sábado, 19 de abril de 2014

La productividad en el trabajo

Hay otra división del trabajo que es muy común y se halla instalado en muchos ámbitos. Conozco quien dice que: cuando entra en una oficina en la que hay muchas personas trabajando y quiere que le hagan algún encargo, sabe elegir a quien se dirige para que se lo haga y lo haga lo antes posible. Y dice: en estos casos siempre me dirijo al que tiene la mesa con más papeles porque a los que la tienen vacía y ordenada es porque no hace nada ni piensa hacer.
     Esta aparente contradicción nos lleva a entrar en otra cuestión clave y recurrente: la productividad.
     Quien hace y quien parece que hace
     Una de las virtudes sociales que se le atribuyen a la división y especialización del trabajo es la capacidad de mejorar de manera eficiente la productividad. Cuando se quiere analizar cualquier cosa que tenga tintes económicos y es necesario cuestionar el valor del trabajo y más todavía si se refiere al trabajo de quienes están en los puestos de trabajo manuales y físicos, que a la última son los únicos que de verdad producen, se utiliza la excusa de la productividad.
     En los últimos años el mundo del trabajo está afectado por algunos cambios tecnológicos y sociológicos importantes que han producido algunos efectos y consecuencias transcendentes en la productividad. Desde el punto de vista de cantidad producida crece de manera geométrica con una calidad que se supera cada día.
  •      Las máquinas con las que continuamente se mejora sobre mejora y que sustituyen con gran eficiencia la  mano de obra.
  •      Los procesos y la organización de los procesos que son capaces de racionalizar todas las complejidades de cualquier tipo con poco margen para los fallos.
  •      La informática que viene a suplir muchas limitaciones del mundo laboral y que permite alcanzar cotas inimaginables.
  •      Llegada de inmigrantes buscando mejorar sus condiciones de vida y que han entrado en los puestos más físicos de la oferta laboral y se han inventado otros nuevos trabajos para ellos.
  •      Entrada de la mujer en el mundo del trabajo remunerado que ha trastocado en gran medida el concepto y la oferta de trabajo y la capacidad de producir.
  •      Trabajo sustituido por mano de obra barata procedente de la importación y que llega incluida en los productos.
  •      Crecimiento de servicios sociales y asistenciales con unos niveles de remuneración relativamente bajos.
     El aligeramiento del trabajo humano derivado de la utilización de máquinas y ordenadores donde se demuestran día a día permanentes avances de la tecnología cuya máxima aspiración debiera ser liberar progresivamente al hombre de la maldición del trabajo, sin embargo, se podría decir han conseguido lo contrario hacernos más esclavos en muchos casos de esas mismas máquinas y sus requerimientos.
     Y por otro lado se puede apreciar que hay otros hábitos inducidos y necesidades creadas que han menguado la productividad general e industrial en particular a niveles que sin duda se pueden considerar extraordinariamente bajos:
  •      Crecimiento de los servicios.
  •      Crecimiento del funcionariado.
  •      Profundización en la división y especialización del trabajo.
     No obstante, aquellos que aparentan ser sabios porque no se les entiende el meollo de sus discursos económicos en los que acometen las grandes problemáticas, cuando advierten de cómo se mide el rendimiento trabajo en estos momentos, hablan de productividad,  pero en realidad no saben muy bien de qué están hablando.
     ¿Qué es la productividad?
  •      Un trabajador tiene que hacer más tareas por minuto y para ello hay que cronometrar sus tiempos de producción.
  •      Que haya más gente haciendo más tareas y entonces cualquier producto saldrá a mayor velocidad.
  •      Que no se hagan tareas que no sirven de nada a nadie y que no hacen sino lastrar todos los productos y servicios.
  •       Que haya menos gente mirando. Se dice muchas veces que la tónica del mundo del trabajo es: tres mirando y uno trabajando.
  •       Que haya menos controladores midiendo y exigiendo a quien está haciendo las tareas productivas.
  •       Que cuesta menos producir o se incrementa la producción porque la mano de obra es más barata.
  •      Que sea necesaria menos burocracia y aparatos de vigilancia y de control tanto en la esfera privada como en la pública.
     Sin embargo, dejando de lado las diversas caras desde las que se puede apreciar la productividad, en estos últimos años he constatado que aquellos que tienen el aval de ser buenos empresarios son los que saben cómo hacer frente a los costes salariales que es donde ellos ven la productividad, coste hora, a la propia productividad no le dan más importancia puesto que mucha culpa de la presunta improductividad del trabajo suele ser de ellos mismos,
     Y podemos comprobar que en los últimos tiempos también los mejores empresarios han sabido y saben quitar valor al trabajo que se hace en la propia empresa y en su entorno y piensan cómo montar otro centro de trabajo en otro sitio. A sus trabajadores les dice que se va a otro sitio porque allí a donde va son más largas las horas del día y los días de la semana se cuentan por uno más, y la productividad es diferente y la rentabilidad de la inversión también. De esta manera también les advierte que va porque allí el jornal es más bajo que aquí, así que no se les ocurra pedir aumento porque entonces se irá con la empresa a otro sitio.
     Sin embargo hay un aspecto de la productividad que nos afecta sin medirla y de la que nunca se habla: la productividad social.
    Aquella que sirve a nuestras atenciones como personas
    Al escribir estas líneas me viene a la cabeza por ejemplo que en mi pueblo hay más personas equipadas en los cuerpos de seguridad que maestros en las escuelas o que médicos en el centro de salud.
Ayer pasé una mala noche porque me puse enfermo.
    Al levantarme por la mañana llamé al ambulatorio y allí nadie contestaba. Caí en la cuenta de que era San Saturnino, el patrón de la ciudad vecina y que seguramente habrían cerrado. Pasé el día sin necesidad de ir a ninguna urgencia pero a la mañana siguiente volví a llamar. No me podían atender ni siquiera a última hora de mañana, porque a partir del mediodía no atendían los médicos, que había muy pocos, porque algunos estaban de puente.
El día del santo había caído en jueves.
     Me dieron cita y número para el lunes.
     El lunes hube de esperar casi dos horas para que me atendiera el médico y cuando entré le expresé mi queja por una espera que se repite cada día. Lo siento, me dijo pero esto no tiene arreglo.
     Esto sí que es productividad. No saber cómo ponerle remedio ni organización en sectores como el de la atención médica primaria en la que los responsables dictan que se ha de hacer cada visita en unos minutos que es imposible se pueda realizar y que por lo tanto duran el doble. Han pasado décadas desde que está demostrado que esto ocurre y nadie, ni los mismos perjudicados se han preocupado por esta productividad perversa y negativa.
     Esta es la trampa en la que no podemos caer quienes trabajamos y sobretodo quienes nos dedicamos a servirnos como ciudadanos. Hábitos y defectos que se han hecho norma y costumbre. Debemos defender nuestro tiempo, que aunque solo es tiempo, es nuestro y no nos lo pueden quitar de nuestra vida con fiestas estúpidas y horarios que no ven más allá del odio a servir a los demás
Hablando de fiestas y de estupidez estos días en los que escribo las escuelas están cerradas para santificar la navidad y un fin de año que no es fin de año ni de nada y la llegada de unos reyes que más que magos o mágicos salieron en cuadrilla a buscar concubinas.
    Aquí sí que está la productividad que hemos de medir y evaluar.
    Esta productividad que nos afecta directamente al ciudadano.
    La productividad social de la que nadie habla y de la que no quieren que crezca ni en cantidad, ni en calidad, ni en inteligencia.

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