domingo, 16 de junio de 2013

Los empresarios

     Las madres, esposas abnegadas de empresarios nunca permiten a quienes alumbraron que sigan los pasos de su padre, y si los siguen porque al chico o a la chica le gusta y porque para eso han estudiado, siempre lo aceptan a regañadientes y poniéndose al lado de quienes parieron y enfrente del padre empresario. Cuando tienen que acudir a la empresa familiar porque no les queda otro remedio si no tienen otro trabajo mejor, las madres lo aguantan de muy mala gana.
     Esto lo he comprobado el cien por cien de las veces.
     Hace unos veinte años me hice socio de un club de empresarios con la intención de aprender de aquellos que decían que eran lo que yo pretendía ser más por necesidad que por ganas.
     Quise conocerlos de cerca y me apliqué con denuedo.
     Desde allí me hacían llegar diversos manuales sobre todas las artes de la empresa y de vez en cuando asistía a alguna de sus reuniones y debates en las que más que participar escuchaba.
     Mezcla de timidez y prudencia, de curiosidad y avidez.
     Recuerdo que en alguna ocasión asistí a buenas conferencias de las que aprendí algunas cosas con las que en realidad, casi ninguno de los asistentes estaba de acuerdo.
     La verdad es que estar entre medio de empresarios, algunos con más años de los que yo tengo ahora, aunque de nada me servían, era como darme un baño de orgullo y sabiduría por las capacidades que daban a entender con sus palabras aquellos que se vendían como héroes sociales aunque a mí me parecieran unos pedantes.
      Enseguida me di de baja.
Aunque era bastante joven, para entonces ya me había dado cuenta de que la mayoría de los empresarios que había conocido apenas sabía nada de lo que era una empresa, y muy poco sabían de la suya propia y que el mundo empresarial no lo concebían más que desde su ombligo y que más que observarlo, lo rascaban. Había advertido que en realidad el único interés de aquellos era alimentar su ego y su prepotencia y lo que más me afectaba era que en el fondo despreciaban a la mayoría de las personas que trabajaban en sus empresas a los que en buena medida consideraban de su propiedad.
Después he comprobado que la realidad en la que viven estos presuntos triunfadores que les lleva a creerse superiores a quienes les rodean les aventaja. Se invisten de una prepotencia que se manifiesta del mil maneras, una de ellas es determinante: el titular de la gran mayoría de las empresas, aunque su forma jurídica sea la de sociedad limitada con varios socios, en realidad, son empresas unipersonales en las que prácticamente no hay ninguna posibilidad de socios dueños de la propiedad, participen en la gestión, ni cualquier otra acción social. Son amos que no permiten que nadie pueda hacer lo que está bien si no es lo que ellos quieren, y aunque ni siquiera sepan en realidad lo que quieren, para ellos es igual, que si eso ya lo pensarán otro día, cuando tengan más tiempo que ahora no tienen y bastante tienen en qué pensar.
     Así son la gran mayoría y así lo cuento.



También debido a las relaciones que he tenido que hacer, mantener y romper por mi trabajo a lo largo de muchos años, consecuencia de mis actividades profesionales de apoyo a la gestión empresarial con la que me he ganado la vida y que me llevaban en ocasiones a tener una relación muy especial de sinceridad, complicidad y confianza, he conocido a fondo y en casi siempre a brazo partido, a muchas personas que se llamaban a sí mismas empresarias aunque en realidad no supieran cuál es su compromiso al asumir esa condición.
     Conforme pasaban por mi conocimiento he comprendido que para ser empresario es necesario ese ego y esa prepotencia.
     Es imposible ser empresario sin ese sentimiento de superioridad.
No obstante, además de observar el poderío para verse capaces de ponerse por encima de todos los problemas que les rodean y abruman, y ciegos tras su objetivo de hacerse ricos llegar a sentirse legitimados para saltarse como pueden todas las barreras que se ponen delante como si fueran superhombres, siempre se encuentran empresarios de todo tipo y condición.
   - Cultos o tan ignorantes que no entienden nada financiero.
   - Inteligentes o limitados en sus capacidades intelectuales.
   - Trabajadores o vagos hasta el punto de que lo hagan los demás.
   - Honrados o sinvergüenzas y sin escrúpulos.
   - Condescendientes o tan tiranos como se pueda imaginar.
   - Comprensivos con quien trabajan o amantes de la esclavitud.
   - Con carácter y sin personalidad.
   - De Izquierdas y de derechas.
      Puedo asegurar que también a todos ellos, en algún momento, les he escuchado decir que estaban arrepentidos de haber iniciado la montura en aquel potro de tortura. Recuerdo de quien me contaba que había comenzado una vida en una mina de carbón de la que no podía salir. Hablaba de su mina en todas las interpretaciones que se pueda dar de ella, decía que tanto había escarbado en ella que había determinado su manera de vivir hasta el punto de que no había nada más importante en su vida aunque la fuera perdiendo en sus galerías. La mayor prueba de esta insatisfacción es que todos y cada uno de los que he conocido, cada día pensaban en cómo podían vender su empresa aunque no fuera más que sacando lo suficiente para pagar lo que debían.
La necesidad de salir para adelante en este sistema en el que vivimos y para solapar todas sus contradicciones y sobre manera la lucha de clases, ha obligado a la inteligencia del sistema a definir a la empresa como un bien social en el que converge el empresario y el trabajador y en la que se necesita de una colaboración mutua para procurar el bien social colectivo.
     La empresa que yo conozco no es así.
     La empresa con la que el sistema, los gobiernos y los deseos sociales de crear empleo pretenden sea la base para afrontar el futuro a corto plazo: tampoco es así.
      La ideología del sistema trata de unir dos intereses antagónicos: los de la empresa y los de los asalariados. Quiere que sirva esta conjunción para alimentar una forma de entender la actividad económica en la que es necesaria su colaboración pacífica y para que las dos partes respeten sus normas e intereses disciplinadamente.
En el entramado ideológico no hay espacio  para cuestionarse el devenir del propio sistema que es el que en definitiva sangra con sus condiciones implacables a las empresas y a sus trabajadores. Incluso quienes están muy alejados ideológicamente también alimentan esa confluencia de intereses desde la perspectiva tradicional de la lucha de clases, en la que una de ellas busca trabajo desesperadamente, y creen y han asumido: esa idea irracional que nació hace ochenta años en busca de un nuevo mundo y que anunciaba la superación de las clases sociales como base de una reconciliación histórica.
      En realidad, la empresa es el centro económico en el que se dan cita todas las perversiones de la inteligencia social y económica, y en el que conviven para su desgracia los mayores afectados del sistema: los empresarios y los trabajadores. Dos partes que han de actuar como si fueran diferentes y que se encuentran en una pelea permanente y desigual, sin darse cuenta, de que quienes en realidad se aprovechan de ello son los otros factores económicos que alimentan su actividad. De cada paso que ellos dan para subsistir y ganar el pan, aquellos sacan una buena tajada.
En esta relación de desconocimiento e incomprensión mutua entre los dos contrincantes, a la fuerza, nos podemos encontrar con estas dos realidades objetivas y comprobables para quien quiera, en cualquier momento y lugar:
    - Si en cualquier empresa se pregunta a los responsables cuántas horas se trabajan: ninguno sabrá contestar.
    - Y si a cualquier persona que está trabajando en cualquier empresa que vive de lo que produce o vende, si se le pregunta cuánto produce o vende ella cada hora que trabaja seguramente contestará: que ni lo sabe ni le interesa.
    Esta es la realidad en la que se vive el Trabajo en la Empresa.
    Podría contar algunas más pero esta es sencilla y significativa.

     Con toda la admiración y respeto que me merecen aquellas personas que hacen de su vida la empresa y que con sus más y sus menos tratan de pagar todos los meses las exiguas nóminas a sus trabajadores, lo peor que propone el sistema en estos tiempos de crisis es: que se haya de confiar en los empresarios: pasados, presentes y futuros, y que se apele a serán capaces de crear un nuevo tejido empresarial con el que sea posible mantener un empleo digno hasta alcanzar un índice de parados mínimo. Máxime ahora que la gran mayoría de quienes tienen o dirigen una empresa se han colocado en una situación de espera de la que difícilmente se van a mover a corto plazo.

domingo, 9 de junio de 2013

Las empresas

 
Si importante es el trabajo como elemento tractor que transmite el movimiento a todos los factores de la actividad económica, la empresa es el espacio en el que se mueven y pelean todas las afecciones que representan a estos factores que soportan el sistema.
El propio sistema en ocasiones se denomina de Libre Empresa.

Cómo se entroncan los factores económicos en la empresa.
·         Tierra.
La imperiosa necesidad de inmuebles que se soportan con rentas o hipotecas, muchas veces sin valorar adecuadamente ni su necesidad ni su coste, es el espacio físico en el que se establece la activad de la empresa. Dentro de este concepto también se debe incluir a otros grandes inmovilizados. La satisfacción de esta necesidad suele tener una importancia, transcendencia y coste definitivo para la actividad empresarial. En las últimas décadas para dar viabilidad a estas inversiones se han puesto en práctica fórmulas de ingeniería financiera se ha retorcido el derecho civil hasta hacerlo incivil.
Este componente que en la actualidad está soportado de una u otra forma por grandes las corporaciones financieras, tiene leyes que lo protegen en cuanto a: los contratos de arrendamientos, leasings, hipotecas, en lo que respecta a su resolución o impago y en muchas ocasiones es determinante para la viabilidad de cualquier Empresa.
·         Capital.
Posiblemente porque quien tuviera abundante capital nunca montaría una empresa, hay una costumbre de crear empresas que desde el primer minuto están descapitalizadas. La ley lo permite y es muy habitual encontrarse con empresas que nacen ya quebradas y que hasta sus primeras pérdidas las han de compensar con créditos.
La financiación básica de las empresas, en sus primeros años, no se realiza con capital sino con préstamos que se consiguen como se pueden si se han aportados suficientes avales personales y casi las más de las veces a corto plazo. Si se aguantan las primeras olas y ha pasado suficiente tiempo, entonces es el crédito más amplio y a largo plazo. El sistema financiero esquilma sin piedad a las empresas sobre todo en aquellos momentos de mayor dificultad.
·         Trabajo.
No puede haber empresa sin trabajo. Y aunque el trabajo trata de vivir en un ambiente de avenencia y de navegar en el mismo barco que la empresa, por el bien de ambos, la realidad es que el mundo del trabajo en la empresa, se convierte en un problema esquizofrénico en el que se puede plantear cada día cualquier ecuación irresoluble en medio de una pelea inagotable a la que han llamado lucha de clases.
·         Gestión.
La capacidad de Gestión en todas las facetas necesarias para el buen desarrollo de la actividad empresarial, si no es por sus propios medios sí por asesores externos, se supone como la cualidad más importante de la que se reviste la Empresa.
Nada más lejos de la realidad hasta en las cosas más importantes.
Esta necesidad de gestionar a todos los niveles y en todas las direcciones no pasa de ser satisfecha con actitudes de emoción e ilusionismo, de presunción e ignorancia.
Por ello puedo decir sin temor a equivocarme que es tan escasa la capacidad de gestión que se tiene en las empresas más comunes, que visto que el beneficio le corresponde a su capacidad de gestión casi todas ellas están de pérdidas.
·         Y el Estado.
Para el Estado las empresas resultan un negocio redondo por lo que supone de impuestos con los que han de aliviar sus arcas, si no por los impuestos que le corresponden directamente sí por los que debe de recaudar en su actividad y de sus trabajadores.
El Estado también utiliza la plataforma que suponen las empresas en su quehacer diario y con su burocracia, y las utiliza para que soporte la logística de cualquier iniciativa legislativa que no sabe cómo vehicular con sus propios medios y las obliga a ponerse a su servicio sin posibilidad de réplica.
El Estado es capaz de conseguir que una empresa tenga mayores problemas y tribulaciones en su relación con la administración y con las obligaciones con carácter prioritario que le impone, algunas veces de la noche a la mañana, que con los problemas comunes de su actividad que pueden quedar en un segundo plano.
Todos estos intereses se baten sin respetarse en este espacio ficticio que es la Empresa y desde ese punto cada día hace que se active la economía. La empresa además se tiene que hacer cargo de todo lo que pasa a su alrededor sea por la causa que sea y se ve rodeada por una infinidad tan grande de leyes normas y obligaciones que ni el más listo de la clase podría saberlas todas.
 


Como consecuencia del trabajo que he realizado a lo largo de mi vida he conocido muchas empresas por dentro. Grandes y pequeñas. Solventes y quebradas. Con inteligencia y buen hacer o dirigidas desde la estupidez y el desconocimiento. Artesanas y vanguardistas. La única virtud que he encontrado en todas ellas es que a trancas y barrancas han ido alimentando algunos puestos de trabajo. Al menos reconozco que son el medio de vida de muchas gentes y familias, incluidos quienes las dirigen, que de otra manera, si alguien tuviera que contratar a ellos mismos para trabajar, lo tendrían muy difícil.
Desde hace muchos años siempre he mantenido la idea de que una empresa es una partida de póker que a fuerza de alcohol y tabaco hace una apuesta tras otra mientras está viva y se puede defender en el mercado. Cuando se crea una nueva Empresa se hace la primera apuesta y casi siempre se pierde. Sin embargo, se apela a la mala suerte y de una manera u otra se hace sus cuentas para convencerse de su viabilidad y vuelve a apostar el doble en una nueva partida. Así una y otra vez siempre pensando recuperar lo puesto y lo perdido con anterioridad. Pasan muchas partidas hasta que se es consciente de que se está jugando a doble o nada. En algunas partidas se gana y entonces la euforia lleva a cometer las grandes locuras porque se llega a pensar que por fin se le ha encontrado el tranquillo y que se le pueda ganar a la baraja y no hay manera de levantarse de la mesa.
Al final se comprueba que en la partida los demás son tahúres.
Cuando en la primera apuesta se gana entonces la cosa puede ser mucho peor porque entonces ya todo parece fácil y la Empresa se convierte en un ente fantástico e irreal en el que cualquier proyecto por descabellado que sea tiene cabida.
Conozco muchas tragedias que nacieron del éxito.
Hay algunas personas que se montan empresas con las ideas más descabelladas que se pueden imaginar. Los medios, las noticias, para animar a los emprendedores, anuncian a bombo y platillo que cualquier idea puede ser válida para hacer negocio y que nada es imposible si se aplica el suficiente esfuerzo e imaginación.
Se puede admitir socialmente cuando estas empresas innovadoras tienen éxito y producen algo útil, pero no siempre es así, porque la mayoría de estos inventos están destinados a producir productos y servicios que no tienen ningún valor para la humanidad. .
No obstante todas tratan por todos los medios que sus productos, pasen a formar parte de las necesidades cotidianas de la sociedad aunque humanamente no sirvan para nada.
En las últimas décadas son muy pocos los que han servido para algo.
Cuando oigo que se han cerrado no sé cuántas mil empresas, me invade una sensación agridulce, puesto que entiendo cuáles son sus consecuencias negativas, pero a la par, pienso en cuántas personas por fin han dejado de sufrir y de alimentar un sistema en el que la empresa es el engranaje en el que pivota toda la maquinaria y que tiene la responsabilidad de hacer ver la necesidad del trabajo y de justificar el trabajo como único medio de hacer rodar al sistema.
En nuestros días, sin embargo, nadie puede negar salvo desde el desconocimiento más descomunal que la mayoría de las empresas que se inician, fracasan en su empeño nada más empezar, y en el fracaso lo que hacen es, a pesar de haber entregado a ellas mucho trabajo, dejar un montón de tierra quemada en todas las direcciones.
Más adelante el noventa por ciento de las empresas que se inician a los pocos años están cerradas habiendo dejado muchas secuelas entre todas las gentes que de una u otra manera con ella colaboraron.
Estos son datos que se silencian para que conociendo la realidad quien se inicia no vea quemadas sus ilusiones antes de empezar.
Pero mientras tanto ha alimentado los otros factores del sistema.
Por eso el sistema trata por todos lo medios que inicien empresas.
El cierre de la empresa es uno más de la serie que contempla el fracaso y sin duda que con el cierre de una hay otra que se beneficia.
       Un enemigo menos.

domingo, 2 de junio de 2013

Los trabajadores


Cuando me llaman a la reflexión los trabajadores, seguramente por las muchas horas que he estado pensando en ellos para escribir otras obras, me vienen a la cabeza los jornaleros de mi pueblo que fueron asesinados en el verano de 1936 por defender la fuerza impagable de sus brazos cuando acariciaban la tierra y la carestía de sus hijos a la hora de tener para comer cuando se sentaban a la mesa.
Eran tiempos en los que una mayoría social trabajaba:
Hombres, mujeres, mayores y criaturas.
El trabajo presencial, personal y físico era lo único que tenían aquellos hombres nobles. Muchas veces debían ser ayudados por sus mujeres para arrimar otras cuatro perras a casa cuando no por los hijos en cuanto tenían algo de fuerzas en sus piernas.
La sociedad de nada les proveía y todos los recursos naturales quedaban lejos de su alcance a cuenta de la sagrada propiedad privada. La caridad cristiana disponía auxilio para quienes se hacían merecedores del amor de dios.
Ellos sí que eran trabajadores sin más posibilidad que el trabajo luchando contra la ideología de una sociedad profunda en la que no tenían ningún derecho ni siquiera con trabajo y trabajando.
Una forma de entender la vida de aquellos hombres y mujeres, que quisieron apremiar y desplegar haciendo camino y marcando el paso con los suyos y con sus expectativas sociales. Un golpe de fuego prendido por aquellas familias pertenecientes a la otra clase, con la que se dividía la sociedad con una falla insalvable, les cortó el andar, aquel verano, de manera criminal.
También eran trabajadores, jornaleros y agricultores pequeños, aquellos otros hombres que los asesinaron obedeciendo las órdenes de quienes les pagaban su trabajo con monedas de hambre y de miseria. Trabajadores canallas,  que atendieron a los juramentos de justicia social que les hicieron los criminales si respetaban a los ricos, con los que creyeron en una fraterna colaboración entre ricos y pobres, siempre y cuando: los pobres estuvieran muertos de hambre.
El trabajo de los pobres en las manos de los que nunca trabajan.
Aunque normalmente les resulta muy extraño a quienes en ocasiones me escuchan, no me gusta utilizar el término “trabajador” salvo para criticar su uso y no lo articulo ni siquiera coloquialmente. Creo que este concepto define a la persona por esa parte de sus capacidades que más le degrada en su condición de humana, y paradójicamente, se utiliza con un tono de entre orgullo y menosprecio según quien lo esgrime y para qué lo esgrime.
Buen trabajador. Pobre trabajador.
Mejor hubiera sido: creador, pensador, vividor o amante.
Creo que incluso en las más estrictas reivindicaciones que se pueden hacer en el mundo del trabajo, más vale esgrimir los derechos de las personas en general y desde el punto de vista del sentido común, que reivindicar los derechos de los “trabajadores”.
Hay muchos discursos sin salida en torno a los trabajadores.
Utilizar el término de trabajador tratando de aglutinar genéricamente el ser de un conjunto de personas que entre otras cualidades pueden trabajar, me parece el mayor error que se ha cometido con los trabajadores primeramente por aquellos que los han querido defender reivindicando el trabajo desde su necesidad y desde la oferta sin límite.
Aquellos que los defendieron y defienden en el fondo creen, y les han hecho creer a los trabajadores, que las masas de trabajadores no tienen nada más importante que su trabajo y jamás les arengan para ayudarles a creerse y convencerse de que tienen otras muchas más cosas, y entre ellas: una, que tienen una potencia imparable como es la capacidad de trabajar si lo estiman conveniente.
El mismo término: trabajador, conlleva la obligación de trabajar, y pudiera ser que estuviera muy bien utilizada por quienes se refieren a los trabajadores que tienen en sus plantillas, o quienes recuerdan los deberes y obligaciones que tienen quienes trabajan para que ellos puedan vivir a cuerpo de rey, independientemente de que trabajasen.
Desde la utilización de ese concepto se le ha dado al trabajo mucha más importancia que la que en realidad tiene. Incluso las grandes revoluciones basadas en el levantamiento de los trabajadores también han hecho de la exaltación del trabajo el inicio de su perdición como seres humanos en toda su extensión, puesto que el trabajo no es un elemento de liberación sino de esclavitud.

Pero todavía me gusta menos el concepto: “clase trabajadora” porque ese término, si además lo utilizamos incluido dentro del concepto de lucha de clases no sólo ha quedado obsoleto sino que es totalmente perjudicial para entender el trabajo y poder defender con todas sus consecuencias la condición de quienes tenemos que trabajar para vivir y aunque para vivir dispongamos de nuestro trabajo no nos convierte en clase puesto que tenemos otras muchas cualidades.
Además entiendo que cuando por una u otra causa, casi siempre perversa, se hace referencia a la clase trabajadora, se ha de entender que son aquellos trabajadores que trabajan por cuenta ajena y que hay quien directa o indirectamente obtiene unas plusvalías con su trabajo. Desde este punto de vista, entiendo que el trabajador es aquel que está prestando horas de su vida en las actividades de producción y en todo caso por cuenta ajena en la iniciativa privada en la que se puede entender que hay una importante contradicción de intereses.
Dentro de esta idea los trabajadores autónomos que venden su trabajo por su cuenta al mejor postor en cada momento desde una pequeña estructura de empresa, según ese criterio no se deberían entender como trabajadores. De hecho, creo que la mayoría de estos trabajadores raramente se suelen identificar con aquellos y son de los trabajadores que más alardean de su trabajo.
Y cuando el trabajador está contratado por el Estado, creo que más que trabajador es funcionario. En realidad tienen muy poco parecido las dos caras y un elemento diferenciador muy claro: aquellos que en buena lógica son quienes les pagan, cuando hacen uso de sus servicios voluntaria o involuntariamente, los critican con más saña que con la que sus patronos les critican a ellos su labor.

Ayer al salir por la mañana de casa y acercarme al coche veo que en el parabrisas tengo colocado un pequeño papel amarillo: una multa. Cojo el papel y leo la sanción que me han puesto por mal aparcamiento. Sin darme cuenta, la noche anterior a eso de las once, a la vuelta del trabajo, no había sitio donde acostumbro a dejar el coche y entonces pude ver que había aparcado sin darme cuenta en un espacio que está destinado para aparcamiento de motocicletas.
Bueno son cosas que pueden suceder.
La policía municipal puso la denuncia a las dos de la madrugada.
Buena hora para estar trabajando en la cosecha.
La sanción es de doscientos euros.
Lo que cobra un trabajador en cuatro días después de impuestos.
Para que quede  agradecido por haber sido multado, me hacen un cincuenta por ciento de descuento si la pago pronto y no protesto.
Aparcamiento en zona reservada para motocicletas.
Sin duda que ha sido mi error pero allí no hay motocicletas y haciendo memoria solo recuerdo en ese espacio coches aparcados.
Por un momento me vienen a la cabeza todos los trabajadores que intervinimos en este asunto tan sencillo y tan habitual.
·         El policía municipal que no teniendo otra cosa mejor que hacer se pasea en una ciudad dormitorio de trabajadores y se aplica en la madrugada para que todo esté: en el orden que tiene que estar.
·         El alcalde en cuyo nombre se pone la denuncia y que cuando cualquier denunciado recurra ante él, sin duda dará la razón a sus policías y pensará más en sus arcas municipales que en la economía del trabajador al que le van a robar la cartera.
·         El legislador que aprueba las leyes que otros le confeccionan, y que su trabajo consiste en representar la voluntad popular, y que no le tiembla el pulso para imponer penas tan altas para cuestiones tan nimias. Sin duda desconociendo el nivel de ingresos de la ciudadanía que representa. Para mayor perfección de su trabajo se discurre el diputado, la manera de que el contribuyente pague y quede satisfecho y le vuelva a votar en las elecciones siguientes.
·         El funcionario que va a tratar de cobrar la multa como sea, si es preciso con la vía de apremio y el embargo, aprovechando todas esas disposiciones que se sabe de memoria y que dejan al borde de la indefensión al condenado. Funcionario que además estará muy convencido de que su trabajo es de los más importantes que se pueden tener porque recauda lo que es justo y necesario recaudar.
·         Y un servidor que vino e iba a trabajar.
¿Acaso somos todos trabajadores?
¿Todos tenemos conciencia de ser trabajadores?
Todos los días miro y todavía no he visto una motocicleta aparcada.

lunes, 27 de mayo de 2013

El valor del trabajo

 
En capítulos anteriores he explicado esquemáticamente la división de las rentas de los factores que hacen posible la actividad económica en estos tiempos y su aplicación real en el mundo en el que vivimos.
El trabajo es uno de los factores que aparecen en los dos esbozos.
Si bien se necesitaría de muchas más explicaciones para entender su complejidad, espero sin embargo que sintéticamente, estos dos cuadros sean suficientes para entender que en el fondo, todos los factores pueden ser determinantes para esa actividad económica general que mueve el mundo, pero creo que es necesario dejar patente que el único factor que en realidad no solo es determinante sino imprescindible es el trabajo.
Sin el factor trabajo nada es posible.
·         Las inversiones necesitan del trabajo para que físicamente sirvan para algo y tengan un valor, porque en ellas se produce, y es en ellas donde tiene actividad económica.
Necesitan del trabajo para rentabilizarse y que no queden yermas.
Sin trabajo ni se levantan,  ni se ponen en marcha, ni se le da vida.
·         El capital necesita del trabajo que lo mantenga en movimiento y para que en ese rotar no pierda su valor en el mercado como lo pierde si se desactiva o decrece.
Este circular sirve para poder comprar las voluntades de cualquier otro de los factores que intervienen entre ellos: el trabajo.
·         Los gestores necesitan cantidades ingentes de trabajo en movimiento para adjudicarlo y gestionarlo porque en otro caso no podrían ordenar más que las nubes del cielo.
Las mayores labores de gestión se dedican a los recursos del trabajo.
·         El Estado necesita del trabajo para conformar su ser, con sus fuerzas de seguridad y su aparato burocrático, y para alimentarse con los impuestos que impone sobre las rentas salariales, aquí y allá en una actividad económica que activa solamente el trabajo.
El germen inicial del que nacieron el resto de los factores de renta fue el trabajo. Con el paso del tiempo y de las circunstancias y brotando alrededor de esa primera semilla se han ido acumulando en las manos de una pequeña parte de la sociedad todo el trabajo que se ha arrancado a la humanidad desde el origen de los siglos.
La total composición de todos los factores es trabajo acumulado.

Sin embargo hay dos realidades que los tiempos modernos han conseguido que se queden ocultas y que son:
·         Para la gran mayoría de los trabajos que se realizan por las personas física, manual o intelectualmente, no son necesarias ni inversiones, ni capital, ni nadie que los gestione, ni que el Estado los organice y controle.
·         Solamente con el trabajo se puede satisfacer la gran mayoría de las necesidades humanas de bienes y servicios. Debidamente organizados los podríamos prestar desde la base de la sociedad sin que nadie más haya de intervenir.
Con estas dos realidades debieran de trabajar la ingeniería social,
Sin embargo estos trabajos más sencillos y elementales son los que llevan tiempo tratando de convertirlos en mercancía si no los han convertido ya. Estas labores, tratan de sacrificarlas sustituyéndolas con otros empleos en los que sea necesario que intervengan en mayor medida los otros factores, ocupaciones en las que el factor trabajo quede marginal y sea de escasa capacidad.
Por eso, todos los demás factores que intervienen en la economía tratan por todos los medios de tener directa e indirectamente un control férreo sobre el factor trabajo. Deciden todo en cuanto lo que concierne a su necesidad económica, a su obligación desde el punto de vista social, a las leyes que le afectan, a sus condiciones de precio y a su logística y almacenamiento.
Son muchas las herramientas que utilizan las inteligencias del sistema para desde la realidad social más precaria enfrentar entre sí a quienes viven de vender su trabajo. Con sutileza y gran penetración se muestran situaciones antagónicas a las gentes que tratan de vender su trabajo que le hacen creerse enemigos entre ellos.
En cada una de estas estrategias de enfrentamiento, en la que cada cual puede estar en un momento determinando según sea su actitud ante el trabajo en uno de los frentes, los discursos del sistema que no saben del trabajo, tratan de demostrar la dificultad de generar empleo desde la iniciativa privada, y así, para recabar el apoyo de los unos o de los otros. De esta manera en la que las dificultades parecen insalvables por la necesidad de tener empleo los unos antes que los otros pueden tener a la mano de obra sometida bajo la bota de la incertidumbre en un sálvese quien pueda.
·         La oferta y demanda de trabajo.
·         Los empleados y los parados y los fijos discontinuos.
·         La división y la remuneración del trabajo.
·         Los cotizantes y los receptores de jubileos.
·         Los funcionarios y los privados.
·         Los de cuenta propia o por cuenta ajena.
Es igual, a todos ellos los desiguala el trabajo.
Y todos estos aspectos los enfrentan.
El factor trabajo basa su defensa en unas leyes que al final acaban siendo absolutamente perjudiciales para quienes trabajan y para los que no tienen trabajo. Unas leyes que no cuestionan el trabajo en sí mismo y que lo reconocen como un derecho pero que si a alguien  no se le respeta no tiene más consecuencias que la de estar parado.


La gran mayoría de la población no necesitamos más que el trabajo de las demás personas en la medida de sus capacidades para atender todas nuestras necesidades y no necesitaríamos de nada más que de nuestro trabajo para tener derecho a satisfacerlas.
Hay que comprender esta realidad en toda su extensión.
Los sindicatos no son capaces de ir más allá de lo que ellos llaman los derechos de los trabajadores. Hemos de dotar al trabajo de esa capacidad de organización de sí mismo como el factor determinante de la actividad económica, de la misma manera que el capital tienen sus bancos centrales para defender sus intereses, la tierra tiene el recurso de la propiedad privada para que nunca se ponga en cuestión sus derechos, y de la misma manera que los políticos tienen la democracia para dar legitimidad a sus chanchullos.
Estoy convencido y a partir de ahora voy a tratar de demostrar que si entre las gentes nos servimos y nos hacemos las cosas las unas a las otras atendiendo las necesidades básicas de todos, y si todas y cada una de las unidades sociales de trabajo que se pudieran habilitar excluyendo las labores ficticias y todas estas unidades se organizaran para hacer las cosas más imprescindibles para la vida, no necesitaremos más factor que el trabajo para poder vivir al nivel en el que todos nos confabuláramos solamente con nuestro trabajo.
Es la estrategia que hemos de adoptar.
Y quien quiera ir más allá que vaya si puede.
El trabajo lo es todo y todo lo que se hace, se hace tan solo con trabajo y haciendo cada cual nuestra cuota parte de trabajo nunca nos faltaría de nada y nos sobraría de casi todo.
Uno de los mayores problemas que se encuentra para dar valor al trabajo es que siempre se identifica al trabajo como un creador de riqueza que hay que explotarlo hasta la extenuación, y se presupone que esta virtud es antagónica a que el mismo trabajo pueda ser un creador de felicidad y de fuente de satisfacción de las personas.
Estas virtualidades no se consideran riquezas.
Nunca se discute que se ha organizado un mundo en el que la riqueza es solamente dinero y que la felicidad y la satisfacción de terceros siempre tiene que ser a través del dinero.
La riqueza solamente es dinero, bienes, poder.
La riqueza nunca se entiende a las cosas intangibles y si alguien hace algo por alguien aunque lo haga más grande no entra a formar parte de P.I.B. si no le han pagado un dinero
Porque la capacidad de esfuerzo y el espíritu de superación son dos virtudes humanas dignas, que se han de alentar y reconocer solamente como una preparación para el empleo o como un mérito al trabajo y a los retos que impone el trabajo. Estas virtudes si se tienen y practican  a nivel personal no merecen la pena.

Para poder imaginar lo importante que es el trabajo, siempre pongo un ejemplo tan sencillo como esclarecedor: si nadie fuera a trabajar a casa de los ricos: a limpiar sus posesiones, a hacer la comida que colman sus mesas, a cuidar de sus niños y de sus mayores, a hacer de amas de casa y de llaves… si nadie fuera a casa de los ricos a serviles de; jardinero, chofer o guardia de seguridad, en un instante se habían acabado los ricos y ya para nada les serviría todo su dinero.
Es el valor del trabajo de ese trabajo al que no se le da ningún valor.
Un enemigo menos.

domingo, 19 de mayo de 2013

Las necesidades

Las personas mientras vivimos tenemos algunas necesidades.
A la obligación de trabajar le da sentido social la satisfacción de las necesidades humanas. Sin duda que desde esas necesidades se puede establecer la responsabilidad de trabajar, pero para encontrar sentido al trabajo y justificar su obligatoriedad, lo que concibe el sistema en el que vivimos es crear cada día nuevas necesidades, las más de las veces ficticias que sean generadoras de trabajo y que muevan las otras rentas.
En estos tiempos las necesidades están empezando a ser infinitas

Recuerdo que un día hace algunos años, me dijo un amigo que le tenía que comprar un ordenador al hijo para hacer en casa los deberes que le ponían en la escuela. Yo le dije que no se lo comprara, no sólo porque no tenía por qué hacer el mocete los deberes en casa, sino porque a esa edad por mucho que se empeñen no hace falta un ordenador para hacer nada.
Que no Pedro, que no puedo… que no es así… que tú no sabes qué es estar escuchando al hijo que todos sus compañeros ya tienen un ordenador en casa y que con el ordenador hacen los deberes y que además pueden hacer lo uno lo otro y ciento… y todos los días la  misma canción  que no sé yo si no le voy a crear un trauma.
Un argumento irrefutable.
Una nueva necesidad creada.
Una más creada en la mayor fábrica de despropósitos.
Pasados los años esta realidad ha pasado a peor.

Y lo cierto es que además, por arte de birlibirloque, desde arriba y desde abajo y por un lado y otro, descubren una insatisfacción y nos crean las necesidades sin que nos demos cuenta de que el día anterior ni las conocíamos. Unas necesidades que si no las satisfacemos de inmediato, nos parece como si se nos fuera la vida a cachos por entre las alas del alma.
Así van naciendo las necesidades más inimaginables, que ya tiene mérito gestarlas solamente con ingenio de la nada, y por medio de la publicidad, la propaganda y la manipulación informativa, que también tienen la habilidad de trasmitirlas con una fuerza que las hace irresistibles para quien tiene con qué y a quien ni siquiera tiene posibilidad de consumirlas. Necesidades que en muy poco tiempo se hacen habituales, naturales e imprescindibles.

Las necesidades sociales que hemos de satisfacer los humanos al menos en este mundo occidental se pueden establecer por este orden en la siguiente lista:
·         Necesidades básicas en gran medida financiadas con los impuestos y que las instituciones públicas tratan de satisfacer con carácter universal, y en algunos casos obligatorio, que son la base de lo que se ha dado en llamar el estado de bienestar.
Educación.
Sanidad.
Asistencia social.
Subsistencia digna.
Estructuras civiles.
Para la satisfacción de estas necesidades también existe una red privada que compite con la pública llamando a su desprestigio sin pararse en ciernes, y que su diferencia principal consiste: en la distinta manera de entender el trabajo de las personas que tienen contratadas que lo envuelven en mejor calidad.
Desde estas necesidades básicas a las que hay que dar respuestas  que constituyen un mercado inmenso porque afectan a la mayoría de la población, todos los agentes privados con capacidad de actuar, hacen lo imposible por copar, mantener y ampliar su negocio o su poder tomando cada vez más parte en el reparto.
La defensa de que estas necesidades básicas sean cubierta por parte del Estado, se construye, con algunos funcionarios que piensan más en sus intereses como “trabajadores” que en los intereses de la ciudadanía a la que brindan sus servicios, y se realiza sin pararse a reparar sus deficiencias organizativas y sus despilfarros de trabajo para no molestar a quien más y mejor lo afianza: el Estado
Las personas que no tienen ningún medio de vida tienen derecho a pequeñas pensiones para cubrir las mínimas necesidades vitales
·         Otras necesidades las satisface mayoritariamente la actividad privada. Por promover estas necesidades y dar preeminencia  a las unas sobre las otras es por lo que se influye en las conciencias de la población con grandes avalanchas de publicidad y propaganda para que individualmente casi siempre de una manera engañosa opte por satisfacer unas antes que las otras y para que de cada una sean las suyas antes que las de los otros.
Es una batalla en la que se utiliza el marketing para introducir en la conciencia social los hábitos con los que luego se desarrollan grandes estrategias económicas
- Alimentación.
- Vivienda,
- Vestido y calzado.
- Ocio y entretenimiento.
- Enseres y cacharros.
- Y toda clase de servicios que nadie pudiera necesitar y que sin embargo se hacen necesarios.
Para satisfacer estas necesidades en el sistema entre quienes prefieren las grandes ofertas en perjuicio de las pequeñas se han maduro dos maneras de afrontar su logística hasta el consumidor. Una batalla económica y social muy importante y trascendente en la que amparados por la fuerza del tamaño las necesidades se satisfacen cada vez más desde las ofertas más grandes.
Las grandes empresas y los productos o servicios que se hacen más trascendentes en estos tiempos, han tratado de aprovechar las economías de escala y utilizando los nuevos sistemas de gestión comercial y abusando de la publicidad y la propaganda llegan hasta el consumidor con  cierta superioridad sobre la competencia más pequeña. Operan de tal manera que saben aprovechar los beneficios de mercado que ofrece el sistema a los más grandes y con el que vuelven a ganar ventaja.
Esta  forma de llegar hasta el consumidor hace que la detección de las necesidades y la satisfacción se diseñan cada vez de puntos más altos y más lejanos del consumidor final jugando en buena medida con esa parte que la humanidad tiene de estulticia y complicando sus vidas.
·         Aparte de estas necesidades objetivas, hay otras muchas que tienen un carácter más subjetivo y que también son inducidas por el mismo sistema. Estas necesidades se exige que las administre el Estado aunque cada vez más se hace de manera privada.
Control y organización social.
Seguridad.
Estructura e instituciones públicas.
Estas necesidades a la que desde su irracionalidad se le dan apariencia de necesarias y razonables son las que más están alimentando y creciendo en las últimas décadas. Para mantener el andamiaje del sistema los factores que lo sostienen necesitan de una sociedad temerosa que exija que se le proteja mientras llegan a conseguir la satisfacción de esas nuevas necesidades. Una sociedad absolutamente controlada por el poder para el que no pasa desapercibido ni el mínimo detalle.


Recuerdo una historia que me contaron no sé si cuando era niño o ya era adolescente y que viene al caso de las necesidades creadas.
Un viajero llegó a un pueblo y cosa rara, llevaba un sombrero que adornaba su cabeza y llamó mucho la atención cuando llegaba andando por el camino. Por aquellas tierras los habitantes nunca se cubrían la cabeza porque estaban convencidos de que la naturaleza había provisto que la cabeza se cubriera con el pelo para calmarla del calor y del frío, y así cada cual llevaba el pelo a su manera sin más necesidad que cortarlo de vez en cuando con unas tijeras. El viajero se hospedó en la fonda que había en el centro del pueblo y a media tarde salió a pasear por la plaza y la calle Mayor luciendo  su sombrero. A nadie le dijo nada, quizás porque no hablara el mismo idioma que los aldeanos, pero cada vez que se cruzaba con alguno de ellos con su mano levantaba el sombrero y les saludaba. Todos le miraban sonrientes, sorprendidos y agradecidos. Así pasaron la tarde el viajero y los aldeanos dando vueltas por el centro del pueblo  más concurrido que ninguna otra tarde, porque se dio la ocasión de que algunos aldeanos también salieron de propio de sus casas para que les saludara el viajero con su sombrero. Al día siguiente un socio del viajero se presentó en la plaza con una mesa en la que colocó unas pilas de sombreros de todos los modelos, tamaños y colores. Antes de que se hubiera recogido el sol ya los había vendido todos a razón de doce reales cada uno.

domingo, 12 de mayo de 2013

El poder del voto

Cuando hablo coloquialmente con mis amigos de las cosas que suceden en este mundo a las que ninguno le encontramos ni pies ni cabeza, cuando tratamos de adivinar la deriva por la que discurren los acontecimientos en torno a una crisis que nadie sabe cómo solucionar, enseguida levantan la cabeza para señalar con el dedo a quienes mandan en el mundo y que son los que al parecer son los culpables de todo esto.
Multinacionales, emporios financieros y algunos troicas famosas
Yo les suelo decir que no miren tan alto que los que mandamos somos la gente de la calle, los que votamos cada cierto tiempo.
De pronto no están de acuerdo porque están seguros de que ellos ni directa ni indirectamente puedan ser culpables de nada. Creen.
Les recuerdo que el voto es secreto y votamos a quien queremos y que mandan los que nosotros hemos querido que manden, y si a los que hemos votado delegan y les dejan mandar a otros que saben más que ellos, es porque nosotros les dejamos.
Con no votarles la próxima vez: allá cuidados.
No sirven de nada mis argumentos; si acaso para enfadarse conmigo porque no los quiero entender. Me da que pensar que ellos seguramente son unos de los que han votado a los que mandan y ahora les da vergüenza reconocerlo.
Pero independientemente de quiénes son los que votan a los políticos, a esos seres lejanos que por delegación nos representan en los diferentes niveles en los que se constituye el Estado: locales, nacionales o supranacionales, el Estado lo componen todos aquellos poderes que tienen capacidad con las leyes, decretos, normas y reglamentos para obligar al ciudadano a cumplir lo que en ellas dicten, la más importante recaudar todo lo necesario para verse alimentadas sus entrañas y para que desde la llamada democracia mantener el cambalache de su necesidad y su legitimidad ante la ciudadanía y engañar a la mayoría.
Estos poderes en la realidad están estructurados en una gran pirámide siguiendo una estructura similar al centralismo democrático que tan buenos resultados ha dado a las organizaciones sociales y políticas para fortalecer el carisma de sus líderes, llevando de arriba abajo las decisiones que se han tomado en la soledad que obliga el poder para que todos los que están debajo no hagan más que asimilarlas.
En esta pirámide en el vértice en vez del líder está la burocracia.
La burocracia es un órgano amplio pero nadie sabe con seguridad quién está en sus filas. Ni siquiera sabe nadie dónde tiene montado su despacho. Tampoco se sabe qué hace pero como órgano poderoso muestra sus decisiones bisbiseando o con escritos de tinta indeleble.
El aparato burocrático es la parte más alta de la pirámide y la componen los profesionales que han contratado los políticos, gente muy seria y oscura vestida de paño, que con suficiente antelación dan las órdenes incomprensibles de lo que hay que hacer y las razones ininteligibles de porqué hay que hacerlo.
Este es un aspecto que la gente, aunque lo sabe, nunca lo tiene en cuenta a la hora de entregar sus votos y con ellos su poder los políticos. La sociedad sabe que los políticos hacen lo que les dicen sus asesores y subrepticiamente, buscan la manera de no hacer el ridículo, rodeándose de personas expertas que sepan todo aquello de lo que ellos son ignorantes.
En base a esta realidad en buena lógica habría que votar sin dar rodeos a sus asesores y burócratas que son los que saben y deciden. Pero no es así, esos hombres de negro son unos desconocidos y en realidad como son los que mandan son los que hacen las listas con los más tontos.
Así entre alternancias y consensos los políticos contratan a otros para que les digan que hacer y cómo han de hacer y hasta dónde pueden cumplir con sus compromisos. Los políticos saben lo justo de nada, están imposibilitados a entender las complejidades del sistema y tienen que contratar a otros que sepan más que ellos de cómo se maneja el tejemaneje y los colocan en instituciones supranacionales de todo tipo, todas ellas, irresponsables ante nadie y ante nada.
En un primer plano pero en un segundo nivel quedan los políticos que son votados directamente por la población en unas elecciones que están trabadas de trampas pero que son las que deciden quienes van a estar en nuestra representación. Una población que sin excepción y conscientemente nunca vota al mejor, sino que siempre vota al suyo. Solamente confía en el que sabe que va a defender a los que son de su condición y aunque sea un incapaz y un  ladrón, en las urnas lo bendicen siempre. El votante busca al suyo sea lo que sea aunque el otro sea más capaz y honesto.
Luego nos encontramos que interiormente el Estado tiene sus propias estructuras de poder que no se cambian y que se van relevando generacionalmente, nada puede cambiar en sus entrañas aun cuando la generación que entra llegue con nuevas intenciones.
La estructura sicológica que impera en la organización enseguida las intenciones las convierte: en sueños, en quimeras y en utopías.
Los ejércitos, las fuerzas de seguridad, la estructura burocrática y administrativa, los cuerpos judiciales, las empresas públicas paralelas a las que tienen encomendados modernos objetivos. Entre todos forman una trama y una estructura de afecciones personales e intereses y solidariamente las defienden con uñas y dientes.
Estos son sus propios  y primeros defensores del Estado.
Les da lo mismo que pase lo que pase, pero para ellos es necesario que haya estabilidad y que nada cambie para que cada cual quede en su puesto de alerta vigilante, metiendo la cuchara y haciendo el caldo.
Pero su verdadera fuerza de sistema es su base social, que no es otra: que la población que cubre. La masa conformada que no tiene más preocupación que el orden aunque el orden les condene a vivir encerrados en sus propias vidas. La cuadra electoral que vota y que vota a veces permitiendo una alternancia de poder para dar más credibilidad al sistema porque todo está bien pensado y bien preparado desde hace más de cien años.

Así, la población queda encajada en dos estrados que los va ocupado en la medida en la que los codazos se lo permiten:
·         Viven del poder y lo mantienen.
Son todos aquellos sectores de población y las gentes que los conforman, a los que de una manera más o menos sutil haciéndoles ver y creer que están defendiendo legítimamente alguno de sus intereses les compran su voluntad a cuenta de su fidelidad y de su voto.
Facciones muy definidas sociológicamente y con las raíces ancladas en el fondo de los siglos, que unas veces ganan y otras pierden según sea el precio que le han puesto en la venta.
·         Viven al margen del poder
Queriendo o sin querer, quedan fuera de las gracias y de las querencias del poder y sin posibilidad de recomponer su destino.
Algunas de estas gentes en ocasiones tratan de subvertir el poder aunque casi nunca saben cómo hacerlo, y cuando lo hacen los que ya tiene experiencia de poder enseguida les arrebatan la posibilidad.

Y esa es la realidad de nuestro tiempo:
·       Si hay ricos y pobres, que se aduce como la principal causa de la situación actual, esta circunstancia no es determinante para cómo se van sucediendo las cosas.
·       Aunque hay una dualidad y competencia entre empresarios y trabajadores no tiene ninguna importancia si queremos analizar la realidad desde su raíz, puesto que además, entre unos y otros han encontrado a través de sus respectivos sindicatos una entente en la que están razonablemente cómodos la mayoría de los días y en buena medida van los dos en el mismo barco.
 ·       No hay ni propietarios ni desposeídos sino que las cosas más importantes que adornan la vida las tenemos todos por igual y además no escasean y cada cual coge lo que quiere.
 
Están en un lado los que le han cogido el tranquillo al sistema y ha sabido colocarse en alguna de sus ubres y que su derecho sea cual sea, su interés aprovecha hasta las migajas de todo lo que se corta. Siempre están allí donde se aprovecha de los unos y de los otros aunque piense que se aprovecha de su inteligencia y de su suerte. Y por otro lado están los otros, los que no creen en un sistema que lo considera injusto desde la A hasta la Z y que tratan de cambiarlo.

En realidad es una sociedad económicamente dual en la que
·       Una parte importante de la población no trabaja y tiene más ingresos de los que puede gastar y tiene ahorros que los guarda y quizás algunas rentas que le ayuda a seguir acumulando más ahorros
·       Y otra parte que no trabaja porque no encuentra trabajo y que si trabaja es en precario y por un jornal de miseria y si gana bien está hipotecada y que no tiene más expectativa que pagar lo que debe.