienen un jornal al límite de subsistencia y que rayando con la parte más baja de su productividad queda sin ninguna perspectiva de que ni cambie su situación a medio plazo?
    ¿Qué sociedad les estamos dejando a estos jóvenes a los que además estamos pergeñando cada día como los podemos meter en vereda, incluso queriendo comprar sus voluntades?
    ¿Por qué no somos capaces de idear un nuevo sistema en el que la gente nueva, la gente joven, incluso quienes todavía no han nacido, se puedan integrar de buena gana y sin que tengan que venir con un pan debajo del brazo…?