Hay otra división del trabajo que es muy común y se
halla instalado en muchos ámbitos. Conozco quien dice que: cuando entra en una
oficina en la que hay muchas personas trabajando y quiere que le hagan algún
encargo, sabe elegir a quien se dirige para que se lo haga y lo haga lo antes
posible. Y dice: en estos casos siempre me dirijo al que tiene la mesa con más
papeles porque a los que la tienen vacía y ordenada es porque no hace nada ni
piensa hacer.
Esta aparente contradicción nos lleva a entrar en otra
cuestión clave y recurrente: la productividad.
Quien hace y quien parece que hace
Una de las virtudes
sociales que se le atribuyen a la división y especialización del trabajo es la
capacidad de mejorar de manera eficiente la productividad. Cuando se quiere
analizar cualquier cosa que tenga tintes económicos y es necesario cuestionar
el valor del trabajo y más todavía si se refiere al trabajo de quienes están en
los puestos de trabajo manuales y físicos, que a la última son los únicos que
de verdad producen, se utiliza la excusa de la productividad.
En los últimos años
el mundo del trabajo está afectado por algunos cambios tecnológicos y
sociológicos importantes que han producido algunos efectos y consecuencias
transcendentes en la productividad. Desde el punto de vista de cantidad
producida crece de manera geométrica con una calidad que se supera cada día.
- Las máquinas con las que continuamente se mejora sobre mejora y que sustituyen con gran eficiencia la mano de obra.
- Los procesos y la organización de los procesos que son capaces de racionalizar todas las complejidades de cualquier tipo con poco margen para los fallos.
- La informática que viene a suplir muchas limitaciones del mundo laboral y que permite alcanzar cotas inimaginables.
- Llegada de inmigrantes buscando mejorar sus condiciones de vida y que han entrado en los puestos más físicos de la oferta laboral y se han inventado otros nuevos trabajos para ellos.
- Entrada de la mujer en el mundo del trabajo remunerado que ha trastocado en gran medida el concepto y la oferta de trabajo y la capacidad de producir.
- Trabajo sustituido por mano de obra barata procedente de la importación y que llega incluida en los productos.
- Crecimiento de servicios sociales y asistenciales con unos niveles de remuneración relativamente bajos.
El aligeramiento del
trabajo humano derivado de la utilización de máquinas y ordenadores donde se
demuestran día a día permanentes avances de la tecnología cuya máxima
aspiración debiera ser liberar progresivamente al hombre de la maldición del
trabajo, sin embargo, se podría decir han conseguido lo contrario hacernos más
esclavos en muchos casos de esas mismas máquinas y sus requerimientos.
Y por otro lado se
puede apreciar que hay otros hábitos inducidos y necesidades creadas que han
menguado la productividad general e industrial en particular a niveles que sin
duda se pueden considerar extraordinariamente bajos:
- Crecimiento de los servicios.
- Crecimiento del funcionariado.
- Profundización en la división y especialización del trabajo.
No obstante, aquellos
que aparentan ser sabios porque no se les entiende el meollo de sus discursos
económicos en los que acometen las grandes problemáticas, cuando advierten de
cómo se mide el rendimiento trabajo en estos momentos, hablan de
productividad, pero en realidad no saben
muy bien de qué están hablando.
¿Qué es la
productividad?
- Que haya más gente haciendo más tareas y entonces cualquier producto saldrá a mayor velocidad.
- Que no se hagan tareas que no sirven de nada a nadie y que no hacen sino lastrar todos los productos y servicios.
- Que haya menos gente mirando. Se dice muchas veces que la tónica del mundo del trabajo es: tres mirando y uno trabajando.
- Que haya menos controladores midiendo y exigiendo a quien está haciendo las tareas productivas.
- Que cuesta menos producir o se incrementa la producción porque la mano de obra es más barata.
- Que sea necesaria menos burocracia y aparatos de vigilancia y de control tanto en la esfera privada como en la pública.
Sin embargo, dejando de lado las diversas caras desde
las que se puede apreciar la productividad, en estos últimos años he constatado
que aquellos que tienen el aval de ser buenos empresarios son los que saben
cómo hacer frente a los costes salariales que es donde ellos ven la
productividad, coste hora, a la propia productividad no le dan más importancia
puesto que mucha culpa de la presunta improductividad del trabajo suele ser de
ellos mismos,
Y podemos comprobar que en los últimos tiempos también
los mejores empresarios han sabido y saben quitar valor al trabajo que se hace
en la propia empresa y en su entorno y piensan cómo montar otro centro de
trabajo en otro sitio. A sus trabajadores les dice que se va a otro sitio
porque allí a donde va son más largas las horas del día y los días de la semana
se cuentan por uno más, y la productividad es diferente y la rentabilidad de la
inversión también. De esta manera también les advierte que va porque allí el
jornal es más bajo que aquí, así que no se les ocurra pedir aumento porque
entonces se irá con la empresa a otro sitio.
Sin embargo hay un aspecto de la productividad que nos
afecta sin medirla y de la que nunca se habla: la productividad social.
Aquella que sirve a nuestras atenciones como personas
Al escribir estas líneas me viene a la cabeza por
ejemplo que en mi pueblo hay más personas equipadas en los cuerpos de seguridad
que maestros en las escuelas o que médicos en el centro de salud.
Ayer pasé una mala noche porque me puse enfermo.
Al levantarme por la mañana llamé al ambulatorio y
allí nadie contestaba. Caí en la cuenta de que era San Saturnino, el patrón de
la ciudad vecina y que seguramente habrían cerrado. Pasé el día sin necesidad
de ir a ninguna urgencia pero a la mañana siguiente volví a llamar. No me
podían atender ni siquiera a última hora de mañana, porque a partir del
mediodía no atendían los médicos, que había muy pocos, porque algunos estaban
de puente.
El día del santo había caído en jueves.
Me dieron cita y número para el lunes.
El lunes hube de esperar casi dos horas para que me
atendiera el médico y cuando entré le expresé mi queja por una espera que se
repite cada día. Lo siento, me dijo pero esto no tiene arreglo.
Esto sí que es productividad. No saber cómo ponerle
remedio ni organización en sectores como el de la atención médica primaria en
la que los responsables dictan que se ha de hacer cada visita en unos minutos
que es imposible se pueda realizar y que por lo tanto duran el doble. Han
pasado décadas desde que está demostrado que esto ocurre y nadie, ni los mismos
perjudicados se han preocupado por esta productividad perversa y negativa.
Esta es la trampa en la que no podemos caer quienes
trabajamos y sobretodo quienes nos dedicamos a servirnos como ciudadanos.
Hábitos y defectos que se han hecho norma y costumbre. Debemos defender nuestro
tiempo, que aunque solo es tiempo, es nuestro y no nos lo pueden quitar de
nuestra vida con fiestas estúpidas y horarios que no ven más allá del odio a
servir a los demás
Hablando de fiestas y de estupidez estos días en los
que escribo las escuelas están cerradas para santificar la navidad y un fin de
año que no es fin de año ni de nada y la llegada de unos reyes que más que
magos o mágicos salieron en cuadrilla a buscar concubinas.
Aquí sí que está la productividad que hemos de medir y
evaluar.
Esta productividad que nos afecta directamente al
ciudadano.
La productividad social de la que nadie habla y de la
que no quieren que crezca ni en cantidad, ni en calidad, ni en inteligencia.
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